Usted está aquí: viernes 19 de septiembre de 2008 Opinión Presupuesto rural: debates falsos, debates eludidos

Víctor M. Quintana S.

Presupuesto rural: debates falsos, debates eludidos

Un espejismo de 204 mil millones de pesos. Eso es el presupuesto federal para el campo para este 2008. El “presupuesto rural más cuantioso de la historia” tiene los mismos efectos que el incremento de efectivos militares en todo el país: más soldados, más crímenes; más recursos para “el campo”, más importaciones, más dependencia alimentaria.

Por eso, ante el proyecto de Programa Especial Concurrente presentado ante la Cámara de Diputados, es decir, el presupuesto productivo y asistencial para el campo, es necesario evitar caer en los falsos debates y no eludir las discusiones que deben darse.

El primer falso debate es si se incrementan o no, y en qué proporción, los recursos federales para el campo. Desde tiempos de Vicente Fox las organizaciones campesinas y la Cámara de Diputados arrancaron incrementos importantes que de muy poco sirvieron. Ahora los productores campesinos se preguntan de qué ha servido el “mayor presupuesto de la historia”.

En efecto, durante el primer semestre de este año nuestro país incrementó en 30 por ciento sus importaciones agroalimentarias, en relación con el mismo periodo de 2007. Esto nos implicó un costo en divisas de 10 mil 373 millones de dólares, prácticamente lo mismo que se recibió en inversión extranjera directa en ese lapso, o sólo un poco menos de lo que recibimos por concepto de remesas de nuestros paisanos, o la mitad del fabuloso presupuesto rural de este año (La Jornada, 4 de septiembre de 2008, nota de Roberto González Amador).

A este ritmo, señala el propio Banco Mundial, durante 2008 México duplicará su desequilibrio en el comercio internacional de alimentos. Así, el déficit comercial en este rubro ascenderá a 4 mil 903.5 millones de dólares, 251 por ciento más que el déficit reportado en 2006. La mayor parte de las divisas transferidas al extranjero serán para la compra de cereales (La Jornada, 4 de junio de 2008, nota de Roberto González Amador).

Por otro lado, al importar alimentos, importamos inflación. Según los propios datos oficiales, los alimentos son el artículo de la canasta básica que más se ha encarecido durante 2008, a una tasa de 9.62 por ciento anual, más del doble de cualquier incremento salarial (La Jornada, 10 de septiembre de 2008, nota de Juan Antonio Zúñiga).

Entonces es un falso debate el de si se aumenta o no el presupuesto para el campo. El gran incremento de este año no ayudó a reducir nuestras importaciones y nuestra dependencia alimentaria del extranjero, ni tampoco logró llevarles alimentos más baratos a los consumidores.

Es también un falso o poco relevante debate si hubo subejercicio de parte del gobierno federal en el megapresupuesto aprobado. Hay mil trampas técnicas para demostrar que no lo hubo, pero el hecho es que ejercido o subejercido el presupuesto no ha llegado como debiera a la mayoría de los productores ni ha servido para producir más alimentos, más baratos.

En este sentido el verdadero debate, el que no sólo el gobierno de Felipe Calderón, sino incluso todos los partidos presentes en la Cámara de Diputados han eludido, es el de hacia qué objetivos sociales, nacionales, y a qué sujetos debe orientarse el presupuesto para el campo.

Desde 1982 se ha olvidado que el objetivo principal de nuestro sector agropecuario es generar los alimentos baratos, sanos y de calidad que nuestro país requiere para sustentar su soberanía y su seguridad alimentaria, a la vez que brinden a los productores un modo de vida digno. En aras de las ventajas comparativas los presupuestos se han orientado a producir alimentos exportables para generar divisas. Como los déficit comerciales agroalimentarios lo muestran, la estrategia ha fracasado rotundamente: es necesaria, por tanto, una revolución copernicana que dirija todos los recursos a la producción de alimentos básicos.

El otro debate es en relación con los sujetos beneficiarios de dicho presupuesto. Llevamos 25 años de privilegiar a los grandes consorcios, a los grandes empresarios agrícolas y a los despachos que viven de elaborar proyectos productivos. El debate presupuestal debe ahora fincarse en cómo dirigir los recursos presupuestales a los campesinos productores de alimentos básicos. Ellos, según la FAO, son los principales sujetos del incremento de la producción y de la soberanía alimentarias. A ellos hay ahora que orientar los recursos en forma de créditos blandos, de apoyos a sus propias organizaciones, de desarrollo de sus propias capacidades, de transferencia de tecnología hacia este sector. Y todo esto sin necesidad de complicados y tecnocráticos proyectos.

Ojalá los partidos de verdadera oposición no se vayan con la finta y den el debate que debe darse ante el presupuesto rural. Ojalá que las organizaciones campesinas no canten victoria porque lograron otra vez aumentar varios miles de millones de pesos… para unos cuantos empresarios agrícolas privilegiados.

 
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