La Jornada Olímpica
■ Su hijo nunca llegará a concentrarse en algo, le dijeron a su madre
De niño, Michael no podía leer más de dos párrafos con atención
■ A su infancia llegó el estimulante Ritalín para tratar su hiperactividad
Ampliar la imagen Michael Phelps, a los ocho años de edad en el Aquatic Club NBAC
Pekín, 14 de agosto. “Su hijo nunca llegará a concentrarse en algo”, le dijo una maestra a Deborah Phelps, madre del deportista olímpico más exitoso de todos los tiempos.
“Yo le dije que quizá se estaba aburriendo”, recordó Deborah en una entrevista.
–“No es muy dotado” –fue la respuesta.
Deborah Phelps, quien durante 22 años se desempeñó como maestra, se molestó:
–¿Qué es lo que van a hacer para ayudarlo? –reviró.
De aquel Phelps de los primeros años de la década de los 90 al de hoy que arrasa en el Cubo de Agua hay una distancia enorme.
Ese niño que corría, saltaba y no podía leer más de dos párrafos sin perder la concentración es hoy el dominador absoluto de un deporte clave como la natación.
Sin embargo, éstas son las buenas épocas.
Antes, en la transición de la infancia a la adolescencia, el joven comenzó a crecer de manera desproporcionada, con enormes orejas, y al correr los brazos le llegaban más abajo de las rodillas.
Sus compañeros se burlaban y cuando Phelps golpeó a uno en el autobús escolar, le fue impedido subirse al transporte por varios días.
Entonces, la natación ya estaba en la vida de los Phelps.
Mientras Deborah sacaba adelante a la familia tras divorciarse de su esposo –un guardia estatal con quien Michael no mantiene relación– Whitney, de 15 años, estaba ranqueada primera a nivel nacional en 200 metros mariposa.
Charles Wax era el médico de la familia. Sus hijos también nadaban. Era buena oportunidad para observar a Michael, quien corría enloquecido en torno a la piscina.
Wax sugirió consultar a sus maestros y la respuesta fue dura: Michael no era capaz de calmarse, de estar en silencio, de concentrarse en algo.
Así fue que en la vida de Phelps entró el Ritalín, un estimulante para tratar la hiperactividad. El medicamento calmó al futuro campeón, pero a los 11 años él mismo pidió dejarlo. Se sentía estigmatizado al tener que ir cada día a la enfermería del colegio a tomar la píldora.
Para ese entonces ya era un nadador y su madre veía con asombro cómo el niño incapaz de estar quieto, podía sentarse por cuatro horas a la espera de sus cinco minutos en la alberca.
Bob Bowman, su entrenador de entonces y de hoy, estaba entusiasmado. “Lo veo en los trials para los Juegos de 2000, compitiendo en 2004 y batiendo récords en 2008. ¡Y en 2012 los Juegos serán en Nueva York!”, decía.
“Bob, detente. Tiene sólo 11 años”, respondió Deborah a Bowman, quien falló en sus predicciones, porque Phelps ganó seis oros en Atenas 2004 y a los 16 años fue el nadador más joven de la historia en batir un récord mundial. Los juegos de 2012, además, serán en Londres.
Hacer los deberes del colegio siempre le costó a Michael que, sin embargo, no dudaba en pasar horas frente al televisor analizando videos. Le pedía a su madre cenar frente a la tv para ganar tiempo.
“‘¿Ves? Ahí es cuando elevé la cabeza’... Yo no veía nada de lo que él veía, pero veía los videos. Una y otra vez, una y otra vez”, recuerda su madre, quien no en vano recibe tras cada triunfo un ramo de flores de Michael Pehlps, el niño salvado por el agua.