■ Retrasos en obras, inseguridad, creciente migración ilegal, pobreza, entre los problemas
A marchas forzadas, Sudáfrica trabaja rumbo al Mundial 2010
■ Millonaria inversión contrasta con las carencias de la gente, dicen opositores al torneo
■ Se están construyendo cinco estadios y se remodelan otros cinco
■ En 2009, la Copa Confederaciones
Ampliar la imagen En Soweto, el estadio Orlando se encuentra rodeado por casas de cartón Foto: Mónica Mateos-Vega
Ampliar la imagen El estadio Greenpoint, en Ciudad del Cabo, está en uno de los barrios más caros de esa urbe
Johannesburgo, 27 de julio. A dos años del Mundial 2010, en Sudáfrica se trabaja de día y de noche, pero todavía se ciernen nubarrones sobre la viabilidad de llevar a cabo la primera Copa del Mundo en suelo africano.
Los anfitriones están entusiasmados con la realización del próximo Mundial. Quieren mostrarse al orbe como una nación moderna, pero sobre todo, libre.
Por todos lados se ven edificios en construcción, los cuales deben estar listos para 2010: hoteles, restaurantes, teatros. Desde la llegada a Johannesburgo se percibe la ansiedad por “remodelar la casa”.
Prácticamente en toda la zona alrededor del aeropuerto Oliver Reginald hay trabajo noche y día, pues se levantan las nuevas instalaciones.
Sin embargo, desde finales del año pasado surgieron fuer-tes rumores de que la Federación Internacional de Futbol Asociación (FIFA) tiene un plan B. Se llegó a mencionar a Brasil como sede alterna, lo que de inmediato desmintieron los dirigentes y los sudamericanos.
El comité organizador construye cinco nuevos estadios, mientras otros cinco se están renovando, en unas obras que se calcula cuestan alrededor de 800 millones de euros. Hasta ahora los principales problemas han sido la crisis de energía y una huelga de obreros, quienes han obtenido leves mejorías salariales al estar trabajando a contrarreloj.
Joseph Blatter, presidente de la FIFA, aseguró no tener preocupación de que los estadios estarán terminados. Una prueba de fuego será en 2009, cuando se realice la Copa Confederaciones. “Tal vez no todo estará listo el próximo año, pero para el Mundial todo estará terminado”, ha reiterado el suizo.
En Soweto se está remodelando el emblemático estadio Orlando, el mismo donde Nelson Mandela habló a su gente por vez primera, ya libre, luego de 27 años en prisión. Se han destinado casi 40 millones de dólares para que tenga una capacidad de 40 mil espectadores, además de rampas y accesos para personas discapacitadas.
Esa inversión, para algunos opositores al gran gasto que Sudáfrica está realizando para su infraestructura futbolística, resulta onerosa, sobre todo cuando en los alrededores del estadio Orlando viven personas en casas de cartón, sin ninguno de los servicios básicos.
La FIFA tenía programado que la remodelación estaría concluida en mayo pasado, pero están atrasados. Todavía faltan, además, los conflictos que surgirán ante el inminente desalojo de esas familias pobres (algunas, inmigrantes indocumentadas).
Oscuro pasado
El estadio de Greenpoint, en Ciudad del Cabo, se levanta en uno de los barrios más caros de la metrópoli. Paradójicamente, el lugar que ahora es una de las más bellas áreas de recreación de la zona, fue un campo de concentración durante la época de la fiebre del oro.
Se prevé terminarlo en octubre de 2009, para que la FIFA inspeccione y apruebe las instalaciones. El techo tendrá forma de ola, para que alterne con el paisaje: el impresionante mar donde se mezclan los océanos Atlántico e Índico.
Para la construcción de este estadio se invirtieron 513 millones de dólares y tendrá capacidad para unas 68 mil personas, aunque luego del Mundial será escenario, principalmente, de los partidos de rugby, deporte que es más popular que el balompié en Sudáfrica.
Ciudad del Cabo también debe invertir en mejorar su transporte, pues aunque es una urbe pequeña, con más vida nocturna que Johannesburgo, sólo cuenta con una línea de autobús, de horario limitado. Los taxis son el medio más usado por los turistas que no se animan a subirse a las combis, con rutas indefinidas, que usa, en su mayoría, la población negra.
Además del retraso en los estadios, existe una gran materia pendiente para que el Mundial sea realidad: la seguridad.
Lo primero que dicen los guías de turistas a los visitantes es que no salgan a la calle cuando el sol se oculte. “Hay asaltos, violaciones, pero no son los sudafricanos los que cometen esos delitos, son los inmigrantes, los desem-pleados de otras naciones africanas que están robando porque no tienen otra opción”, explican.
En todo el país, hasta este momento, se contabilizan unos 10 millones de indocumentados que se ven por todos lados: en las calles limpiando vidrios, vendiendo revistas, mientras las mujeres, con dos o tres niños pequeños, se sitúan en los camellones pidiendo limosna. Por eso, en estos días de invierno en este hemisferio, a las seis de la tarde las calles de Sudáfrica lucen desiertas y son pocos los negocios que permanecen abiertos.