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Aprendiz de Brujo De cómo las mañas clientelares tricolores se tornaron blanquiazules Cáncer del campo y del país, el corporativismo de Estado no remitió en 2000 con la alternancia de las derechas en el poder. Igual que antes el PRI, el PAN apela al clientelismo social como instrumento de control. Pero si el corporativismo de la “revolución hecha gobierno” fue tragedia, el neocorporativismo panista resultó comedia de enredos. Pese a ser electoralmente redituable, socialmente desmoralizador y políticamente peligroso, el clientelismo blanquiazul es apenas remedo del vertical y disciplinado gremialismo de Estado que fuera lastre estabilizador de la nave nacional en los años del “partido casi único”. Corporativismo de los tiempos heroicos que desmerece cuando el reformismo posrevolucionario pierde impulso, se tambalea en los 70s del siglo pasado al agotarse el llamado “desarrollo estabilizador” fincado en el mercado interno y por tanto económicamente redistributivo, y entra en crisis terminal durante los 90s cuando los tecnócratas imponen un modelo extrovertido y excluyente donde aun con crecimiento no habría bienestar para las mayorías. Víctima de desprendimientos que se intensifican en el último tercio de la pasada centuria; desairado y traicionado por los tecnócratas de su propio partido; desertado por sus bases, a las que ya no puede “bajar” en la proporción de antes las nutricias dádivas del Estado social, el corporativismo histórico llega tambaleante a la alternancia. Y la pérdida del Poder Ejecutivo federal por el PRI es un nuevo revés: algunos gremios, como los que agrupa el Congreso del Trabajo, se desmadejan; otros, como el magisterial que regentea Elba Esther Gordillo, logran recrear la habitual relación chantajista-clientelar, ahora con los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón, y otros más, entre ellos los rurales, se empeñan, con éxito desigual, en forzar la puerta de los secretarios de Estado blanquiazules que son los que ahora manejan las arcas presupuestarias. En el ocaso del sexenio pasado la carroza de Fox se volvió calabaza . Más próximos a la sórdida picaresca priísta que a la impoluta derecha democrática que presumían ser, los panistas resultaron tepocatas y víboras prietas del montón. Porque el poder corrompe y es adictivo, pero también porque lo que está en juego es el proyecto de país oligárquico y trasnacionalizado y ante esto las derechas se amanceban y comparten mañas. El presunto “gobierno del cambio” defrauda al México raso porque su proyecto económico resultó ser el de los tecnócratas del PRI, pero también porque su modelo político reproduce sin recato las trapacerías habituales del viejo régimen. Así, al mediar la pasada administración, el PAN exhibe la fragilidad de sus convicciones democráticas empleando impúdicamente los dineros de la nación en el amarre de sus propias clientelas corporativas. El Programa de Capacitación en Programas Federales es un manual que el Grupo Parlamentario del PAN le encargó a Arnulfo Montes Cuén, ex priísta ducho en comprar fidelidades campesinas con gasto público. Ahí se explica cómo “generar, a través de la gestión, estructuras sociales que le den fuerza a Acción Nacional en los próximos procesos electorales” y cómo “integrar a la población del campo mexicano a organizaciones civiles identificadas con el PAN”. Debidamente instruidos por el experto en ordeñar presupuestos, los diputados blanquiazules solicitaron a la panista Josefina Vázquez Mota, cabeza de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso), 330 mil apoyos del programa Adultos Mayores, la incorporación de 11 mil familias al padrón de Oportunidades y casi 10 mil ingresos al Programa de Empleo Temporal (PET), entre otros recursos. Al panista Javier Usabiaga, de la Secretaría de Agricultura, le pidieron, además de otros apoyos, 900 millones de Alianza para el Campo para distribuir en 28 estados. Y así. Según se lee en las cartas cruzadas con José de Jesús Castellanos, titular del PET: “que dichas solicitudes, tal como habíamos acordado, nos sean presentadas para que pueden ser validadas y eventualmente autorizadas (...)” y en las intercambiadas con Rodolfo Guzmán, secretario técnico de Oportunidades: “la entrega de esta base de datos (11 mil seis familias del padrón de Oportunidades) cumple uno de los acuerdos en nuestra reunión de trabajo (...) con el propósito de encontrar juntos vías para atender su petición”. Y con base en el balance titulado “Principales logros y avances en programas federales”, así como en otros informes del diputado Jorge Luis Preciado, puede afirmarse que entre 2004 y agosto de 2005 los legisladores panistas consiguieron “una inversión superior a los mil 300 millones de pesos”, provenientes de los programas PET, Adultos Mayores, Apoyo Alimentario, Vivienda Rural, Opciones Productivas, Reconversión Productiva, Maquinaria Cañeros, Apoyos Directos, Fondo de Apoyo a Proyectos Productivos Agrarios y Programa de la Mujer en el Sector Agrario. Para esto fue necesario apurar al subsecretario de Egresos de la Secretaría de Hacienda, Carlos Hurtado, con el propósito de que liberara rápido el dinero, y urgir al subsecretario de gobierno de la Secretaría de Gobernación, para que interviniera con Sedeso y se diera “cumplimiento al acuerdo hecho por el titular de dicha