■ Dos jóvenes exponen su experiencia como impulsores de la prevención
Cada minuto muere un niño en el mundo a consecuencia del sida
■ Gobierno e Iglesia, “grandes obstáculos” en El Salvador y Nicaragua
Ampliar la imagen Joseph Zack, inventor de la prueba rápida de detección del VIH, la cual consiste en pasar un reactor sobre las encías, el cual da el resultado en no más de 20 minutos Foto: José Carlo González
Cada minuto, un niño o niña muere por causas relacionadas con el sida, y cada 15 segundos una persona joven contrae el VIH. Son datos que los veinteañeros Manuel de Jesús Calles, de El Salvador, y Pablo Alvarado, de Nicaragua, manejan al dedillo. Y con esos datos batallan en sus comunidades para “educar en la prevención” a otros jóvenes como ellos.
Aunque apenas tiene 22 años, Pablo Alvarado comenzó a trabajar como “consejero” de niños y jóvenes hace ocho, en Chontales, la puerta de entrada a la región atlántica nicaragüense. Ahora forma parte de los grupos apoyados por Plan, organización no gubernamental enfocada a la niñez y la juventud, con presencia en decenas de países. Actualmente, igual que Manuel, está en México para participar en la Conferencia Internacional sobre Sida 2008.
El “paraguas” del trabajo voluntario de Pablo es una ONG que se propone incidir en las políticas públicas de salud y en “las normas políticas y culturales que ponen en riesgo a los jóvenes”.
Pablo describe su labor como la de un guía, lo mismo espiritual que práctico. ¿Cuál es la diferencia respecto a lo que pueden hacer un sacerdote o un maestro? –se le pregunta.
“Que yo soy amigo, y ellos autoridades; a mí los adolescentes me pueden tener confianza y contar con que soy alguien capacitado, porque hemos recibido una preparación muy intensa en temas como la prevención de la violencia intrafamiliar y el VIH”.
Salvo el tiempo que dedica a sus estudios de comunicación, Pablo está entregado por entero a su labor como “consejero” de jóvenes y adolescentes”. Muchas veces se topa con pared o con “normas culturales” difíciles de vencer. Los hombres suelen decirle que “eso” no les puede pasar a ellos, pues sólo ocurre a los homosexuales. Las muchachas –explica– temen por su reputación. “Nos dicen que a ellas no les va a pasar porque no tienen relaciones sexuales, aunque no sea cierto”.
Aun así, considera que su trabajo logra mayores avances que el realizado por las instituciones escolares, y no se diga las iglesias.
De la “educación sexual” que se brinda en las escuelas de Nicaragua, critica que “es como una hora al año, en sexto grado, y muchas veces los maestros no están informados”.
Otro frente de batalla se da con las iglesias, a las que define como “herméticas y cuadradas”. Cuenta, por ejemplo, que realizaron anuncios radiófonicos para promover el uso del condón, y que se los rechazaron en una estación propiedad de la Iglesia católica.”
Las secuelas de la guerra y la migración, los obstáculos
La ONG Plan “promueve el aprendizaje de nuevas estrategias que ayuden a los jóvenes a explorar por sí mismos los factores que determinan su susceptibilidad y vulnerabilidad a la infección del VIH”.
Manuel de Jesús Calles, de Chalatenango, El Salvador, ha traducido esa línea de trabajo en la creación de obras de teatro y musicales que lleva a las pequeñas comunidades del departamento (estado) donde vive.
Tiene apenas 21 años, pero desde hace seis años él mismo hace los guiones. En uno de sus grupos de teatro participan 17 niños y niñas con sida, y los 18 hermanos de éstos. Manuel bautizó el grupo como Sonriarte y se esforzó porque sus miembros “entendieran que tienen derechos”. A diferencia de Pablo, Manuel ha encontrado apoyo en el párroco de la zona, quien les abrió las puertas de los templos y presenta el grupo como “adolescentes en prevención”.
Manuel inició su trabajo con el apoyo de un organismo identificado con el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional, lo que le valió ser estigmatizado por la alcaldía, en manos del partido derechista Arena. “No sólo no nos han ayudado, también nos atacan. A una enfermera de nuestro grupo le dijeron que algunos de nosotros teníamos sida y que por eso andábamos en este trabajo.”.
Aunque él era pequeño cuando terminó la guerra en su país, Manuel ve en hechos como el anterior una secuela del conflicto que tuvo uno de sus escenarios justo en Chalatenango.
Ahora, el pequeño departamento, como buena parte de El Salvador, se ha ido vaciando de hombres, pues la migración a Estados Unidos es masiva. Según Calles, este hecho provoca desintegración familiar: “Los jóvenes tienen relaciones sexocoitales desde temprana edad y así como los hombres se involucran en pandillas; hay muchas adolescentes embarazadas”.
De la mano de las remesas ha llegado, al regreso de los migrantes, el VIH. “Conozco casos de mujeres que han sido fieles y al regreso de sus maridos resultan infectadas. Aunque, de cualquier manera, nuestros principales retos son la ignorancia y la falta de comunicación en las familias”.
Manuel se ve entusiasmado con la conferencia mundial a la que asiste. La ve como una posibilidad de “compartir mi experiencia, porque mi metodología les parece muy participativa”, y también con aprender “otras técnicas” para su trabajo.
Plan sostiene que “los niños y los adolescentes tienen un papel clave en la lucha contra el impacto del sida y en el control de la propagación del VIH. Solamente trabajando junto a ellos, será posible reducir significativamente el número de muertes prematuras de jóvenes y limitar el número de niños y niñas que se vuelven vulnerables debido a la enfermedad y a la muerte de sus padres”.
Pablo no conoce a su padre y es hijo de una cocinera.