■ Denis Marleau y Stephanie Jasmin proponen un “perturbador” montaje
Las nuevas tecnologías sólo deben servir para crear un sueño escénico
■ Los ciegos, obra de Maeterlinck, permite impugnar la presencia viva del actor, dice el director quebequense a La Jornada
■ Ponen en juego “la soledad inherente a la condición humana”
Ampliar la imagen Escena de Los ciegos, montaje que UBU Theatre, fundada y dirigida por Denis Marleau, trae a México en el contexto del festival Transversales 2008. Imagen tomada de la página electrónica de esa compañía quebequense
La obsesión de la mirada y la soledad que imprimió en sus poemas y dramaturgia el escritor Maurice Maeterlinck (1862-1949), es llevada a sus límites por los creadores escénicos quebequenses Denis Marleau y Stephanie Jasmin, en Los ciegos.
El singular montaje se escenifica este miércoles y mañana jueves en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), en el contexto de Tranversales 2008. Festival Internacional de Escena Contemporánea.
Es una obra “inusitada y perturbadora” en las que se hace uso de las nuevas tecnologías que, entre otras cosas, permiten explorar y cuestionar sobre la presencia viva del actor en escena.
De visita por primera vez en México para participar en ese encuentro, Marleau, fundador y director de la compañía UBU Theatre, en entrevista con La Jornada –con la traducción de Ivonne Castro–, explica cómo es que las nuevas tecnologías –como el video y su utilización en el teatro– influyen en la práctica del actor y en la dramaturgia contemporánea.
Anterior a Les aveugles (Los ciegos), Marleau había montado otra obra de Maeterlinck, Intérieur (Interior), con actores en escena. En 1997 llevó a escena Los tres últimos días de Fernando Pessoa, de Antonio Tabucchi, obra esta última en la que Mar-leau profundizó su experimentación con el video al servicio de la puesta en escena y el personaje.
En la puesta de Los ciegos, de la oscuridad emergen 12 rostros que dialogan entre ellos, “en una naturaleza que deviene hostil como un purgatorio”.
En el texto, “los personajes no tienen nombre ni características sicológicas que los diferencien, salvo alguna que otra especificación como viejo, joven o loca, y algunas obsesiones distintas en cada uno”, comentó el multipremiado director quebequense.
Variaciones genéricas
La idea fue, explica Marleau, “reproducir seis veces el mismo hombre y seis la misma mujer, como dos variaciones genéricas de esas dos entidades fundamentales poniendo en juego la soledad inherente a la condición humana”.
Dicha obra de alguna manera “es continuación del trabajo iniciado con el relato de Tabucchi, en el cual el escritor portugués recibía en su lecho de muerte a sus dobles o heterónimos que eran interpretados por el mismo actor.
“Sin embargo, con Los ciegos toqué límites más radicales, ya que nos llevó a la desaparición del actor vivo en escena.
“Ya desde la obra sobre Pessoa, el toque ilusionista de esas proyecciones sobre máscaras se ha perfeccionado y la extraña ambigüedad que producen a nivel de la presencia de esos personajes responde –para mí– a la problemática de esos ciegos, cuya existencia indefinida se sitúa en algún lado entre la vida y la muerte.
“Por otro lado, este sueño escénico, curiosamente –se exhibe a lo largo del proceso– se une al deseo y la utopía del propio Maeterlinck.
“En sus escritos sobre el teatro, él desea deshacerse del actor, remplazarlo por algo más cercano a la escultura, a las estatuas de cera o a formas proyectadas, lo que se estaba empezando a explorar en ese fin del siglo XIX.
“Pensando en estos juegos de ópticas del pre-cine, que tanto fascinaron a Maeterlinck, nosotros decidimos subtitular a Los ciegos: fantasmagoría tecnológica, sobre todo en referencia a esas funciones de proyecciones espectrales que presentaba en criptas oscuras el belga Gaspard Robertson con su invención, el fantascopio, hacia 1799.
–En términos convencionales, la presencia viva del actor en escena es fundamental. ¿Cómo concibe Marleau esa presencia/ ausencia del actor en escena?
–Como Maeterlink –aunque en un contexto teatral evidentemente diferente–, yo concibo al actor como una especie de mediador entre el pensamiento de un texto y el del espectador.
“El actor se convierte de alguna manera en una pantalla, en una superficie que absorbe al espectador en lugar de tenderse hacia él.
“Para mí, esta idea de absorción viene de la presencia como algo misteriosos e inexplicable. ¿Por qué nuestra mirada está atraída hacia ese actor o actriz desde que él o ella entra en escena? ¿Por qué gracia un actor nos interesa más que otro, por su sola cualidad de ‘estar allí?
“Esta búsqueda en Los ciegos, sobre la ausencia/ presencia del actor confirma curiosamente, según yo, que es a menudo una especie de abandono de sí mismo, que el actor existe más por la aceptación de estar ‘solo’ en escena frente a nosotros, los espectadores. Y si a pesar de la ausencia de lo vivo en escena, la experiencia de Los ciegos puede existir y a veces sacudir al espectador, es justamente gracias a la interpretación de esos espectadores, a su capacidad de atracción y de entrega.”
