Y continuará el modelo trabajo-exportador
La migración de trabajadores puede revertir su tendencia cuando las causas que le dieron origen se transforman, cuando el país otorga a su población las condiciones que le permitan llevar a cabo sus expectativas de crecimiento humano. Y así no importa que existan diferencias salariales con las naciones ricas, pues lo que cuenta es la capacidad de compra.
El desarrollo no puede alcanzarse a través de la migración, lo que puede comprobarse al observar la historia migratoria de México, el cual recibe enormes montos de divisas a través de las remesas, pero se mantiene en el subdesarrollo y la dependencia. Estas divisas sólo han servido para que los gobiernos equilibren su balanza de pagos y para que las familias que las reciben puedan acceder, en alguna medida, a ciertos bienes de consumo básico, pero hasta ahí. Lo único que puede transformar esa realidad es una política que ponga de manera decidida el mayor peso del esfuerzo en el gasto social, educación, salud, etcétera. Y no es el caso del gobierno de Felipe Calderón, sino todo lo contrario.
La propuesta de presupuesto presentada al Congreso de la Unión para el ejercicio 2009 condena al país a continuar por el camino de la desigualdad y la injusticia en el contexto de una grave concentración del ingreso.
El gobierno ha priorizado el rubro dedicado a seguridad, que se incrementará en casi 40 por ciento, lo que supone, en palabras del propio Calderón, que “habrá que afectar otros”. El problema es que “esos otros” que se verán mermados tienen que ver con la posibilidad de mejorar las condiciones de vida de la población, pero aquellos que sirven para su promoción personal se han incrementado en mil 400 millones de pesos en relación con lo gastado en 2007. Como señala Jorge Ramos, de El Universal, esta cifra estratosférica representa “una cuarta parte de los recursos que recibe la Universidad Nacional Autónoma de México o más de la mitad del presupuesto del Instituto Politécnico Nacional. Esto es una bofetada para los mexicanos y, peor todavía, se sigue ensanchando el abismo con los países desarrollados”.
Petróleo y las inversiones extranjeras directas, los otros pilares sobre los que se sostiene el proyecto nacional, tampoco han servido para desarrollar al país. La enorme renta petrolera se sigue desperdiciando, secundando el proceder de su antecesor, quien, como señaló el auditor superior de la Federación, Arturo González de Aragón, en seis años dilapidó más de 40 mil millones de dólares, pues se fue a gasto corriente. No se invirtió ni en obra pública, ni en infraestructura ni, por supuesto, en bienestar social para la población. Y si se consuma la privatización de Pemex, el resultado será una mayor subordinación del país a los intereses extranjeros.
Por otro lado, las inversiones extranjeras directas que han llegado en montos muy importantes se concentran mayormente en la industria maquiladora, por lo que no han logrado dinamizar la economía al no producir eslabonamientos productivos internos. El gobierno mexicano, ávido de inversiones, lleva a cabo una política en beneficio de estas empresas, pero en contra de los trabajadores, race to bottom, es decir, se reducen las prestaciones y se controlan los salarios para que esas inversiones tengan incentivos suficientes para llegar al país. Y si bien puede argumentarse que son generadoras de empleo, éstos no son ni buenos ni suficientes para cubrir los enormes requerimientos del país.
Los datos que presenta el Banco de México son alarmantes: sólo se crearon 639 mil empleos, la mitad de los requeridos para atender la demanda demográfica. Por otro lado, se han incrementado los empleos temporales y eventuales, que además de inestables no gozan de todas las prestaciones sociales. El salario real está en picada, ya que para poder comprar la canasta básica se requieren cuatro salarios mínimos, y cerca de 50 por ciento de la población no está en posibilidades de acceder a ella.
Finalmente, y no por ello menos importante, hay que observar lo que sucede en el campo mexicano. El gobierno federal propuso destinar un gasto global equivalente a 66.5 mil millones de pesos, inferior a los 73 mil millones que el Legislativo aprobó para 2008, lo cual refleja que al Ejecutivo no le importa el sector, pues se siguen incrementando las importaciones de alimentos provenientes del país del norte con el consecuente despoblamiento de las comunidades y la pérdida de autosuficiencia alimentaria. Por ello a los campesinos no les queda más que continuar su desplazamiento hacia Estados Unidos y enviar remesas a sus familiares.
Queda claro que el gobierno mexicano seguirá manteniendo su modelo trabajo-exportador para que las remesas sigan incrementándose.
México no nada más está perdiendo la oportunidad de forjarse un lugar en el contexto de la economía global y del conocimiento, sino que el gobierno calderonista con el ataque a la inseguridad, que exige el incremento del presupuesto en ese rubro, está dejando de otorgar a la población las herramientas para vivir con justicia y dignidad.