secretaría desde el 19 de agosto pasado con un grupo de 35 diputados pertenecientes al Grupo Parlamentario del PAN (...) consistente en apoyar las poco más de mil 300 solicitudes para el programa de Vivienda Rural”. (La información, en Jesusa Cervantes, “Dinero público a la campaña de Calderón”, Proceso, 1540, 7 de mayo 2006, y Jesusa Cervantes, “El PAN compra el voto rural”, Proceso, 1541, 14 de mayo 2006). Cuén se distanció del PAN, pero pronto puso sus habilidades al servicio Alianza Democrática Nacional, organización encabezada por el senador Enrique Bautista, aliado de la corriente Nueva Izquierda del PRD, que tras una huelga de hambre y una foto con Felipe Calderón, logró 400 millones cash y la promesa de mil millones más, para cuya gestión formal se solicitaron los calificados servicios del ex priísta y ex panista. Su última hazaña conocida fue ocupar la secretaría técnica de la Comisión de Derechos Humanos del Senado, de la que fue despedido cuando su presidenta, la senadora Rosario Ibarra, descubrió que en realidad Cuén trabajaba para el priista Manlio Fabio Beltrones. Toda una ficha. Pero el corporativismo rural panista no arranca en 2004, tiene antecedentes. En 1998, cuando Felipe Calderón era presidente del PAN, fundó en Irapuato, Guanajuato, la Liga de Acción Agraria, en presencia de seis mil campesinos pastoreados por el gobierno estatal, entonces encabezado por Vicente Fox. A mediados de 2004, en un evento del más puro corte priísta, repleto de acarreados y con presencia del ya entonces presidente Vicente Fox; del secretario de Agricultura, Javier Usabiaga; de la responsable del Desarrollo Social, Josefina Vázquez Mota; del titular de Economía, Fernando Canales; del encargado de la Secretaría de Medio Ambiente, Alberto Cárdenas, y de Florencio Salazar, quien era titular de la Secretaría de Reforma Agraria, el PAN anunció la creación de la Unión Nacional Integradora de Organizaciones Solidarias y Economía Social (Unimoss) y del Programa de Acción Rural (Plantar), que según Luís Felipe Bravo Mena, entonces presidente de Acción Nacional, deberían organizar a “los cientos de miles de campesinos y hombres del campo que son panistas”. Para mayor evidencia de que los blanquiazules han adoptado la costumbre tricolor de uncir las organizaciones sociales a los partidos y a los gobiernos, la cabeza de Unimoss resultó ser Javier López Macías, que en unos días pasó de distribuir recursos públicos a las organizaciones rurales, como director operativo del Fondo Nacional de Empresas en Solidaridad (Fonaes), a dirigente de las mismas agrupaciones. Y su desempeño como líder social es pasmoso: en menos de tres años Unimoss pasó de agrupar poco más de mil agremiados a tener medio millón de socios, 300 empresas integradoras y seis mil organizaciones de productores. El mismo 2004, y gracias a la esforzada labor de los diputados del blanquiazul, el neocorporativismo panista embarnece con 22 flamantes organizaciones clientelares, como la Federación Nacional de Productores Agropecuarios Forestales y Pesqueros A.C (Fenpa) y el Organismo de Productores Agropecuarios, Ganaderos y Acuícolas Nacional (Opagan), entre otros muchos nombres y siglas como Opamex, OPS, ABC, Opasur, Movimiento Campesino, AC, etcétera. Todo iba en caballo de Hacienda, hasta que el cochinero se destapó porque en 2006 el expriísta Montes Cuén, coautor del plan y fundador de Fempa, fue requerido de entregar a la campaña electoral de Felipe Calderón la mitad de 55 millones obtenidos del programa Vivienda Rural. Cuando se hizo pato, Sedeso le retiró el recurso para transferirlo a la presuntamente más dócil asociación Huehuetépetl, y Cuén denunció el caso ante la Procuraduría General de la República (Alma E. Muñoz, “Admite organización comunitaria que el PAN la usó para triangular recursos”, La Jornada , 19 de mayo, 2006). El que con tepocatas se acuesta... Marginalidad y pobreza son marca de fábrica del capitalismo desmecatado que desde hace un cuarto de siglo impulsa la derecha mexicana representada por la mancuerna PAN-PRI. Un modelo crudamente neoliberal donde no hay márgenes de verdadera inclusión societaria, ni siquiera en el modo disparejo que caracterizó a los gobiernos de la “revolución hecha gobierno”. Y sin un modelo económicamente redistributivo y socialmente integrador, la legitimidad del orden político siempre será precaria si no es que inexistente. Inseparable del Estado social posrevolucionario, el viejo corporativismo no volverá. Pero, aunque mellado su filo legitimador, el empleo clientelar de los dineros de la nación, que hoy practican los aprendices de brujo blanquiazules, se monta sobre una añeja y viciosa relación paternalista Estado-sociedad –que en México es cultura–, llenando de piedras el camino de los movimientos societarios emergentes que reclaman derechos pero ejercen la autonomía, y poniendo obstáculos a la edificación de una nueva ciudadanía que ya no se le hinca al ogro filantrópico –como lo bautizara Octavio Paz–, un autócrata achacoso pero marrullero que debe ser maniatado antes de que haga más estropicios. Por todo ello, en el primer aniversario del suplemento decidimos abordar algunos aspectos del neoclientelismo rural. Tema del mes en el que además de los artículos de nuestros colaboradores, incluimos una investigación propia sobre el destino de los dineros públicos. Armando Bartra |