Editorial
Sida: obstáculos y perspectivas
Ayer se inició en esta capital la 17 Conferencia Internacional sobre el VIH/sida, encuentro que congregará a más de 20 mil personas de diversas nacionalidades, expertos mundiales y una serie de altos funcionarios, entre los que destacan el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon; la vicepresidenta de España, María Teresa Fernández de la Vega, y la directora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Margaret Chan, para hablar sobre la pandemia, desde perspectivas científicas, sociales, religiosas y políticas.
Es importante y alentador que esta reunión se realice por primera vez en América Latina, región que acusa severos rezagos sociales, altos índices de marginación y notables deficiencias en materia educativa; en la que, de acuerdo con información de la agencia de sida de Organización de las Naciones Unidas (UNAIDS, por sus siglas en inglés), en 2007 se produjeron alrededor de 140 mil nuevos casos de infección por VIH y murieron aproximadamente 63 mil personas por esa causa. Ante tales consideraciones, la conferencia internacional debiera ser el entorno propicio para generar en los gobiernos compromisos reales y políticas efectivas para luchar de manera frontal contra esta pandemia.
Desafortunadamente, tanto en esta región como en otras partes del orbe, además de los retos que esta enfermedad plantea para las víctimas, sus familias y las sociedades en general, persisten elementos como la ignorancia, los prejuicios y la desinformación, que no sólo inciden en la proliferación de los contagios por el virus, sino que propician el rechazo, la discriminación y la estigmatización de quienes padecen este mal en los ámbitos institucional, laboral, educativo, familiar y comunitario.
En ese sentido, dada la magnitud del problema a escala mundial, resulta inaceptable la presencia de posturas derivadas de sectores ultraconservadores; de las autoridades responsables de velar por la salud de la ciudadanía, como la recomendación, promovida como parte de los programas educativos de algunos gobiernos, de la “abstinencia y la fidelidad” como la “mejor” medida preventiva ante esa enfermedad. Estas posiciones dan cuenta del sesgo confesional de los funcionarios en el desempeño de cargos que demandan objetividad y apego al rigor científico, así como un empeño por ocultar un hecho connatural a la especie humana como es la sexualidad, y por incidir en una esfera que pertenece al ámbito privado y que debe, por ello, permanecer al margen de los designios de las autoridades.
Amén de lo anterior, debe señalarse que los programas de prevención por la vía de no ejercer la sexualidad generan una amenaza adicional para las potenciales víctimas del VIH-sida, como lo consagran informes de la organización Human Rights Watch sobre el caso de naciones africanas –Uganda, en particular– donde la aplicación de campañas de “sólo abstinencia” ha privado a los habitantes de información pertinente sobre medidas de prevención y, en consecuencia, los ha dejado en situación de mayor vulnerabilidad frente a los contagios.
La problemática demanda, en cambio, acciones gubernamentales orientadas a incrementar y mejorar la información sobre el uso correcto de preservativos y la asesoría especializada en temas de salud sexual y reproductiva, así como a garantizar el acceso universal, gratuito y sustentable a los tratamientos de antirretrovirales que constituyen, hoy día, la alternativa más eficaz para elevar la esperanza de vida de los enfermos. Por añadidura, se requieren soluciones integrales que incluyan el combate a las condiciones imperantes de pobreza, marginación y falta de educación, circunstancias que potencian los riesgos de contraer esta enfermedad y generan situaciones de exclusión adicional de quienes de por sí son excluidos.
La sociedad, por su parte, debe emprender acciones en dos vertientes: presionar a los gobiernos para que asuman la responsabilidad de poner en marcha las medidas necesarias para acabar con esta enfermedad y para que coloquen el tema en el centro de sus agendas políticas, así como llevar a cabo acciones de movilización encaminadas a sensibilizar a la población ante la magnitud del impacto de este mal.
En suma, sociedad y gobierno deben dejar de lado prejuicios, generar de manera conjunta soluciones en el corto, mediano y largo plazos, y frenar el avance de una enfermedad que lacera a una parte importante de la población mundial.