■ Tras soportar una de sus crisis más severas, el futuro de la filarmónica sigue incierto
Entre armonías y disonancias, la OFCM celebra su 30 aniversario
■ Estamos divididos, pero nos reunimos para hacer un ritual que ofrendamos al público: Antero Chávez, percusionista desde hace 29 años
■ Cada sexenio llegan inexpertos en el manejo de orquesta; nos administran como si esto fuera una escuela o un hospital: Noemi Brickman, violinista
Ampliar la imagen Su historia comenzó el 14 de septiembre de 1978, en el Teatro de la Ciudad. En la imagen, el director Jorge Mester (izquierda) y el pianista cubano Jorge Luis Prats, durante el concierto de celebración Foto: María Luisa Severiano
Ampliar la imagen “Emotivo y cautivador”, así calificó el público el concierto del pasado sábado, en la Sala Silvestre Revueltas, del Centro Cultural Ollin Yoliztli
La Orquesta Filarmónica de la Ciudad de México (OFCM) festejó el fin de semana su trigésimo aniversario inmersa en una incógnita sobre su futuro inmediato, luego de la turbulencia en que se vio envuelta durante el más reciente lustro y la política de “mano dura” que instauró la Secretaría de Cultura del Distrito Federal, con el fin de tratar de recomponer la situación.
Hay quienes sitúan ya como “cosa del pasado” esa severa crisis, que colocó a la agrupación de manera recurrente en los titulares de diversos medios de comunicación, en los que se consignaban sus constantes conflictos. Entre esas personas se encuentran algunos atrilistas y la secretaria de Cultura capitalina, Elena Cepeda.
Pero otros, como algunos músicos de la orquesta y otros ajenos a ella, además de ciertos sectores de la crítica y el público, consideran que la herida está aún muy a flor de piel como para sacar conclusiones, y muestran incertidumbre sobre el cauce que tomarán los acontecimientos a corto y mediano plazos.
Existe entre ambas perspectivas, sin embargo, un punto de coincidencia: la gran calidad que distingue en lo individual a los músicos de la filarmónica capitalina ha permitido que, no obstante su accidentado y tortuoso devenir, ésta preserve ese nivel artístico que la ha colocado entre las más destacadas, sino es que la mejor agrupación sinfónica del país.
Hay incluso algunos que sostienen que es la mejor de América Latina, lugar que sin duda ocupó hace algunos ayeres, pero que hoy le corresponde con todas las de la ley, según la crítica especializada, a la Sinfónica Simón Bolívar, de Venezuela, la cual, curiosamente, es el origen del proyecto que dio vida a esta orquesta mexicana.
Navegar entre claroscuros
Son 30 años de una historia que comenzó el 14 de septiembre de 1978, con un concierto en el Teatro de la Ciudad, y en la que ha habido de todo: concordia, encuentros, relaciones amorosas, grandes triunfos, excelentes proyectos, nombres tan grandes a escala mundial como Leonard Bernstein o Mstislav Rostropovich, giras internacionales, más de 100 grabaciones; pero también partes oscuras, como la falta de reconocimiento de los derechos laborales de los músicos.
Lugar aparte en este recuento de claroscuros ocupan las irregularidades y las “grandes transas” que, a decir de algunos empleados de la institución, también han existido en el transcurso de ese lapso.
Una de las más desmesuradas que recuerdan es la que ocurrió en la época en que Luis Herrera de la Fuente era director y “se perdió un terreno, ubicado en Eje 10 e Insurgentes, que el entonces Departamento del Distrito Federal había donado a la orquesta para que se construyera allí una sala de conciertos”.
Según cuenta uno de esos trabajadores, que solicita permanecer en el anonimato para evitar represalias, “nadie sabe bien qué pasó, pero de repente nos quedamos sin ese terreno. Alguien entró a la oficina del maestro Herrera de la Fuente y se robó los planos y los papeles”.
