Usted está aquí: martes 19 de agosto de 2008 Opinión Mordiendo la bala

Marco Rascón
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Mordiendo la bala

Si no hay responsables ante la violencia, todos somos responsables.

Decían los rancheros en Chihuahua, cuando era niño, que al tirarles un balazo a las víboras siempre se les daba en la cabeza, no por buena puntería, sino porque la serpiente, agresiva y rápida, veía la bala venir y le tiraba la mordida al proyectil. Y en la lucha contra la inseguridad esto pareciera que les pasa al Estado, a las fuerzas políticas, a las instituciones públicas y privadas: atacan al crimen y todos terminan mordiendo la bala.

A la ciudadanía le ha pasado lo que a la rana: si la avientan contra el agua hirviendo salta y se protege; si la ponen en el agua fría al fuego, va sintiendo poco a poco lo caliente, no reacciona, porque es paulatino, y termina cociéndose. La sociedad vio la violencia a lo lejos y pensó que era tan lejana como la de Irak; no se dio cuenta de que ya estaba en su agua tibia al fuego y que la violencia lejana estaría en nuestra vida cotidiana.

Nuevamente, como hace cuatro años, el tema de la inseguridad vuelve a estar en primer lugar de la agenda nacional, en un México cada vez más polarizado, rebasado, y donde todas las medidas de forma caen ante la magnitud de la violencia y el delito.

Sesenta y cuatro secuestros al mes en lo que va del año dan un total de 448 y si se suma el número de ejecutados, que se extiende ya por todo el país, significa que hay nuevos miles de homicidas mexicanos que han asesinado a otro mexicano y que la espiral de violencia crecerá y se hará más cruenta.

En la percepción popular ya se instaló la idea de que la criminalidad y la impunidad provienen del desorden de la política y que la lucha entre partidos y gobiernos es la causa de fondo del crecimiento de la inseguridad. No basta ya la compra de equipos, patrullas nuevas, armamentos, creación de nuevas policías, renuncias, depuraciones, movilización del ejército, para detener la criminalidad.

Esta percepción no carece de fundamento, pues, ante la realidad que hierve y tras los cientos de muertos en el norte del país, lo sucedido en la discoteca News Divine y el asesinato del niño Fernando Martí, pese a que se pagó el rescate, el conflicto político, las batallas en otros temas y las fuerzas políticas forcejean tratando de no perder el esquema de la confrontación ideológica.

El caso News Divine afectó a un amplio sector popular, ése que criminaliza el Plan Giuliani por ser pobre y sin alternativas ni de empleo ni de educación, pero que segrega a barrios y zonas amplias de la ciudad de México. Si hubiese existido organización popular como hace años, la protesta hubiera ido más allá y se habrían organizado manifestaciones.

El asesinato brutal del niño Fernando Martí impacta a un sector no solamente acaudalado, sino también a una clase media cada vez más sometida a la incertidumbre de las deudas, a la caída del ingreso, la falta de oportunidades, la recesión y las quiebras de los pequeños comercios ante la competencia monopólica.

Ante las protestas y reclamos de los vulnerados, los gobiernos inmediatamente se victimizan y tratan de buscar el “origen oscuro” de ultraizquierdistas o de la derecha que los impugnan.

La clase política gobernante y los partidos muerden la bala frente a la criminalidad y el reclamo de justicia.

Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno, pareció entender que confrontar ideológicamente la movilización de un amplio sector social conmocionado por los secuestros, como hace cuatro años, era un error, por lo que, obligado ante el aislamiento político y el sentimiento de hartazgo dada la desorganización de la ciudad, asistirá al Consejo de Seguridad, cuyas resoluciones quizás sean de nuevo buscar la bala y tirarle la mordida. Esto abre la posibilidad de que la marcha del 30 de agosto pase a ser parte del juego de vencidas entre poderes y un solo sector social, un reclamo generalizado a los gobiernos y su incapacidad para explicar mínimamente y enfrentar con eficacia la violencia. La presencia en la marcha de los familiares de las víctimas del New Divine el 30 de agosto puede tener como significado unificar criterios o aislar al que cuestione su presencia. ¿Podrá la izquierda entender el reto y resolver la encrucijada? ¿Es con sectarismo y entregando el tema de la inseguridad al conservadurismo que se podrá avanzar?

Para el gobierno federal y su fracaso en sacar adelante su reforma petrolera, la marcha del 30 de agosto es una salida para el cambio de agenda, trivializar el debate, postergar la decisión y esperar mejores tiempos.

En ese sentido, el escenario para el primero de septiembre deja aislada la estrategia de tomar tribunas y el estridentismo. El Zócalo será ocupado por otros de manera masiva dos días antes y con otro tema. Habrá cambio de agenda y para ello se requiere una visión amplia, pues, si bien los peligros de privatización del petróleo existen, la violencia en aumento también, y esto hace compleja la coyuntura actual, ya que necesita alternativas verdaderas y no nada más tirar mordidas a las balas.

 
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