La Carta de Zaragoza
Quizás alguno de los lectores recuerda los compromisos aprobados durante el Foro Mundial del Agua, celebrado en la ciudad de México hace un par de años, el cual contó con la presencia de delegaciones oficiales, expertos y líderes sociales de más de 150 países que expusieron los problemas relacionados con el agua y la mejor forma de resolverlos. En esa ocasión se habló, por enésima vez, de la necesidad de usar racionalmente el vital líquido, evitar su contaminación y considerarlo un recurso estratégico para la vida sobre el planeta que debía ser administrado con criterios de sustentabilidad y en bien de la sociedad. En el foro fue claro el enfrentamiento entre los que luchan por garantizar el acceso a un bien público al que tienen derecho todos los habitantes del planeta y quienes plantean la urgencia de privatizarlo. También en cuanto a modificar un tipo de desarrollo que alienta que se use mal y se malgaste en muchas partes mientras en otras hace falta y es origen de hambrunas y enfermedades.
Clausurado el foro, se olvidaron los compromisos. En México, el empresario convertido por el señor Fox en responsable gubernamental de los asuntos del agua pasó al anonimato con el cambio de administración, no sin antes ser señalado de incompetente. Y ahora el nuevo titular convierte el problema del agua en el valle de México en causa del partido del que fue dirigente local. Todo con tal de debilitar a las autoridades del Distrito Federal. Mientras, muestra su incompetencia en prevenir desastres, como en Tabasco y Chiapas, o en volver realidad la repetida promesa de hacer del agua asunto de Estado, de seguridad nacional.
De la mano con la dependencia responsable de velar por la salud ambiental del país, el nuevo responsable no logra que se cumplan las normas para tratar el líquido y evitar así la contaminación de las cuencas hidrográficas; ni regular la explotación desmedida de los mantos freáticos. La cultura del agua brilla por su ausencia. El signo sigue siendo el desperdicio entre ciertos grupos sociales mientras millones de personas apenas reciben lo indispensable y a alto costo. En paralelo, continúa la privatización del agua, negocio que deja utilidades millonarias a unas cuantas empresas.
A diferencia de otros países, donde las autoridades garantizan que el agua que llega a los hogares sea de buena calidad y pueda beberse sin peligro para la salud, en México hay que hervirla antes o comprarla embotellada en las tiendas de autoservicio o a quienes la venden en camiones que recorren los barrios citadinos.
Otro gran encuentro sobre el agua terminó recientemente en Zaragoza, España. Concurrieron cerca de tres mil expertos, científicos y líderes sociales de 148 naciones, quienes durante tres meses discutieron sobre dicho recurso y el desarrollo sostenible. Para albergar el magno encuentro la ciudad citada hizo abundante obra pública y construyó un moderno parque de exposiciones que no se libró de que el agua del río Ebro, que cruza la ciudad, lo inundara días antes de inaugurarse. La Expo Zaragoza fue visitada por más de seis millones de personas interesadas en saber más sobre el agua en el mundo.
Más que los estands oficiales, donde muchos de los países participantes publicitaron sus logros en la materia, lo que marcó la Expo fue la llamada Tribuna del Agua, donde con toda libertad se expusieron los grandes desafíos sobre el recurso: desde su escasez y mal uso en la agricultura, las ciudades y la industria, su progresiva privatización, la destrucción ecológica (destacadamente de los bosques) que afecta la producción del líquido, hasta los aspectos financieros y las nuevas formas de obtenerlo por desalinización y reuso.
Fruto de esas discusiones es la Carta de Zaragoza, cuyo eje central gira en torno al principio de que recibir agua de calidad debe ser un derecho fundamental del hombre, en consonancia con lo que dijeron especialistas y líderes sociales hace dos años en México. Como entonces, nuevamente muchos gobiernos prometieron hacer efectivo ese principio. Aunque en la realidad algunos, como el nuestro y el español, hacen lo contrario a través de sus políticas para privatizar el servicio de agua.