Ciudad Perdida
■ Sin remedio, la izquierda perredista
■ Recoger migajas, salida
Cuentan que la propuesta llegó a la mesa de discusiones después de otro análisis de la situación. Las quejas eran todas, y el horizonte electoral, si bien no se halla tan cerrado como hace tres años, tampoco promete triunfos de escándalo para Izquierda Unida, que tendrá que luchar en serio para recuperar lo que cedió en las elecciones pasadas.
Fruto de la realidad, y de la necesidad de crear nuevos ámbitos de credibilidad, en una reunión entre las fuerzas principales de esa corriente perredista se lanzó, por fin, un latigazo de verdad que aunque caló profundo, no logró desviar el camino que parece llevar a ese partido a la debacle.
Tan sencillo como tomar la decisión: dejar el PRD y aliarse con cualquiera de los partidos del Frente Amplio Progresista o aventurarse a la creación de un nuevo organismo que permita, a los de esa fracción de la izquierda, transitar por el campo electoral con un perfil más acorde con lo que esperan sus bases.
La oferta dejó en silencio a los concurrentes por un momento, pero no tardaron en recuperarse del impacto –aunque todos saben cuál es su situación dentro del partido, nadie se atreve a decirlo–, y todos se negaron a tomar cualquiera de las dos vías que señalaba la propuesta.
Los argumentos para no dejar a ese partido fueron los mismos de siempre: ya no hay tiempo para fundar otro organismo político electoral si se quiere llegar con fuerza al 2009; no se puede dejar en manos de otros lo que le ha costado tanto trabajo a quienes de verdad han luchado por las causas de la izquierda, en fin, retórica para adornar la cobardía y la incapacidad de renunciar a los favores que ahora les prodiga el partido que, de acuerdo con todos, se ha podrido.
El supuesto es que la elección que sigue tendrá, cuando menos en la ciudad de México, muchos más representantes de Izquierda Unida que ahora, y el camino, que ahora se mira equivocado, se podrá rehacer para dar sentido al quehacer de la izquierda.
Sin embargo, la realidad es otra, y la opción escogida por IU parece ser la más difícil porque entraña su derrota anticipada en el PRD, aun antes de empezar la batalla, cosa que desde el otro lado se sabe y se evalúa con máximo rigor.
Esto porque la decisión fue, se crea o no, buscar acuerdos con las fuerzas antagónicas dentro del partido, negociar, como se dice en la jerga de los entreguistas, cuando desde ya se sabe que el lado que le toca a IU es el de los perdedores: el PRD está cercado por sus oponentes.
Es decir, de aquí a 2009 no hay ninguna posibilidad de recomponer las cosas, ni ellos, Izquierda Unida, tienen la fuerza para cambiar el destino que ya se les ha trazado, y no precisamente desde dentro de ese partido.
Parece entonces que el camino para no perder a su partido, es perderlo, recoger lo que se les quiera dar –mediante la negociación–, y pensar que se sale de la batalla con toda la derrota pero sin perder algunos de los negocios políticos –delegaciones, diputaciones locales, entre otros– que les permitan la sobrevivencia. Ni modo, lo único cierto aquí es que unos y otros parecen hechos de lo mismo. No hay remedio.
De pasadita
Ahora nada más falta que como los mexicanos iluminados exigen respuestas rápidas, sean como sean, contra la grave crisis de seguridad que vive el país, las autoridades, por ejemplo las del Distrito Federal, tomen el garrote, se venden los ojos y lancen palos de ciego en búsqueda de soluciones que no ataquen de fondo el problema estructural de la violencia. Cuidado, la urgencia es parienta muy cercana de la represión, que nada remedia y todo lo daña.