Es un hecho del que nadie habla, porque se relaciona con otra circunstancia, en sumo delicada, que presuntamente se ha suscitado también dentro de la OFCM: las amenazas de muerte.
De acuerdo con diversos testimonios, en todos estos años ha habido cuando menos tres de éstas contra diferentes personas: cuando ocurrió lo de dicho predio, otra cuando se suscitó la división en la orquesta y una más cuando existía la posibilidad de que Carlos Miguel Prieto fuera nombrado director titular de la orquesta.
Al margen de todas esas historias, positivas y negativas, si algo caracteriza a la filarmónica capitalina, y representa al mismo tiempo una cuestión por la que el barco permanece a flote, es el orgullo que sus integrantes tienen de pertenecer a ella, así como el empeño por recuperarse de esos escollos que, admiten, los ha lastimado como institución artística.
“Desgraciadamente ahora estamos divididos. Veo que algunos de mis compañeros sufren mucho por la situación, los afecta sicológicamente. Pero creo que en el momento de hacer música, afortunadamente, todo cambia. Ante todo, somos artistas y estamos reunidos en esto para hacer un ritual que ofrendamos al público”, resume Antero Chávez, quien se desempeña como percusionista en la OFCM desde hace más de 29 años.
La mirada de la crítica
Uno de los principales puntos de confrontación entre las visiones que existen hoy día en torno de la Filarmónica de la Ciudad de México es el que concierne al ambiente de trabajo que prevalece.
Inclusive los atrilistas no se ponen de acuerdo: están los que sostienen que la orquesta se encuentra dividida y los que proclaman la unidad y la armonía, visión que también comparte la Secretaría de Cultura.
Algunos trabajadores de la agrupación no dudan en hablar de crisis y hasta de decadencia: “Como integrante de esta institución es triste y decepcionante que una orquesta como ésta, que debería estar excelente en todos los sentidos, se encuentre como está hoy. Quién sabe a quién se deba esa decadencia, lo cierto es que tiene 15 años o más, y apenas ahora parece que hay cierta voluntad para resolverla”, señala uno de ellos, que prefiere mantenerse en el anonimato.
“Es muy triste. Aunque afortunadamente no todo es así, porque gracias a los conciertos uno se siente orgulloso de pertenecer a esta institución. Dan hasta ganas de presumir que uno trabaja aquí.”
Para ojos externos, como los del público y la crítica, la división entre los músicos es obvia y, si bien se asume que ésta ha influido poco en los aspectos musicales, se mantiene el convencimiento de que, de no arreglarse la situación, tarde o temprano propiciará un daño irreversible al conjunto y podría conducirlo a la mediocridad.
Puntualiza al respecto el crítico y melómano Luis Pérez: “Gracias al excelente nivel de los músicos, la calidad de la orquesta se mantiene casi intacta. Pero sí se ha sentido que una orquesta no puede tocar así. Debe tener estabilidad interna y un director capaz para que dé su máximo rendimiento. Esos factores son los que está resintiendo la OFCM”.
El presidente de la Unión Mexicana de Cronistas de Teatro y Música, el crítico Lázaro Azar, considera que la orquesta llega a estos 30 años en buen nivel, pese a que carece de director titular desde finales del año pasado.
“No la escucho mal. Creo que en el Distrito Federal sigue siendo la mejor. En el país la ubicaría entre las tres o cuatro primeras. Desgraciadamente, pasó por un largo periodo de crisis, primero, sin director, y después estuvo en manos de un personaje (Enrique Barrios) que no estaba a la altura de una orquesta de estos vuelos”, opina.
“En este 2008, hemos visto conciertos maravillosos y otros prescindibles; aun con un mismo director los músicos pueden reaccionar de distinta manera. Es, en ese sentido, una orquesta inestable. Aunque hay la garantía de que mala no es.”
