Tras las huellas del Big Bang
Científicos europeos arrancan el Gran Colisionador de Hadrones para recrear el origen del universo
Ginebra, 10 de septiembre. Todo era silencio en el comienzo del mayor experimento científico de la historia, a las 9:30 de la mañana, hora de Suiza.
Nada de banderas ni porristas: sólo un pasmoso silencio, tan pesado que hasta los 300 periodistas ahí reunidos callaron.
Una máquina, cuya construcción tardó 13 años, a un costo de cerca de 10 mil millones de dólares, fue encendida por vez primera.
Nada ocurrió. Mala noticia para quienes hacían cobertura en vivo y que supuestamente debían capturar la emoción del momento. El director del proyecto de la Organización Europea de Investigación Nuclear (CERN, por sus siglas en inglés), Lyndon Evans, estaba allí, con su nuevo artilugio y 6 mil científicos y técnicos a la mano, y un micrófono adosado a la camisa para recoger cualquier expresión que murmurara mientras el mundo aguardaba… y la máquina no funcionó.
La reputación de la ciencia europea colgó de un hilo durante cuatro minutos, hasta que al fin la pantalla de la computadora del centro de control indicó que algo ocurría.
Este miércoles era el día más importante para la ciencia europea en décadas. Era el principio del experimento científico más costoso de la historia. También fue el más grande ejercicio de relaciones públicas jamás montado por la comunidad científica europea.
La falla fue causada por un problema criogénico. La temperatura en el interior del Gran Colisionador de Hadrones (LHC, por sus siglas en inglés), el acelerador de partículas construido por la CERN, es lo más cercano al cero absoluto que se puede llegar. Es más frío que el espacio exterior.
Alrededor del túnel subterráneo de 27 kilómetros hay 6 mil 500 magnetos con poder suficiente para provocar que los protones lanzados hacia el LHC aceleren a más de 99.99 por ciento de la velocidad de la luz. Si uno de esos miles de magnetos está un grado más caliente de lo que debe o un milímetro fuera de posición, puede arruinar el experimento.
La noche del lunes, los ingenieros descubrieron que algo andaba mal y se pusieron frenéticamente a componerlo. El turno de la noche del martes descubrió más problemas, pero a las nueve de la mañana del miércoles se dijo que todo estaba arreglado. Luego vinieron momentos cargados de fatalismo, cuando pareció que todo había resultado mal.
Por fin, un haz de protones comenzó su lento avance alrededor del circuito de 27 kilómetros. Fue detenido en ocho puntos para asegurar que se moviera en una ruta perfecta. En el punto seis pareció que habría que desechar ese haz y empezar el experimento desde el principio, porque estaba oscilando, pero se corrigió el problema.
A las 10:26 horas se produjo una estruendosa ovación cuando el haz regresó al punto de partida, luego de completar el circuito de 27 kilómetros en menos de una hora.
El túnel del LHC contiene dos tubos que son pistas de carreras para protones. En la primera, el haz viajó en el sentido de las manecillas del reloj. La siguiente tarea fue enviar otro haz en sentido contrario por el otro tubo. Éste volvió a la base a eso de las 15 horas, ante otra aclamación atronadora. Y eso fue todo en el día uno de vida del LHC: un buen día, aunque sólo quedó demostrado que la máquina funciona.
“Es sólo el principio del proceso. Puede llevar años ponerlo en funcionamiento total”, señaló Rüdiger Schmidt, científico a cargo de la adecuación del equipo. Falta mucho para que se produzcan respuestas a los grandes misterios del universo, como qué es la “materia oscura” y si hay más de tres dimensiones en el universo.
Cuando esté en plena operación, el LHC lanzará haces de protones por los dos tubos en dirección opuesta. Estos se intersectan en cuatro puntos, donde los protones cargados de energía se estrellarán y unirán, y replicarán las condiciones que existían a menos de un nanosegundo después del Big Bang. Arriba de cada intersección existe una estación de investigación en la que unas computadoras leerán los datos de las colisiones. El complejo es tan vasto, que los visitantes necesitarán un pasaporte para pasar de una estación a otra, pues tendrán que cruzar la frontera franco-suiza.
El LHC no es el primer acelerador de partículas en el mundo, pero sí el más poderoso. En Estados Unidos se abandonó un plan de construir uno de esta magnitud por el costo.
Europa es líder mundial en física experimental de partículas. Los descubrimientos que se hagan en el LHC, imposibles en otro lugar, podrían significar premios Nobel para los físicos británicos Stephen Hawking y Peter Higgs si se demuestran sus teorías. Pero el profesor Jordan Nash, del Colegio Imperial de Londres, quien ayudará a analizar los datos del LHC, comentó: “No se trata de premios. Todos lo hacemos por una curiosidad fundamental sobre el funcionamiento del universo. Aprenderemos de qué está formada la naturaleza, no de qué creemos que está formada”.
The Independent
Traducción: Jorge Anaya