–¿Por qué llamar teatro a esa experiencia?
–Como director de teatro, efectivamente, he creado Los ciegos sin proveer el destino de esta búsqueda escénica ligada a un texto teatral. Fue montada en 2002, en un museo de arte contemporáneo, de Montreal, donde yo efectuaba una residencia artística.
“Finalmente, después de haberlo presentado en el Festival d’Avignon y luego en el de Edimburgo, esta ‘experiencia’ se ha presentado en medio centenar de ciudades alrededor del mundo. Para mí esta búsqueda, así sea muy extrema, se inscribe completamente en mi recorrido teatral, aunque para el espectador esta experiencia de la representación será algo completamente diferente en relación con lo que está acostumbrado a ver.
“A lo largo de la función, puede ser que estará atrapado por la realidad sugestiva de las máscaras. Porque, en un momento dado, se abandonará para abrir paso a una experiencia de percepción, quizá más intensa en el plano de la oído que de la mirada. Los espectadores forman parte de este mismo espacio-tiempo que esos ciegos. Se les ofrece un espejo para ellos mismos, para su propia soledad.”
Presencia espectral
–¿Qué debemos entender por “la poética de la representación del fantasma”?
–Pienso que desde el nacimiento del teatro moderno, la cuestión de la representación del fantasma ha venido a preocupar a muchos directores.
“¿Cómo representar lo irrepresentable en escena, ya sea un doble o el fantasma, conservando el misterio de la ambigüedad de esas figuras?
“No hay concepto definido o acercamiento definitivo que responda a esto, sino más bien una búsqueda de solución escénica que se debe, a final de cuentas, resolver concretamente sobre el escenario y según culturas y parámetros textuales cada vez diferentes.
“En Los ciegos, la presencia espectral se da tanto por la materialidad de la máscara tridimensional como por la inmaterialidad de la proyección luminosa de la imagen viva de un rostro sobre esa máscara. Entonces, no podemos hablar propiamente de una imagen virtual que carezca de toda realidad.
“Es simplemente un acercamiento concreto y poético elaborado con herramientas técnicas de la actualidad, cuyo objetivo consiste en hacer existir en la escena una presencia espectral.
“Tadeus Kantor, con sus maniquíes, lo lograba de otra forma muy diferente y de manera magnífica.”
–¿Cómo influye el uso del video en la práctica del actor?
–En el caso de Los ciegos, el actor debe darme su confianza para entrar en una experimentación cuyas diversas etapas nos condujeron a su desaparición del escenario.
“Por ejemplo, interpretar el texto estando sólo presente mediante la voz y los minúsculos movimientos de expresión de su cara.
“Interpretar la trama –prosigue Marleau– completa de un personaje con sus réplicas, sus tiempos de escucha y sus reacciones a los otros y a los ruidos ambientales, sólo e inmóvil frente a una cámara.
“Esto significa un trabajo de abandono y disponibilidad interior y yo tuve la suerte de trabajar con actores de gran talento que poseen estas cualidades y esta apertura de espíritu.”
–¿Se podría hablar hoy día de una nueva dramaturgia en torno a la utilización o con base en las nuevas tecnologías?
–Pienso que el uso de tecnologías ligadas al sonido y a la imagen abre inevitablemente nuevos territorios de escritura escénica o inclusive otras maneras de escribir el teatro.
“Pero no se debe olvidar que estas nuevas tecnologías son utensilios para crear el juego, para desestabilizar, para crear sensaciones inéditas, y que todo depende de la libertad de la imaginación de cada uno para que se inventen nuevas formas.
“En Quebec, Robert Lepage o Daniel Danis son también la prueba; en Europa, Romeo Castellucci o Frank Castorf utilizan estas nuevas tecnologías de manera completamente personal.”
Soluciones imaginarias
–¿Cuáles son las virtudes y los prejuicios que se tienen sobre las nuevas tecnologías?
–Las nuevas tecnologías están aquí, existen y van a seguir expandiéndose, a ser cada vez más accesibles tanto en nuestra vida como en el teatro.
“En la escena, ellas forman parte de la caja de herramientas de todo escenógrafo y director de escena de hoy día en grados diversos.
“Pienso que su contribución es tan importante, como fue la aparición de la electricidad a finales del siglo XIX, pues transformó el espacio escénico, la relación sala-escenario y, últimamente, el trabajo del actor.
“El espectador también ha evolucionado, ha visto modificar sus percepciones, su relación con el tiempo y con el espacio con el uso de Internet, el celular, el GPS, la foto y el video numérico, etcétera.
“En suma, para mí no tienen ninguna otra finalidad sino que esos aparatejos tecnológicos puedan funcionar como medio de realizar un sueño escénico, de crear nuevas soluciones imaginarias.”
Con el auspicio de los gobiernos de Canadá y Quebec, Los ciegos –montaje con duración de 45 minutos a cargo de la compañía UBU Theatre– se presenta este miércoles y mañana jueves, a las 20 horas, en el teatro Juan Ruiz de Alarcón, del Centro Cultural Universitario (avenida Insurgentes Sur 3000).