■ Dionisia López Amado y Darwina Gallichio lucharon más de 30 años en busca de sus hijos
Mueren en Argentina dos integrantes de la organización Madres de Plaza de Mayo
Buenos Aires, 30 de noviembre. La muerte de dos integrantes de Madres de Plaza de Mayo, Dionisia López Amado y Darwina Gallichio, en las últimas 48 horas, causó un profundo impacto en las organizaciones de derechos humanos aquí.
Ambas lucharon durante más de 30 años en busca de sus hijos detenidos-desaparecidos durante la última dictadura militar.
López Amado tenía 80 años y presidía la Comisión de Familiares de Desaparecidos Españoles y era presidenta honoraria de la Comisión por la Memoria, la Verdad y la Justicia de la Zona Norte del Gran Buenos Aires. La conocían todos como “la gallega” y había nacido en Cedeira, Galicia y llegó a Argentina en 1952, con su esposo y su hijo Antonio de cinco meses de edad.
El 15 de mayo de 1976, Antonio Díaz López, fotógrafo de 24 años, fue secuestrado con su esposa, Stella Maris, enfermera, de la misma edad, ambos militantes del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Desde entonces están desaparecidos.
Dionisia recorrió todos los cuarteles y lugares posibles como otras madres para encontrarse luego juntas en esa historia de amor que las llevó hasta la Plaza de Mayo desafiando con sus pañuelos blancos a la dictadura militar. Siempre decía que no tenía odio “porque el odio enferma al que lo siente. Yo salgo a la calle todos los días a buscar justicia por mis hijos y todos los desaparecidos”. También demandó y logró el apoyo de España y afirmaba que aunque se hablaba de 300 españoles desaparecidos en Argentina, ella estimaba que la cifra era de unos 600, entre ellos muchos gallegos. Por su trabajo incansable recibió el año pasado el premio “Rosalía”de la “Asociación de Gallegas en la Emigración Herbas de Prata.
Darwina Gallichio tenía 84 años cuando murió el pasado 28 de noviembre. Lideraba en Rosario (Santa Fe) la agrupación Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. En 1989 logró recuperar finalmente a su nieta Ximena Vicario, quien fue apropiada por una hematóloga –Susana Siciliano– de la Casa Cuna adonde la dejaron abandonada los militares que secuestraron a sus padres Stella Maris Gallichio y Juan Carlos Vicario, desaparecidos desde 1977.
Gallichio tuvo que luchar contra la incomprensión y el ataque brutal de muchos medios, que consideraban que no tenía derecho a reclamar a su nieta a la que encontró cuando tenía ocho años. Desde que la encontró debió esperar casi cinco años para que restituyeran la identidad a la niña, ya que la justicia en sus primeros fallos había igualado sus derechos como abuela biológica con los de la apropiadora.
Fue una de las primeras nietas apropiadas por los militares en ser recuperada y logró crear una fuerte relación con la joven. Ahora todo es distinto para las Abuelas que encuentran en general otra recepción en la justicia y en los medios de comunicación.
Este año Darwina Gallichio, quien tenía una vieja relación con la Federación Agraria Argentina cuando esta organización estaba bien definida en su posición de izquierda, concurrió personalmente a una manifestación en la ciudad de Rosario, en pleno paro patronal de cuatro entidades de productores agrarios. Fue un hecho dramático porque su nombre fue utilizado por el dirigente Eduardo Buzzi al sostener que tenían el apoyo de las Madres, lo que incluso no encontró eco en una manifestación donde había más sectores de derecha que llevó la Sociedad Rural Argentina. De inmediato Madres y Abuelas de Plaza de Mayo se deslindaron de la actitud de Gallichio y advirtieron sobre el intento de utilizar a estas organizaciones para otros fines políticos. La misma Darwina dijo que su participación había sido un acto personal.
En distintos frentes, ambas madres fueron un ejemplo de lucha sin claudicación. Ninguna de las dos pudo conocer el destino trágico de sus hijos perdidos en la noche y niebla de las desapariciones. A Gallichio le quedó el consuelo de recuperar a su nieta Ximena y de haber dado un ejemplo –contando con la solidaridad de las abuelas– contra una justicia sorda que intentó desconocer sus derechos y los de su nieta.
Ambas y sus familias diezmadas fueron víctimas de una tragedia, que como dieron hoy sus compañeras de ruta y luchas “nunca más debe volver sobre nuestro pueblo”.