Usted está aquí: lunes 4 de agosto de 2008 Opinión Un destino al viento

Jorge Carrillo Olea
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Un destino al viento

Los acontecimientos de la última semana de julio: la crisis en la Procuraduría General de la República (PGR), que provocó la renuncia de los subprocuradores, fue resultado de la descoordinación de la PGR con la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) y el Ejército para combatir los plagios y otros ilícitos, lo que habría motivado las dimisiones y dejado al propio procurador en la tablita; el informe inicial sobre una matanza en la familia del secretario de Agricultura, luego desmentida, pero de efectos irremediablemente dañinos, dado el nivel del personaje que se vio involucrado; injerencias autocráticas y por supuesto ilegales del director de la Lotería Nacional para sacar de manos de la justicia a una presunta delincuente, hermana de una amiga íntima; despidos de altos funcionarios en la Reforma Agraria por corrupciones; más decenas de muertos por aquí y por allá, muestran cuál es la magnitud de la crisis de un gobierno cuyo destino se encuentra al viento, y eso por si quisiéramos olvidar como agravante el inmediato pasado del desastre nacional que estamos enfrentando.

Lo verdaderamente grave y trascendente es que este estado de crisis se concreta en las instituciones, pero sus efectos están dirigidos al mismísimo corazón del Presidente de la República. No son las instituciones aisladamente las que están en crisis, la ingobernabilidad es cada día más manifiesta, la falta de carácter del jefe del Ejecutivo es cada día más evidente. Peor que el llamado gobierno “Montessori” de Fox, es el que estamos sufriendo. La situación es más grave que la enfrentada por Zedillo, que se dedicó a destruir instituciones, o por Fox, actual estratega cupular del PAN, quien no supo construir el gobierno del cambio que prometió en su campaña. No, la situación que ha creado Calderón en estos breves años de gobierno es de ingobernabilidad, que en términos llanos significa caos.

Ya es un estribillo hablar de un gobierno de ineptos, inexpertos y corruptos. Peor, es una verdad ya impresa en lo que vaya a ser la historia de este periodo. La única solución visible y eso a plazo medio, es una recomposición total del gobierno en el que, como el propio Calderón ha dicho, refiriéndose a otros temas, no haya distinciones entre colores o partidismos. Ése sería verdaderamente un gesto de inteligencia democrática y pragmática, pero parece ser que el señor no ve más allá que lo que su angosta vida política le ha permitido.

México, por fortuna sigue teniendo personajes de primerísima calidad, es el caso, para no entrar en la historia, de Ángel Gurria, del embajador Bernardo Sepúlveda, del doctor Julio Frenk. El primero presidente de la OCDE; el segundo juez de la Corte Penal Internacional en La Haya, y el tercero director de la Facultad de Medicina de la Universidad de Harvard. Sin embargo, se ha acudido a personajes tan mediocres como el secretario de Agricultura, el ingeniero Cárdenas; al licenciado Sojo, de Comercio, dedicado a pagar facturas por favores recibidos; al invisible secretario de la Reforma Agraria y, para no prolongarnos, remachar con el inextinguible Juan Camilo Mouriño, de esa caricatura de Secretaría que es Gobernación.

¿Cómo es posible, señor Presidente, que a casi dos años de demostrar sus peculiaridades cada uno de sus colaboradores no se dé usted cuenta del lastre que representan para su gobierno?

Los casos de la embajadora Patricia Espinoza, secretaria de Relaciones Exteriores, y del general Galván se salvan porque ante la falta de conocimiento de usted sobre esas áreas se confió a la institucionalidad, tanto como se confió al amiguismo, al panismo y a las recomendaciones en otras áreas.

En fin, es su responsabilidad y así pasará a la historia. Lo que no es suyo es el destino de México, que hoy se encuentra al viento. ¿Sabrán sus estrategas y le dirán con honestidad cómo serán para México los siguientes tres años, en el contexto exterior y en el interno?

 
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