TOROS
La adicción al toreo
Espíritu torero que es un fenómeno tocado por la brujería de los diablos. Espíritu que promueve intereses y propicia una especial cachondería de adictos y cofrades que viven en la locura misma, signada por los demonios. En medio del regocijo y misticismo en incansable orgía que derrama manía o melancolía a raudales. Apoya el sol y pario un hijo del sueño y la noche con valor temerario.
Sólo un espíritu torero adicto lleva algunos aficionados a la Plaza México. En continuación de una tradición, en la que importa una actitud sensitiva previa, que sólo puede ser alimentada por esa personalidad tocada de fina intuición de lo bello, cuando lo bello está tocado de hondura, deseo insatisfecho que esconde un vacío y deseo de muerte.
Por que el asistir domingo a domingo a ver torear a toreros que no han toreado a lo largo del año, que se les pasó o está a punto de pasárseles el tiempo de ser y de contrapagar entradas reservadas a carteles con las figuras, y aparecer toros que suelen estar ausentes de las corridas de postín, es algo que sólo los que estamos tocados de la locura del toreo continuamos corrida a corrida.
Nuevamente la tarde de ayer aparecieron bravos toros de San Lucas, lo mismo con los caballos y manejables con el percal y un tercero excepcional del que no se enteró el juez de plaza y toreros con ganas de ser. Sin embargo, sin el sitio que da verle la cara a los toros cada semana. Lo cual no es nuevo en la historia del toreo. Una parte de la locura de las fiesta brava. De los toreros llamó la atención José Mauricio, que a pesar de la falta de estructura de sus faenas y verse rápido y embarullado con los bureles, salió con un entusiasmo que acabó por entusiasmar a los cabales, llevándose un achuchón por falta de ese sitio.
Lo mismo sucedió con Aldo Orozco que por alargar la faena al quinto toro, cambió de lidia y enfrió a los aficionados. Un Israel Téllez recién salido del hospital, acusó los efectos de una dolorosa cornada.
La familia taurina es familia de locos.