Usted está aquí: lunes 1 de septiembre de 2008 Opinión Aprender a Morir

Aprender a Morir

Hernán González G.
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■ Terapia alpina

Correos en varios tonos provocó el testimonio de Lu acerca de su curación, sin cirugía ni quimioterapia (Curarse sin dañarse, La Jornada, 21/07/08), de un cáncer de útero. No faltó quien se escandalizara –beatos al revés– porque recurrió a la homeopatía, flores de Bach, yoga, meditación y kábala, pero hubo también quien se alegró por tan positivos resultados.

Francisco Olvera ([email protected]), anestesiólogo, escribe: “Hace nueve años se me diagnosticó el linfoma renal, ingresé al Centro Médico Nacional (CMN )con secuelas graves y un solo riñón funcionando; mis colegas oncólogos me calculaban entre seis y ocho meses de vida. Acepté de inmediato la quimioterapia y la jefa de hematología del CMN, doctora Edna García, que me prohibió pensar como médico y actuar como lo que era, un paciente más, no sólo orientaba, sino que nos alentaba a usar cualquier medicina alternativa que deseáramos, pero sin dejar la alopatía.

“Llevo siete años practicando una terapia que por añadidura es mi pasión: el montañismo. Cada año un nutrido grupo de pacientes y sus familiares realizamos caminatas al Iztaccíhuatl (www.terapiaalpina.com) donde suceden auténticos milagros emocionales, pues al compartir experiencias y sacar temores convierto en virtual alpinista al enfermo de cáncer para retornar a su tratamiento, ahora con la poderosísima actitud de aceptación y de ahí a un camino que va como un ascenso del sufrimiento a la paz.

“Lo expresado por Lu es riesgoso –agrega el doctor Olvera– ya que puede confundir y llevar a mayores daños a quien pretenda seguir su camino. No es mi intención desvirtuar su extraordinaria experiencia ni negar los beneficios encontrados, pero le recuerdo que no hay enfermedades sino enfermos, cada caso es diferente, así sea el mismo tipo de cáncer, por lo que no se puede generalizar una experiencia individual…

“A veces lesiones premalignas se califican de cáncer, que con antioxidantes y la mejor de las medicinas, desde mi punto de vista, la espiritualidad, se revierten hasta la curación total. O a veces la estirpe histológica es de bajo grado por lo que la sobrevivencia con buena calidad de vida es hasta de 10 años sin quimio. Harto sabido es la dieta vegetariana, cambio de estilo de vida y sobre todo el despertar de conciencia que nos lleva a ser uno con Dios, creando bienestar y curación. La práctica del perdón permite vivir a plenitud el famoso aquí y ahora que en nuestra terapia alpina tiene su expresión más elevada en la aceptación del bien morir y el derecho a una muerte digna.”

 
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