33º Festival de Toronto
Toronto 2008:¿un salto sobre el vacío?
Dados los reportes de decepción sobre el actual festival de Venecia, le toca a su competidor norteamericano, el popular festival de Toronto, tomar la delantera.
En su edición 33 –que se inicia hoy– el festival, sólo competitivo en su sección dedicada al cine canadiense, ofrece un total de 249 largometrajes (una veintena menos que el año pasado), repartidos en las diferentes secciones que se han vuelto tradición, desde las galas hasta el apartado documental, incluyendo la vanguardia experimental y el horror de medianoche.
Si bien la programación de Toronto, como la de Venecia, ha sido afectada por la huelga de guionistas del año pasado –que significó un retraso en la compleción de varios títulos atractivos–, en términos de negocio, un número importante de distribuidores internacionales prefiere evitar los altos costos del Lido veneciano, ahorrarse sus euros y hacer sus compras en un mercado bastante más amigable.
Para la prensa acreditada sigue siendo una opción óptima para ponerse al día en cuanto a la producción sobresaliente del año.
No sería descabellado comparar las posibilidades de Toronto con un juego de azar. A uno le puede ir bien o mal, dependiendo de las elecciones que haga entre la abrumadora cantidad de proyecciones diarias.
Después de la numerosa participación del cine mexicano en 2007, este año se ha regresado a la cuota habitual de dos películas: el premiado documental Intimidades de Shakespeare y Víctor Hugo, de Yulene Olaizola, y Voy a explotar, tercer largometraje de Gerardo Naranjo.
Otro mexicano, el guionista Guillermo Arriaga, presenta la producción estadunidense The Burning Plain (se podría traducir como El llano en llamas), su debut como realizador.
La presencia de las otras dos industrias cinematográficas de Latinoamérica es más fuerte.
Argentina presenta cinco largometrajes: Leonera, de Pablo Trapero; Liverpool, de Lisandro Alonso; El nido vacío, de Daniel Burman; Los paranoicos, de Gabriel Medina, y Salamandra, de Pablo Agüero; mientras Brasil está representado por Blindness, de Fernando Meirelles, Era uma vez, de Breno Silveira; Linha de passe, de Walter Salles y Daniela Thomas, y Última parada 174, de Beto Brant.
La presencia latinoamericana es redondeada por Acné, del uruguayo Federico Veiroj; Dioses, del peruano Josué Méndez, y Tony Manero, del chileno Pablo Larraín. Varias ya habían sido estrenadas en Cannes, y tanto la cinta de Arriaga como la de Naranjo acaban de revelarse en Venecia. Pero son primicias para el público norteamericano.
La ausencia de las más recientes películas de Sam Mendes (Revolutionary Road), Ridley Scott (Body of Lies), Oliver Stone (W.) o Gus Van Sant (Milk), que en otras circunstancias habrían sido candidatas seguras a programarse en Toronto, se explica posiblemente por el mencionado retraso de producción provocado por la huelga de guionistas. Si bien tampoco se han programado la ganadora de Cannes, Entre les murs, de Laurence Cantet, ni Changeling, de Clint Eastwood (anunciada a estrenarse hasta fines de octubre).
De hecho, Toronto sólo anuncia un par de películas de autores hollywoodenses de prestigio: Burn After Reading, un regreso a la comedia de los hermanos Coen, y Miracle at St. Anna, la cinta bélica de Spike Lee. La apuesta será, entonces, por lo desconocido.