■ Pocas veces interpretado en vivo, es momento para que el mundo recupere su legado
Falleció Mauricio Kagel, “uno de los más grandes compositores contemporáneos”
■ En Colonia, Alemania, consolidó la segunda Escuela de Darmstadt, lo mejor de la vanguardia
■ Estableció un sistema de vasos comunicantes para “una nueva dialéctica de la música”
Ampliar la imagen Mauricio Kagel Foto: Frank Bauer
Reconocido por John Cage como un caminante en paralelo a él, aceptado inusitadamente por Luis Buñuel –quien estaba convencido de que la mejor música para el cine es el silencio– para que escribiera la banda sonora de su filme Un perro andaluz, comparado con Samuel Beckett por igual que con Wittgenstein, creador de una nueva sintaxis musical y –last but not least– considerado como “uno de los más grandes compositores contemporáneos” sin que las personas realmente conozcan su obra, pues pocas veces se toca en vivo y existen escasas grabaciones discográficas, el compositor argentino-alemán Mauricio Kagel falleció la madrugada del jueves 18 en la ciudad alemana de Colonia, que adoptó desde su exilio elegido a los 26 años, luego de hacerse músico de manera autodidacta.
De Buenos Aires a Europa
El maestro Kagel nació la noche de Navidad de 1931 en Buenos Aires, donde se comió el mundo a puños y acabó con el horizonte disponible. Fue el compositor y teórico francés Pierre Boulez quien le recomendó emigrar a Europa, donde sí se desarrolla la música. Convinieron en que Colonia era el ombligo del mundo y allí Kagel logró su primera epopeya: asentar, él solo, una continuidad de lo que hasta entonces era la vanguardia de la vanguardia, la segunda Escuela de Darmstadt.
Filósofo, multilingüe, poseído por una curiosidad intelectual sin límites, el pensamiento musical de Kagel es tan elaborado como simple: una restructuración de lo hasta entonces conseguido, fundamentalmente en la historia cultural alemana, para establecer un sistema de vasos comunicantes que condujera hacia lo que él denominó con justeza “una nueva dialéctica de la música”.
Al principio compartió con sus colegas John Cage, Karlheinz Stockhausen, György Ligeti, Iannis Xenakis y Luciano Berio los elementos fundamentales de la nueva sintaxis sonora: la ampliación del rango expresivo de los instrumentos (lo que en México Mario Lavista consolidó como una nueva técnica instrumental), pero su propuesta se disparó de maneras sorprendentes, al grado de que Cage gritaba al mundo a diario y con humildad (pues él siempre ha sido considerado como el más grande compositor de la segunda mitad del siglo XX), que el mejor compositor del planeta, para ponerlo en palabras de Cage, “es argentino y se llama Mauricio Kagel”.
Las herramientas de Kagel: la voz humana, ampliada a rangos, tesituras, asombros; la gestualidad, que convirtió los recitales en auténticos happenings escénicos; la libertad de la forma llevada al límite. Un teatro de signos monumental.
En estos días el mundo empieza a descubrir, en las salas de concierto y en los discos compactos, la música de Messiaen, Stockhausen y Ligeti, por cuestiones de efemérides y también porque, como dijo Gustav Mahler: “mi tiempo llegará”.
En el momento en que Mauricio Kagel ha trascendido, ha traspasado el lindero de este plano temporal, es momento de que el mundo ya no pierda el tiempo y gane su legado, que es inconmensurable.