El sexto mandamiento
Una mujer como yo, que me afirmé apóstata en plena adolescencia, no había vuelto a revisar el catecismo desde que terminé la preparatoria en la escuela de monjas. Sin embargo, mi actual trabajo en antropología de la sexualidad me ha llevado a revisar, en plena menopausia, la última interpretación del catecismo de la Iglesia católica, ese compendio publicado en marzo de 2005. Y, tal como desde la primera vez, probablemente por mi persistente morbosidad, el sexto mandamiento me sigue pareciendo uno de los más misteriosos e intrigantes. Transcribo aquí tres de sus artículos:
Sexto mandamiento: no cometerás actos impuros
Artículo 491. Todos, siguiendo a Cristo modelo de castidad, están llamados a llevar una vida casta según el propio estado de vida: unos viviendo en la virginidad o en el celibato consagrado, modo eminente de dedicarse más fácilmente a Dios, con corazón indiviso; otros, si están casados, viviendo la castidad conyugal; los no casados, practicando la castidad en la continencia.
Artículo 492: Son pecados gravemente contrarios a la castidad, cada uno según la naturaleza del propio objeto: el adulterio, la masturbación, la fornicación, la pornografía, la prostitución, el estupro y los actos homosexuales. Estos pecados son expresión del vicio de la lujuria. Si se cometen con menores, estos actos son un atentado aún más grave contra su integridad física y moral.
Artículo 498. Es intrínsecamente inmoral toda acción –como, por ejemplo, la esterilización directa o la anticoncepción–, que, bien en previsión del acto conyugal o en su realización, o bien en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga como fin o como medio, impedir la procreación.
Lo que en el linaje católico comenzó como un tabú hacia el cuerpo y la sexualidad, su valoración como algo peligroso e intocable, se ha convertido en impureza y hostilidad al placer. La insistencia en los pecados de la castidad ha dificultado llevar una vida sexual saludable al reforzar actitudes sexofóbicas y homofóbicas; además de condenar las prácticas sexuales preventivas, abona la grave confusión entre sexualidad no reproductiva y abuso sexual. Más sorprendente es constatar que, a pesar de las apariencias, ese Compendio del Vaticano condensa las propuestas y lineamientos que guían la política sexual de los funcionarios del PAN.
Esta semana el secretario de Salud, José Ángel Córdoba, afirmó que la píldora del día siguiente en vez de prevenir el sida, puede favorecerlo en razón de que no se toma en cuenta la protección del condón. Señaló también que las políticas públicas seguirán respetando su carácter laico y tendrán soporte científico para que la ciudadanía tome una decisión informada. En esa ocasión, acompañado por la secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, destacó la importancia de contar con mejores contenidos de educación sexual que ayuden a la prevención, así como a formar conciencia de lo que significa el VIH/sida y a permitir que niños con VIH/sida estudien en un entorno incluyente junto a otros niños. Vázquez Mota no hizo referencia a que se eliminaron las líneas que hablaban de las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo en el libro del primer grado de secundaria, ni que se logró mantener información sobre la píldora del día siguiente en el mismo.
Me pregunto, ¿en qué estudios científicos se basan las declaraciones sobre la píldora del día siguiente y el aumento del VIH/sida? ¿Por qué se consideró negativo incluir la definición de la homosexualidad y del lesbianismo en los libros de texto? Lejos de defender el Estado laico, los secretarios de Salud y Educación parecen valorar el Compendio del Catecismo como evidencia científica y norma de regulación de los cuerpos.
El contexto de estas declaraciones es la inauguración de la 17 Conferencia Internacional sobre el Sida en la ciudad de México. Hoy se realizará la primera reunión de ministros de salud y educación para detener el VIH en Latinoamérica y el Caribe. Se busca firmar una declaración que dé acceso a una educación sexual laica y científica, así como a servicios de salud sexual y reproductiva, cuya meta es reducir en 75 por ciento las escuelas sin educación sexual integral en 2015 y en 50 por ciento el número de adolescentes sin cobertura de servicios de salud sexual y reproductiva.
Si los acuerdos firmados se van a interpretar con base en el sexto mandamiento, el gobierno federal estará avalando la ignorancia, fomentando la discriminación e incrementando la epidemia del VIH, y estaríamos ante una simulación de laicidad frente a personajes de gran peso internacional, investigadores de las mejores universidades, miles de activistas que viven con VIH y periodistas que difundirán la situación de México en todo el orbe.
Ya lo dijo Theodor W. Adorno en su Minima moralia: primer y único principio de la ética sexual: el acusador nunca tiene razón.