■ El aislamiento de las manadas provoca degeneración genética
Inmobiliarias expulsan a osos de su hábitat en Nuevo León
Ampliar la imagen En imagen de archivo, uno de los osos que han sido avistados en los alrededores de Monterrey en busca de agua y alimento Foto: Reuters
Monterrey, NL, 14 de agosto. Aurora Cela estaba alistándose para ir a dormir cuando su vecina gritó: “¡Oso, oso!” y un gran animal negro corrió por su jardín trasero, rodeó su casa y salió a la calle.
Más de 30 osos americanos han sido vistos desde abril en jardines, albercas, escuelas y obras de construcción en Monterrey y sus alrededores en busca de agua y comida.
El auge inmobiliario en esta ciudad y la consecuente pérdida de bosques ha puesto en peligro el hábitat del oso americano, una de las especies que están extiguiéndose con mayor raapidez, según ambientalistas.
“Cuando vi el oso sentí que nos invadían, pero después me di cuenta de que somos nosotros los que estamos invadiéndolos”, dijo Cela fuera de su nueva casa, construida en lo más alto de una colina donde hasta hace unos años abundaban encinos y pinos.
Hasta mediados de la década de los ochenta la caza había mermado 80 por ciento la población local de osos negros y los puso en peligro de extinción en esta zona.
Un albañil fue detenido en junio por capturar un oso que después murió por dificultades respiratorias causadas por estrés.
El gobierno estatal ha repartido por toda la ciudad panfletos en los que pide a la gente no alimentar ni lastimar a los animales.
A pesar de leyes y medidas preventivas, el auge inmobiliario en una región árida es una nueva amenaza para el oso negro.
“La aparición de osos en la ciudad es un indicio de que se han cortado sus corredores biológicos. Hay grupos que ya no se pueden comunicar y acoplar, y han entrado en un proceso de endogamia y degradación genética”, destacó Angel Tovalín, consultor ambiental del gobierno federal en el norte de México.
En Canadá, Estados Unidos y México hay aproximadamente 600 mil osos negros, pero en el norte del país la población ha disminuido a unos miles debido a la deforestación y al crecimiento de las ciudades.
Parados en dos patas, estos osos, de pelaje negro y hocico café, llegan a medir más de dos metros. Es muy raro que lleguen a atacar a humanos.
Se alimentan de plantas, frutas y nueces, así como de carroña, pero recientemente, debido a la sequía, se han visto obligados a buscar alimento en basureros.
En Nuevo León se construyen cerca de 70 mil viviendas al año; sin embargo, activistas dicen que políticos corruptos han permitido a los desarrolladores edificar en áreas protegidas.
Funcionarios estatales niegan esas acusaciones y promotores de bienes raíces aseguran tener los permisos necesarios y sostienen que su actividad sólo satisface las demandas de una ciudad en crecimiento.
“Hemos sido satanizados, pero estamos trabajando dentro de la ley. Si construir en montañas fuera tan terrible, no existiría Suiza”, dijo Everardo Garza, líder de los constructores de vivienda de Nuevo León.