Usted está aquí: lunes 4 de agosto de 2008 Opinión Doha: RIP

León Bendesky
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Doha: RIP

La Organización Mundial de Comercio (OMC) dio inicio a la más reciente ronda de negociaciones para liberalizar las transacciones entre los 153 países miembros en 2001. Ésta se conoce como la ronda de Doha, ya que fue en esa ciudad (Ad Dawhah) de Qatar donde se dio el mandato correspondiente durante la cuarta conferencia ministerial de ese organismo. Ahí se proclamó la llamada Agenda de Desarrollo de Doha.

La OMC es la nueva fisonomía del anterior Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio, mejor conocido como GATT, por sus siglas en inglés. Entre 1948, año en que fue creado, y 1995, en que lo sustituyó la nueva entidad internacional, se realizaron ocho rondas de negociaciones comerciales, la última y la más larga fue la de Uruguay, que transcurrió entre 1986 y 1994.

La misma duración de las rondas indica la naturaleza conflictiva de las relaciones comerciales. Los intereses de las partes son disímiles debido a la sensibilidad de las actividades productivas que están involucradas en el comercio.

En los países avanzados los productores tratan de mantener los grandes subsidios que reciben del gobierno, como ocurre en el sector agropecuario en Estados Unidos y en la Unión Europea. En las naciones menos desarrolladas se afectan las condiciones de los empresarios y de los productores por la competencia en el mercado que se enfrenta en un entorno en el que prevalece la desigualdad económica y social.

De tal forma, en muchas ocasiones se repercute adversamente en las fuentes de empleo y de ingresos de una gran proporción de familias. Ése es el caso en actividades como la agricultura, la industria textil y del vestido, y en otros tipos de mercancías y de servicios. La apertura y la liberalización de los mercados es esencialmente un campo de mucha controversia en materia de las corrientes de inversión y de comercio a escala global.

El caso del comercio tiene una expresión más directa, menos velada, que el de las corrientes de financiamiento y ése es un elemento que diferencia el funcionamiento de la OMC de otros organismos multilaterales como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional.

Las negociaciones de Doha incluyeron expresamente entre sus principales asuntos a los productos agrícolas, textiles y vestido, banca, telecomunicaciones, compras gubernamentales, estándares industriales, así como la seguridad de los productos, la regulación sanitaria de los alimentos y una serie de servicios, entre los que destaca la propiedad intelectual. El mandato original fue revisado y redefinido en tres reuniones posteriores, realizadas en Cancún (2003), Ginebra (2004) y Hong Kong (2005).

La semana pasada se declaró concluida la ronda en medio del fracaso para ampliar el sistema multilateral de comercio. En particular, no se llegó a establecer acuerdos funcionales en la liberalización del comercio agrícola entre los países más ricos y los de menor desarrollo. Entre estos últimos, China, India y Brasil tuvieron un papel protagónico en el curso de las muy largas negociaciones.

También se advirtió el papel marginal de México en la discusión de la agenda comercial. La diplomacia económica es un campo seco ahora en este país y el gobierno se adapta a las condiciones de la integración con Estados Unidos. Se sigue una estrategia que no ha dado los resultados que se ofrecieron hace ya 15 años en cuanto al crecimiento del producto y las condiciones de vida de la población y, en especial, de los productores agrícolas más pobres.

Un dato de la situación mexicana en el campo comercial es que representa 2.1 por ciento del total de las exportaciones y las importaciones que se realizan en el mundo, por debajo de China, que cuenta con 8.6 por ciento del total, pero por encima de Brasil e India. México ocupa el lugar 15 entre los exportadores de mercancía; China, el tercero, mientras Brasil e India tienen los lugares 23 y 28, respectivamente, según la misma OMC. Pero para este país esto ocurre en un entorno de gran dependencia del mercado estadunidense y de una reducción de los márgenes de maniobra de negociación.

Luego del fuerte embate del proceso de liberalización económica en la década de 1990, tras la formulación del llamado Consenso de Washington, la ronda de Doha sucumbió precisamente ante diferentes formas de proteccionismo. Y esto ocurrió, además, en el contexto de fuertes desajustes en el sistema financiero internacional y en diversos sectores de la producción derivados de los altos precios del petróleo, cuando se han desatado presiones en los precios de los alimentos y de una serie de materias primas industriales, y cuando los bancos centrales deben imponer de nueva cuenta medidas de estabilización que tienden al alza de las tasas de interés.

El impulso liberalizador se ha frenado con el fracaso de Doha y pone en evidencia las restricciones que se han ido creando en el mismo proceso de globalización para extender las relaciones económicas y en este caso el comercio mundial. La onda expansiva de la liberalización fue amplia y rápida, y ahora parece que la economía entra en un periodo de reacomodo y posible contracción.

 
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