La vorágine de los libros
■ El periodista Günter Wallraff reveló secretos en charla con medios
“No quiero molestar con mi poesía; tal vez después de muerto se publique”
Guadalajara, Jal., 30 de noviembre. Ya relajado, después de todas sus actividades en la ciudad de México y a punto de despedirse de Guadalajara para ir unos días a la playa, el periodista alemán Günter Wallraff reveló secretos que poco tienen que ver con su oficio periodístico: continúa escribiendo poesía y está redactando su autobiografía –textos que se publicarán después de su muerte–, y no ha pensado en incursionar en la ficción, “porque para escribir, tengo que vivir las cosas. Se me da la práctica, pero no la teoría”.
Antes de ser periodista, de disfrazarse, Wallraff se dedicó a la poesía. ¿Qué ha pasado con su fase de poeta?
“No quiero molestar a mis lectores con mi poesía”, dijo sonriendo a La Jornada, durante una charla informal. Sobre la mesa, las revistas que han publicado su trabajo colocadas al lado de las tazas del café insípido del hotel.
“Hay gente más capaz que yo para escribir poesía, pero en realidad continúo escribiéndola en diarios, papeles, y tal vez después de mi muerte alguien se atreva a publicarla.”
¿Y su autobiografía? “Hace poco se publicó mi biografía escrita por otra persona y aprendí mucho acerca de mí. Es la biografía no autorizada. Estoy escribiendo mi biografía; apenas voy en la década de 1970 y mis editores saben que sólo podrá publicarse después de que muera, porque aún viven muchas personas de las que hablo ahí.”
Las siguientes líneas son sólo parte de esa conversación en el salón de un hotel tapatío:
¿Escribir una novela? “Creo que hay escritores que lo hacen muchísimo mejor que yo. Yo tengo que vivirlo para escribirlo. Mi madre, que ya murió, me decía: ‘por qué no escribes una novela’; pero no se imaginaba que la realidad a veces es más divertida y fascinante que lo que cualquier novelista podría imaginar. Durante mi trabajo he vivido cosas que me hacían pensar que estaba en una película surrealista, como si hubieran montado el escenario para mí. Llegué a pensar que estaba en The Truman Show.”
Su forma de narrar en sus libros los casos que investiga: “Es una mezcla de periodismo y literatura, pero no me doy cuenta de eso cuando lo escribo, me sale en automático. Cuento, narro cómo me siento; no es sólo trabajo periodístico, sino también literario”.
¿El ego del periodista? “Durante mi trabajo tuve demasiados enemigos y estuve en demasiados juicios que no me dio tiempo de ser egocéntrico. Dentro del grupo de periodistas –que sí son personalidades fuertes– soy uno de los más humildes. Tengo los pies en la tierra y no me interesa ser showman. Cuando era joven tenía muy poca autoestima, casi pedía perdón por existir; por los papeles que he interpretado como periodista me transformé. Creo que con mi trabajo encontré mi lugar en la sociedad, me obligó a tomar una postura, y estoy contento con eso.
“Buscar mi lugar me sirvió de apoyo. De joven pensaba en meterme en un monasterio, por mi timidez. De haber existido los retiros zen en Alemania me habría metido a uno.”
¿Ha valido la pena el costo en su vida personal? “Diría que sí. En general, porque como persona cambié mucho: El juego de roles fue como una autoterapia. Ahora me siento mucho más libre y seguro. Era pésimo en la escuela. Era un desastre en las cosas teóricas. Tenía que vivir las cosas para aprender, y eso me ayudó en lo que hago.”
¿Por qué lo sigue haciendo? “Siento que después de mi enfermedad (un problema en la espalda) aún tengo muchas cosas por hacer. La gente me busca; con mi trabajo logré algunos cambios rápidos. Noto que mucha gente acepta ahora mi trabajo. Siento que aún tengo enemigos fuertes, pero es mi responsabilidad decir las cosas. Además, es algo divertido y me encanta este juego de disfrazarme.”
Su última actividad en la FIL fue la mesa El periodista incómodo, ayer por la noche.