■ El legendario Eugenio Barba y parte de su Odin Teatret se encuentran en México
Las nuevas generaciones de creadores necesitan “más pasión para hacer teatro”
■ La cuestión en la compañía es convertir en implosión a escala actoral lo que antes fue explosión de energía, dice
■ Con la muerte de Grotowski se terminó toda una época en ese arte, evalúa
Ampliar la imagen El creador escénico y téorico teatral Eugenio Barba, captado ayer, en las instalaciones del Centro Nacional de las Artes Foto: Jesús Villaseca
Hoy día a las nuevas generaciones de creadores teatrales –a diferencia de autores como Stanislavsky, Meyerhold, Grotowski, Eisenstein, Gordon Craig, Copeau y Piscator, entre otros–, les hace falta más pasión, ser intransigentes, inquietud para pensar y hacer teatro de una manera distinta, expresó Eugenio Barba.
Considerado uno de los creadores escénicos y teóricos teatrales más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, Barba es director y fundador del Odin Teatret, de Dinamarca (1964), quien se encuentra de nuevo en nuestro país con parte de su compañía, para presentar una serie de espectáculos, talleres y conferencias con énfasis en la formación del actor.
Aunque Barba ha regresado a México cada dos o tres años, desde 1996 no se presentaba aquí con tan amplio programa de actividades.
La función social del teatro
Como teórico, Eugenio Barba ha desarrollado el concepto de antropología teatral, el cual define como “el estudio de los principios técnicos del actor.
“Por ejemplo, cuando se estudian distintas tradiciones, estilos o géneros, un bailarín de clásico es diferente de uno de danza moderna, así como un actor que hace teatro de calle, a aquel que interpreta textos clásicos.
“Los principios que están determinados por esas formas pueden dialogar entre sí, pues todos intentan desarrollar la presencia escénica del actor o bailarín, para poder aprender a hacer algo. Son esos principios lo que la antropología teatral ha detectado mediante en estudio comparativo de las diferentes formas, tradiciones o géneros.”
El Odin Teatret actualmente está conformado por actores y colaboradores de 15 países de todos los continentes. Y en la agrupación han permanecido, por más de 35 años, los ocho actores fundadores.
Entre los desafíos de la compañía –además de enfrentarse a la reducción de las subvenciones–, se encuentra “cómo mantener una calidad, que la debilidad físico-biológica ya no nos permite”, explicó Eugenio Barba.
“Nosotros tenemos actores cuyas edades van de los cinco a los 65 años. Es muy diferente de cuando teníamos 30.
“La cuestión es cómo adaptar esa pérdida de energías vitales, de manera que lo que antes era explosión, hoy pueda ser implosión a escala actoral.”
Para Barba, con la muerte de Grotowski, en 1999, uno de sus más importantes maestros, se terminó toda una época del arte teatral.
“Las generaciones posteriores –explicó Barba– ya no tienen la misma pasión de impulsar una revolución teatral, como Stanislavsky, Meyerhold, Eisenstein, Gordon Craig, Copeau, Piscator y Brecht, entre otros, quienes cambiaron la manera de pensar y hacer teatro.”
Todos ellos, incluyendo a The Living Theatre y Grotowski, “pensaban que el teatro no sólo se ve con los ojos, sino también a través de ellos, es decir, cuando se asiste al teatro, el público ve con los ojos un espectáculo que lo puede entretener, seducir o hacer reflexionar, empero, ver mediante los ojos significa que el espectáculo teatral una vez concluido ha dejado cierta presencia de otra vida en el espectador.
“Esa vida algunos la llamaron función social o política del teatro, otros pensaron que podía ser terapéutica, otros didáctica, otros más pensaron que esa trascendencia, que va más allá del espectáculo, desaparece al terminar éste.”
El compromiso de reinventar
Sin embargo, para el creador escénico Eugenio Barba, el teatro “sigue vivo luego de terminar el espectáculo, como un virus, una presencia, un fantasma; en la memoria y en los sentidos del espectador”.
Eso era “lo que pensaban los mencionados creadores, con distintas palabras y prácticas, en algunos casos hasta contrastantes, pero siempre –destacó–, con la misma pasión, como resultado de una creatividad individual y de su no querer adaptarse al contexto que les tocó vivir, por eso inventaron otro teatro, su teatro.
“Hoy día –prosiguió Eugenio Barba– esa pasión, cierta intransigencia que sostuvieron esos directores escénicos, esa manera de pensar el teatro, hace falta, pues cada generación de jóvenes creadores tiene que reinventar el teatro y darle un sentido a sí mismo y a lo demás.”