Chertoff y el terrorismo a la carta
El 18 de julio, por segunda ocasión en lo que va de la gestión de Felipe Calderón, el gabinete de seguridad nacional se reunió a puerta cerrada con el secretario de Seguridad Interior de Estados Unidos, Michael Chertoff. Responsable de la “militarización tecnológica” de la frontera norte para impedir el paso de migrantes indocumentados asimilados a “terroristas”, el halcón Chertoff, quien asesoró a la Agencia Central de Inteligencia (CIA) en la aplicación de la tortura cuando era director de asuntos criminales en el Departamento de Justicia, vino a México a reforzar la “necesidad” de la cooperación bilateral en el contexto de la Alianza para la Seguridad y la Prosperidad de América del Norte (ASPAN) y de la recién promulgada Iniciativa Mérida, la ley que asigna 400 millones de dólares de “ayuda” militar a México y cuya aplicación aquí contempla la imposición de varios mecanismos coercitivos contenidos en la Ley Patriótica de Bush.
Allá, la legislación “antiterrorista” amplió las facultades de la CIA y de la Oficina Federal de Investigación (FBI, por sus siglas en inglés) para espiar a los estadunidenses mediante la intercepción de líneas telefónicas y correos electrónicos, y el cateo secreto de casas, sindicatos, organismos no gubernamentales, así como de periodistas e intelectuales. Eso ahora se aplicará en México bajo el monitoreo de Washington. Sin embargo, para fabricar un consenso favorable a la instauración de un Estado policial en México es necesario generar un “ambiente propicio” y algunos “hechos” que justifiquen el recorte de las libertades públicas.
Pocos recuerdan que, la víspera de la anterior visita de Chertoff a México (febrero 2007), los medios difundieron una supuesta amenaza terrorista de Al Qaeda contra Petróleos Mexicanos (Pemex). El montaje desinformativo llevaba implícita la necesidad de reforzar la “vigilancia” sobre las instalaciones estratégicas de Pemex y de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), para lo que Chertoff tenía una respuesta utilizada por Washington en otros países: la llegada de “contratistas privados”.
Es decir, de mercenarios subcontratados por el Pentágono. No fue casual que en septiembre del año pasado la empresa SY Coleman Corporation, con sede en Arlington, Virginia, lanzara la convocatoria para reclutar mercenarios que ocuparían puestos de vigilancia aérea en el estado de Veracruz. Los aspirantes debían contar con antecedentes militares mínimos de tres años y tener experiencia en tripulación de aviones y helicópteros. En fecha reciente se reveló la presencia de la empresa Risk Incorporated, con sede en Miami, Florida, que entrenó en tortura sicológica al Grupo Especial Táctico del gobierno de León, Guanajuato, que pertenece al Partido Acción Nacional, autodefinido como “humanista cristiano”.
Con esos antecedentes, no puede llamar a sorpresa que en víspera de la nueva visita de Chertoff se haya registrado una nueva maniobra de propaganda negra con fines subversivos, que involucra a servicios de inteligencia de Estados Unidos, México y algunos periódicos proclives al terrorismo mediático. El objetivo explícito: intentar crear en el inconsciente colectivo la idea de que en México los cárteles de la droga se han configurado ya como narcoterrorismo.
El montaje tuvo como detonante el “hallazgo” de cuatro presuntos “carros bombas” en Culiacán, Sinaloa, lo que dio pie a funcionarios no identificados de los departamentos de Estado y de Justicia de Estados Unidos para “confirmar el paso de las organizaciones del crimen organizado al narcoterrorismo”. Los cárteles mexicanos, fue el mensaje sembrado, han cambiado de estrategia, adoptando el “estilo Al Qaeda”.
Un día después, fuentes anónimas del Departamento de Estado y de la DEA “informaron” que gatilleros de los cárteles de Sinaloa y del Golfo “aprendían narcoterror en Irán”, lo que ponía en grave riesgo la “seguridad binacional” (sic). ¿Sus instructores? “Las Guardias Revolucionarias Islámicas.”
El supuesto adiestramiento incluiría “lanzacohetes, bazucas, armas automáticas, rifles para francotiradores y explosivos, tácticas, liderazgo y operaciones de comando”. Para completar la trama, tres datos más: 1) El Departamento de Estado “reveló” que los sicarios mexicanos “son enviados a Irán vía Venezuela (…) de donde parten vuelos cada semana (…) y en algunos casos viajan con pasaportes venezolanos”. 2) El cártel de Juárez “envía sus sicarios a Colombia para ser entrenados por las FARC o solicita a ese grupo entrenamiento en México”. 3) “Miembros de grupos extremistas han contraído matrimonio con mexicanas” y los varones “se han cambiado los nombres árabes a hispanos”, lo que les ha permitido “ingresar” a Estados Unidos, además de “financiar los campos de entrenamiento en la frontera”. ¡Vaya notición!
La implantación en un medio de circulación nacional de “información” sobre la presunta existencia de narcoterrorismo en México –aderezada con la pesca conjunta (tecnología de EU-marines mexicanos) de un narcosubmarino frente a las costas de Oaxaca–, abonaron de manera conveniente la llegada de Chertoff al país. Cabe recordar que el montaje dio inicio con los autos bombas, ninguno de los cuales explotó ni mató civiles y que fueron “hallados” por casualidad, no se sabe bien por quién (¿El Ejército? ¿La PGR? ¿La AFI?). Se trata de las mismas tácticas de guerra sicológica utilizadas para invadir Irak con base en maquinaciones como “las armas de destrucción masiva”.
En la coyuntura, en vísperas de movilizaciones masivas en defensa del petróleo, del entrampamiento gubernamental en torno a los desaparecidos del EPR y el estrechamiento del cerco militar contra el EZLN en Chiapas, es posible que sectores del régimen, coludidos con la comunidad de inteligencia de EU, recurran al narcoterrorismo para colombianizar al país. Después seguirá la entrega de los recursos geoestratégicos al capital trasnacional.