Luis Pérez la califica como una orquesta homogénea en todas sus secciones, si bien destaca que cuenta con la mejor sección de percusiones del país, además de que ubica a la de cuerdas entre las más importantes de México.
Visión en la que coincide Lázaro Azar, quien lamenta la pérdida del “altísimo nivel” que la agrupación mantenía en sus metales, en particular la sección de cornos, con la reciente salida de su principal, quien renunció debido los enfrentamientos internos entre los músicos.
“Por el contrario –agrega el crítico–, creo que la salida de Julio Briseño (principal de trombones, quien fue despedido este verano) va a ser beneficiosa, porque musicalmente el maestro, que fue tal vez nuestro mejor trombonista en el pasado, padece una deformación característica de quienes ejercen su profesión y sus labios ya no responden al alto nivel de ejecución que tuvo.”
Radiografía de los 30 años
En esta especie de radiografía de 30 años, la violinista Noemi Brickman, con casi dos décadas en la institución, refuta que el conflicto que ha vivido la orquesta se deba a una división entre músicos mexicanos y extranjeros, como algunos afirman; enfatiza que incluso existen varios matrimonios y parejas entre atrilistas nacionales y de origen foráneo.
“Lo que sí creo es que cuando hay una sensación generalizada de opresión, de que nos están quitando algo o que no nos reconocen, es cuando se genera una sensación de impotencia y eso, en un grupo de 100 personas que trabaja muy intensamente, provoca conflictos. Son problemas comunes, por eso no le doy la mucha importancia”, agrega la intérprete.
“Podemos tocar juntos y dar lo mejor que tenemos, porque no estamos divididos en la música. Podemos mantener diferencias en lo personal, como ocurre en una familia, con los amigos o la pareja; son conflictos entre personas, pero en tanto músicos todos hacemos nuestro trabajo.”
Para Brickman, resulta esencial que se observe y se reconozca a la OFCM como una institución que llegó a la madurez y se encuentra en plenitud; subraya que como todo organismo vivo tiene transformaciones constantes, en que los encuentros y desencuentros son naturales.
Entre los principales factores de desequilibrio que ha tenido la filarmónica a lo largo de su historia, ubica a la dinámica política del país, en la que existen proyectos y planes acotados por un periodo determinado, generalmente un sexenio, y después todo vuelve a empezar de cero.
“Con cada cambio de autoridad llegan personas que sin experiencia en el manejo de orquesta y eso nos perjudica. Ello, aunado a la ausencia, como ahora, de un director capaz y entregado, hace más graves esos cambios. Las autoridades nos administran como si esto fuera una escuela o un hospital.”
Otro de los aspectos en el que no hay coincidencia en las visiones es el concerniente al público que atiende la orquesta.
Desde el punto de vista del público, según se sondeó entre algunas personas que concurren a la sala de manera frecuente, sí se ha registrado una sensible y preocupante disminución de asistencia a la sede de la agrupación, la Sala Silvestre Revueltas, del Centro Cultural Ollin Yoliztli, decremento atribuido a la falta de una correcta política de promoción y difusión. En tanto, la perspectiva de las autoridades apunta todo lo contrario, y hablan de un incremento, si bien no sustancial.
“En estos tres años recientes hemos mantenido el mismo público. En general, no tenemos la sala llena, pero sí alcanzamos a cubrir 80 por ciento de los mil 200 lugares disponibles. Se han buscado nuevos públicos, sobre todo mediante la invitación directa a escuelas hasta nivel de preparatoria”, indica un empleado de la sala.
En cuanto al perfil de la audiencia, según un estudio elaborado este año, se compone de un espectro muy amplio, que abarca desde profesionistas hasta amas de casa y estudiantes. Lo mismo ocurre en el factor socioeconómico, en el que se registran diversas clases sociales, desde la de altos hasta la de bajos recursos.
“Es una orquesta sumamente accesible en cuanto a los precios de los boletos. Sin duda, estamos entre las más accesibles en ese sentido, cuando menos en el DF.”