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Hablan líderes y asesores de organizaciones rurales El Clientelismo: Una Plaga Clientelismo multicolor Víctor M. Quintana S. Frente Democrático Campesino de Chihuahua. A pesar de transiciones y alternancias el clientelismo sigue ahí, en el campo coleteando, terco como el terminator de la película. Tal vez el clientelismo nace con la sociedad patrimonialista de las haciendas. La total desprotección de los peones acapillados y la cuasiomnipotencia de los hacendados hacen emerger una “cultura política de los favores”: es decir, los peones reciben un favor del patrón y ellos a cambio le hacen el favor de someterse a él en lo laboral, en lo social, en lo económico y hasta en lo sexual. A esta cultura de los favores, propia de la sociedad tremendamente desigual del porfiriato, escaparon las comunidades indígenas y las comunidades de rancheros libres, como los habitantes de los pueblos del oeste de Chihuahua. En estas sociedades mucho menos desiguales el clientelismo no pudo sentar bien sus reales. La gran participación campesina en la Revolución de 1910 y en las luchas agrarias de los años posteriores parecía anunciar el fin del clientelismo, al crear los “gobiernos emanados de la Revolución” ciertas condiciones para la emancipación, como el reparto de tierras. Sin embargo, como señala Armando Bartra en Los Herederos de Zapata, a la vez que Cárdenas arma a los agraristas, les pone una rienda para controlarlos: la Confederación Nacional Campesina (CNC). Setenta años de priísmo-cenecismo, de canalizar prestaciones económicas, sociales y políticas sólo por su intermediación, tienen un enorme impacto en la consolidación evolutiva del clientelismo en el campo: logran domeñar a los solicitantes de tierra y a una buena parte de los ejidatarios y de los pequeños propietarios. La ingeniería cenecista-priísta de la manipulación y el control genera una cultura política no de derechos, sino de favores, de sumisión al líder. Y, lo peor, en muchos casos destruye la autoestima colectiva, la confianza en sí mismos, como individuos y comunidades de los hombres y las mujeres del campo; consideran que no pueden ser sujetos individuales y colectivos de su propia transformación y mejoramiento de sus condiciones de vida, y que todo depende de los favores que les puedan dispensar a cambio de su sometimiento. Parecía que todo esto iba a terminar con la alternancia en el año 2000, la consolidación de instituciones democráticas y la competencia entre las organizaciones campesinas. Pero no, el clientelismo, como el terminator resurge, así sea sólo un pedazo de brazo mecánico. Su pervivencia la generan varios factores: –Las inercias organizativas y de pertenencia : la falta de confianza de los campesinos en sus capacidades y organización los hacen aferrarse a las viejas agrupaciones clientelistas. –El no establecimiento claro e institucionalizado de los derechos de los campesinos en lo que se refiere al acceso a programas gubernamentales. La falta de reglas claras y las complicaciones burocráticas para acceder a recursos hacen necesario el surgimiento de intermediarios entre el gobierno y los campesinos, lo que genera nuevos clientelismos. –El que el PAN necesite generar una base social en el campo y para esto canalice información privilegiada, programas y recursos por medio de las organizaciones rurales que ha creado, como el Plantar. –El monopolio de los mecanismos de relación con el Estado. Incluso en algunas organizaciones de las llamadas independientes, los liderazgos se perpetúan con el monopolio de los mecanismos de representación y mediación ante las dependencias de gobierno. Todo eso hace que en muchos casos se dé en el medio rural lo que Alberto Olvera llama la “ciudadanía por intermediación”, condición básica que permite la perpetuación del clientelismo de todos los colores. El único antídoto eficaz en contra de éste es que los hombres y las mujeres del campo, mediante su acción social desde abajo, inicien procesos de construcción de su ciudadanía integral, por el pleno acceso a sus derechos civiles, económicos, sociales, culturales y ambientales. El corporativismo, igual Alfonso Ramírez Cuellar El Barzón