■ Competencia de Monopolio en Polanco
Afortunados pudieron comprar partes del país
Sueño efímero para todos los ganadores; sin embargo, disfrutaron bastante la acumulación de sus ficticios millones de pesos que, cuando menos, los plantaron en una marca que se presume mundial respecto de la cantidad de participantes simultáneos que se adentraron en los vericuetos del entretenimiento.
La reunión intentó contribuir a la implantación de un récord sobre al número de personas que jugaron Monopoly, cuya versión para las familias mexicanas de antaño o premodernas es Turista, otro entretenimiento de mesa que tuvo su buena cauda de adeptos.
Los propósitos, que se realizaron en un amplio recinto de los rumbos de Polanco, tuvieron un poco más del éxito previsto, pues la asistencia rebasó el centenar de personas que se esperaban, y seguramente también en las otras 10 sedes mundiales se sobrepasó la cifra de mil jugadores.
El detalle del juego –que según Ilhiana Rojas Saldaña, directora de mercadotecnia, fue creado por un ingeniero estadunidense en la segunda mitad de los años 30 del siglo pasado– fue que la empresa Hasbro lanzó un tablero con casillas mexicanas, lo mismo ciudades que monumentos o productos de lugares del país.
Así, por ejemplo –y quizá premonitoriamente–, las ruinas del Tajín, el malecón del puerto de Veracruz, el Jarabe Tapatío y hasta el mismísimo Angel de la Independencia, tienen precio.
La jugada se dio por la mañana y la oportunidad de acumular propiedades fue muy democrática: tanto asistieron ejecutivos que se daban tiempo de atender sus negocios mediante el celular, que amas de casa o jóvenes en edad escolar que le robaron tiempo al libro para un rato de solaz y esparcimiento.
El ficticio banco entregó a cada uno de los participantes, de igual condición que el emisor, 15 millones de pesos. En adelante, el azar y las habilidades financieras de cada quien fueron preponderantes, casi como en la realidad, salvo que en este juego los ricos visitaron la cárcel y hasta se vieron obligados a pagar impuestos.