Editorial
Gordillo: confesión de parte
Ayer, durante la presentación de los exámenes del primer Concurso Nacional de Asignación de Plazas Docentes, la lideresa del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), Elba Ester Gordillo, improvisó un discurso ante los titulares de las secretarías de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, y de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, en el que, en aras de la “transparencia y la rendición de cuentas”, pidió erradicar “todo aquello que hemos hecho, a valores entendidos, en beneficio de la política, por la política electoral”.
La declaración de la dirigente magisterial es de suma gravedad. En primer lugar, porque encierra la confesión de que sus verdaderos intereses y prioridades no son ni han sido la educación pública ni la niñez del país, ni mucho menos la defensa de los derechos de sus agremiados, sino el empleo del sindicato como plataforma para conquistar posiciones de poder dentro del aparato del Estado. Por añadidura, sus alusiones a la complicidad del gobierno federal en la persecución de sus objetivos políticos –al mencionar acciones realizadas “a valores entendidos”–, en presencia de dos representantes de éste, son indicativas de la vasta influencia que la “dirigente vitalicia” del SNTE ha adquirido en la administración calderonista.
Con esta confesión de parte, la lideresa acabó por confirmar con palabras lo que antes habían mostrado en los hechos: la falta de interés por la educación es evidente cuando el gremio encargado de impartirla acusa una exasperante persistencia de los elementos más ominosos del viejo corporativismo sindical; cuando en él proliferan prácticas inveteradas de charrismo y antidemocracia, como la compra de plazas, la imposición de dirigentes y la cooptación de voluntades, y cuando se permite que los ciclos de educación básica, media básica y media superior de la SEP sufran constante deterioro, atribuible, en gran medida, a décadas de abandono presupuestal.
En contraste, los intentos de Gordillo por controlar totalmente la SEP y otras posiciones de poder han rendido frutos: ha logrado colocar a su yerno, Fernando González, en la subsecretaría de Eduación Básica, así como a distintos operadores en el ISSSTE, la Lotería Nacional y la secretaría técnica del Sistema de Seguridad Pública, por mencionar algunos cargos.
Por lo que puede verse, tal es el resultado del cobro de facturas de Elba Esther Gordillo al actual gobierno federal, por los favores electorales prestados al partido en el poder durante las elecciones de 2006. Pero así como no puede pasarse por alto que la alianza del calderonismo con la lideresa se explica por la debilidad política y por el déficit de legitimidad del actual titular del Ejecutivo federal, tampoco puede soslayarse que el mantenimiento de ese pacto no parece el camino más recomendable si lo que se quiere es elevar los niveles de calidad educativa que tanto requiere la población mexicana, y eliminar la corrupción que campea en las esferas de la dirigencia magisterial, por vía de la cual se fugan importantes sumas de recursos económicos. Adicionalmente, es de suponer que en la medida en que el gobierno acepte seguir siendo rehén de la mafia magisterial, terminará, inevitablemente, por compartir el descrédito y el repudio social que ésta inspira en el conjunto de la sociedad.
La circunstancia actual demanda, como primer paso para terminar con los amiguismos y los compadrazgos, para procurarle al pueblo “más y mejor educación”, como reclamó la propia Gordillo en su alocución de ayer, que el gobierno recabe la voluntad política suficiente y deje de apoyar a una dirigencia sindical mafiosa que representa, precisamente, todos esos vicios con los que la dirigente ahora pide terminar. Es conveniente, pues, para el país, para la educación y hasta para el gobierno, un deslinde claro e inequívoco de las autoridades respecto de la corrupción, el corporativismo y el clientelismo del SNTE.