El esquema corporativo ha sido históricamente la base para la aplicación de todas las políticas del campo. La acción organizativa del Estado sobre los grupos campesinos ayudó a impulsar la reforma agraria con Lázaro Cárdenas, pero luego degeneró en un esquema de control político y burocrático, en una alianza entre gobierno y líderes. El problema lo vivimos por décadas con la hegemonía del PRI, y desde el gobierno de Vicente Fox estamos sufriendo la reedición del esquema, ahora impulsado por el PAN, que antes siempre se había opuesto al clientelismo. Las autoridades federales panistas usan los recursos públicos para favorecer a organizaciones y liderazgos que se sometan a sus políticas; el resultado es que se aplasta la iniciativa y libertad de los campesinos mientras que se favorece la economía agrícola empresarial. También usan los recursos del erario para constituir una base política y electoral en el medio rural, favoreciendo regiones, liderazgos y organizaciones específicas. Es la misma receta que aplicó el PRI para sostener por 70 años su dictadura. La esencia del corporativismo sigue siendo la misma: manipula con el fin de vulnerar cualquier iniciativa de organización y lucha independiente, cualquier propuesta alternativa que vaya a favor de la agricultura campesina del país. Quizá las formas han cambiando, pero el clientelismo sigue siendo fundamento de la política rural. Para modificar esta situación, necesitamos transformar las organizaciones campesinas en verdaderas entidades de interés público, sujetarlas a reglas de transparencia en el sistema financiero, que sean fiscalizadas lo más ampliamente posible, que rindan cuentas y apliquen mecanismos democráticos en sus decisiones, de modo que se garantice la aplicación transparente, equitativa y despolitizada de los recursos públicos. Parte fundamental de los trabajos del Congreso de la Unión son las reglas de operación de los programas de apoyo al medio rural. Estas reglas –que deben evitar que se privilegie a ciertos sectores, organizaciones y regiones del país– son atribución del Ejecutivo, pero el Congreso debe jugar un papel importante desarrollando un marco conceptual adecuado en el decreto de presupuesto. Intercambio de favores Fernando Celis Callejas Coordinadora Nacional de Organizaciones Cafetaleras El clientelismo es uno de los principales obstáculos para el desarrollo de las organizaciones campesinas. Consiste principalmente en el intercambio de favores; se otorgan apoyos económicos a condición de apoyos a gobiernos, organizaciones o personas. El origen de esta cultura tan arraigada en México está en las décadas de dominio político priísta que impidió en el campo la existencia de un asociacionismo plural y autónomo. Las organizaciones campesinas y grupos locales se limitaban a demandar apoyos y los gobiernos priístas los daban a cambio de subordinación. Esta cultura impregna a toda la sociedad, incluso a los partidos políticos que eran de oposición y que ahora también son gobierno como el PAN y PRD. También en varias agrupaciones campesinas de corte progresista está presente este tipo de relaciones. Se negocian apoyos de los gobiernos de distintos niveles, para otorgarse a los campesinos por medio de la organización a condición de afiliación y apoyo a sus acciones. Para una parte importante de las dirigencias campesinas, las cuales operan de manera caudillista y personalista, el objetivo principal es conseguir recursos públicos para sostener oficinas en la Ciudad de México y los gastos de la dirigencia, además de obtener apoyos para “bajar” a sus agremiados. La organización es fuerte y puede ampliar su base social, en función del monto de recursos que absorba de los programas públicos a favor de sus seguidores. La discusión sobre la relación con el Estado y los mecanismos de obtención de recursos públicos es estratégica en las organizaciones campesinas. Cabe recordar que la división en el movimiento campesino independiente más importante que se ha dado en el país, el de El Campo no Aguanta Más (Mecnam), se debió a las diferencias en torno a los mecanismos de acceso a los programas de apoyo a los productores. Grupos como la CCC, CIOAC y CODUC consideraban que lo más