■ La burladora de Toledo narra cómo una mujer puso en jaque a la Inquisición
“Pasa el tiempo y el humano sigue igual: tacha de malo al diferente”
■ El fascinante personaje se salvó de la hoguera al declararse hermafrodita
■ Elena de Céspedes siempre busca la tolerancia, por eso la historia es actual, dice Angelina Muñiz-Huberman, la autora
Ampliar la imagen Es la primera vez que la historia de Elena se conoce en México mediante la ficción, aseguró la escritora Foto: José Antonio López
Si no comprendemos al otro, nunca nos vamos a entender a nosotros mismos, asegura la escritora Angelina Muñiz-Huberman (Francia, 1936), quien da a conocer en su nueva novela, La burladora de Toledo (Planeta), una historia antigua que tiene mucho de actual, pues aborda, en esencia, el tema de la identidad.
La obra se basa en la historia real de un misterioso personaje que puso en jaque a la Inquisición en la España del siglo XVI: Elena de Céspedes, acusada de bigamia y homosexualidad. Heredó su nombre oficial cuando fue liberada de la esclavitud, al morir su dueña.
Amba, como se llamaba originalmente, era mulata, y escapó de ser quemada en la hoguera al revelar su hermafrodismo. Pero si esos eran sus pecados, su vida fue aún más fascinante por sus virtudes: se convirtió en la primera cirujana de la época, profesión que combinó con la sastrería, la alquimia y una temporada como soldado en la guerra de las Alpujarras (entre moros y cristianos).
Tuvo un hijo con un hombre que la abandonó con el argumento de que tenía un carácter muy fuerte y luego se casó con la hermosa María del Caño, situación que incomodó a las buenas conciencias de su época.
Esta novela, acerca de la rebeldía y el exilio, explica la autora en entrevista, “está presentada de manera normal, natural; no es lastimera. Elena dice ‘así nací y así soy’. Se trata de un relato fronterizo entre lo masculino y lo femenino”.
Muñiz-Huberman dice que es la primera vez que la historia de Elena se conoce en México mediante la ficción. Antes, se había hablado de ella en textos académicos, sobre todo de historiadores, tanto en España como en Estados Unidos.
“En la vida de Elena-Eleno hay una búsqueda de la tolerancia que se puede reflejar hasta nuestra época. Por eso, si bien se trata de la historia de un personaje del pasado, es modernísimo, porque aborda un tema que en nuestros días es muy importante: el rechazo a lo que es diferente a uno.
“Hace falta educación para dejar de ser intolerantes frente a lo otro, en particular ante los homosexuales o transexuales, a quienes no se debe ver como anormales, sino aceptar que existen otras posibilidades de vida.
“Pasa el tiempo y el ser humano sigue igual: siempre al que es diferente automáticamente lo tachamos de malo. Deberíamos comportarnos de manera más ética para aprender a aceptar a quienes no comen lo mismo que nosotros, que no tienen la misma religión o el mismo color de piel.”
La también ganadora de los premios Xavier Villaurrutia y Sor Juana Inés de la Cruz recuerda que llegó a la historia de Elena de Céspedes gracias a una colega de la Universidad de Cantabria, quien le habló del personaje al término de un congreso.
Luego, abordar el tema fue complicado, pues requirió mucha investigación: “tuve que viajar a España para buscar legajos de la Inquisición, pedir fragmentos”. Al tener todo el material enfrente, la escritora se puso prácticamente en los zapatos de Elena: “hay que estar en lugar del otro, pues el escritor es un poco como un actor que puede representar un papel y tener una vida privada diferente.
“Puedo ponerme en el lugar de personajes muy conflictivos, heréticos, cuya vida no se parece a la mía, por eso creo que la escritura me sale fluida. Otros autores quieren ser más objetivos, pero creo que primero está la teoría y después el sentimiento.
“En La burladora de Toledo aparecen muchos personajes, como de la corte de los milagros: deformes, gigantes, enanos, cirqueros, porque Elena se relaciona con ese bajo mundo, el picaresco y el del hampa, entonces sucede que una, como escritora, debe ponerse el traje de todos”.
Pervive el misterio
La autora de El mercader de Tudela agrega que Elena de Céspedes tuvo una biblioteca especializada: “le interesó cultivarse; empieza a vestirse de hombre para poder ejercer como médico, para que la tomaran en cuenta, y empieza a enamorar a las mujeres. Como es muy inteligente, irónica y con excelente manejo del humor, se defiende ante la Inquisición al decirles ‘soy hermafrodita’.
“Lo extrañísimo es que los médicos que la revisan, hasta en dos ocasiones, una en Madrid y otra en Toledo, unos dicen que es hombre, otros que mujer. Empecé a averiguar, a buscar artículos científicos, información que incluyo en la novela, pero si bien no la castigaron con la hoguera, hasta la fecha queda ese misterio: si era o no hermafrodita”.
Escrita con mano de poeta, la historia de Elena de Céspedes adquiere en La burladora de Toledo no sólo calidez, sino la pericia para tratar un tema que en esta ocasión nunca despierta el morbo: “en estas páginas permito que la imaginación rellene los huecos que van quedando en cualquier biografía. No existen imágenes de Elena, pero se le describe en los textos de la Inquisición, parece que no era bonita, en cambio, María del Caño, con quien se casa, sí era muy bella. Eso me da pie también para hablar de que el amor está por encima de la presencia física”, concluye la narradora.