importante era negociar cuotas de programas para garantizar un acceso mínimo a sus afiliados en una relación tipo clientelar. La oposición de otras organizaciones generó una discusión que llevó a la ruptura y al debilitamiento del Mecnam, movimiento que había generado grandes expectativas. La situación de precariedad económica e incertidumbre de los campesinos les lleva en muchos casos a buscar salidas familiares y relaciones pragmáticas y “oportunistas” con organizaciones, grupos políticos y gobiernos, lo cual hace terreno fértil para el clientelismo. Este fenómeno impide un fortalecimiento sostenible de la organización campesina, que requiere para su desarrollo de mayor consistencia, participación consciente, responsabilidad, disciplina, disposición a la solidaridad y la acción conjunta, pero también mayor eficiencia en los proyectos económicos, entre otras cosas. Las organizaciones campesinas que impulsan cambios de fondo en México deben reconocer las prácticas clientelares y tener estrategias para evitarlas. También los empresarios Carlos Ramos Coordinadora Nacional Plan de Ayala Que el campo no aguante más se debe al Tratado de Libre Comercio de América del Norte, pero también a la corrupción, el corporativismo y la estructura clientelar que padecemos. Muchos de los beneficios destinados al campo se distribuyen en la burocracia y en aquellos que le son afines. Los gobiernos panistas han asimilado y mejorado las prácticas clientelares. Así, centralizaron excesivamente el presupuesto y al mismo tiempo colocaron a sus operadores políticos en puestos de decisión. Al conjunto de desempleados del PAN, el Ejecutivo los ubica en puestos importantes, como es el caso del ex gobernador de Yucatán, Patricio Laviada Patrón, que es ahora procurador federal del Medio Ambiente. Les abren espacios en puestos federales para que manejen políticamente los recursos, y operan utilizando los padrones de Oportunidades, Procampo y otros programas. Con el PAN se ha construido una franja importante de agrupaciones empresariales clientelares, que se llevan una gran tajada de recursos públicos; es el caso de monopolios que captan subsidios y se enriquecen por medio de la especulación y manejo indiscriminado del comercio agroalimentario. Además, desde el aparato público se ha penetrado a los Sistemas Producto con un afán empresarial, pero más que nada para control político. Es el caso de la membresía del Consejo Mexicano de Desarrollo Rural Sustentable, que ha crecido enormemente. También se está modificando la aplicación del presupuesto rural: se emplean cada vez más mecanismos bancarizados que excluyen a los campesinos pobres y benefician al empresariado. Esto habla de un nuevo corporativismo, de un empresariado neopopulista, que usa el poder político conquistado para obtener ventajas económicas, sobre todo vía los Sistemas Producto. La bancarizacíón ocurre porque, para que el recurso “baje”, se exige la creación de figuras financieras. Los programas involucrados en esto son todos los de inducción al financiamiento, y aplican vía las Sofomes o los intermediarios financieros rurales, figuras éstas en que el sector social acaso tendrá 10 o 15 en el país mientras que en el sector financiero privado hay varias decenas. Para el campesinado medio o pobre, acudir al notario, darse de alta en Hacienda, constituir figuras financieras implica costos elevados; los compañeros no cuentan con esos recursos, mientras que los empresarios sí. Por otra parte, las organizaciones tradicionales se mantienen actuando clientelarmente; en lugar de ser instrumento de servicio para que la gente pueda acceder a los programas, se vuelven intermediarios, vendedores de los recursos, cobran por realizar proyectos. Y el gobierno las solapa. Unimoss hizo mal manejo de recursos, pero nada se puede probar. Las mismas autoridades cerraron los expedientes. Hay un ciclo de corrupción vicioso, pernicioso. El debate que hemos venido dando desde las organizaciones independientes ha puesto el dedo en la llaga: la única vacuna posible contra el manejo, acarreo y manipulación de la gente es la formación y capacitación de líderes naturales para que efectivamente la gente sea la que tome las decisiones. |