Jazz
■ Jalapa, de gala
Esto ha sido un éxito rotundo. Bajo una lluvia delgada, pertinaz y jodona, en el patio central de la casona que sirve de sede a la primera escuela de jazz de Jalapa, el pasado primero de diciembre comenzó el primer Festival Internacional Jazzuv. Manuel Zepeda (director de difusión cultural de la Universidad Veracruzana) inauguró y dio una emotiva bienvenida a los húmedos asistentes que llenábamos las instalaciones.
Enseguida, Édgar Dorantes (director de Jazzuv y del festival) presentó a Rodrigo Villanueva y su Northern Illinois University Lab Band, para que iniciara la primera de las 10 clases maestras programadas. Rodrigo es un baterista mexicano que dirige esta banda escolar desde hace cuatro años; aunque los chavales sonaron un poco nerviosos y el agua no dejaba de escurrir por los pliegues de una enorme manta, la clase se desarrolló bien y de buenas.
Este humedecido comienzo no mermó en lo más mínimo el entusiasmo ni el dinamismo de tres generaciones de jazzófilos xalapeños y de decenas de fuereños que llegaron ex profeso para esta fiesta de seis días. Por la tarde, el Salón Azul del hotel Salmones estuvo a punto de llenarse para la proyección de dos capítulos de Jazz Estacionario, serie televisiva de Alain Derbez, y para la conferencia La literatura del jazz mexicano, a cargo de quien esto escribe (y de espontáneas intervenciones de Guillermo Cuevas). La plática entre ponentes y público fue riquísima, se extendió más de dos horas, hasta que nos dimos cuenta de que no íbamos a llegar al concierto del Barlovento, donde ya había (lo supimos después) más de 500 parroquianos.
Al día siguiente, la lluvia seguía ahí, leve y obstinada, pero las clases maestras en Jazzuv estuvieron a reventar. La conferencia vespertina: El jazz en Xalapa, a cargo de Guillermo Cuevas, fue realmente de antología. El maestro, maniacamente modesto, dictó toda una cátedra sobre el fértil movimiento de la capital veracruzana. Otra vez, el diálogo con la gente duró más de dos horas y ya no llegamos al primer concierto nocturno, a cargo de Gustavo Bureau.
Por lo tanto, llegamos temprano al teatro del Estado, donde nos recibía en el escenario una gigantesca fotografía de Antonio Guzmán, líder de Los Caballeros del Estilo, grupo jalapeño de jazz de los años 20. A las ocho empezó a tocar el Quinteto de Cristian Mendoza, tenorista chileno quien por fortuna ha decidido radicar en nuestro país, y que a través de su sax logra frasear y parafrasear magistralmente los vértigos del bop y los vaivenes de la balada. Cristian se había rodeado además de tres músicos mágicos y un contrabajista. Giovanni Figueroa le dio a la batería, Rey David Alejandre se hizo cargo del piano y el trombón (y de sobrellevar su cruda) y Francisco Lelo de Larrea nos volvió a conmover con su manera de pulsar las cuerdas de la guitarra y de armar, una tras otra, alucinantes iconografías con pequeñas pinceladas.
El público, que materialmente abarrotaba la sala, los ovacionó sin miramientos. La emoción colectiva flotaba en el aire, se fundía con el sonido y se confundía con aquello de la comunión.
La Universidad del Norte de Illinois tiene dos ensambles de jazz. El primero reúne a los alumnos de más experiencia, y el segundo, bajo el nombre de NIU Lab Band, prepara a los universitarios que se inician en el arte de la síncopa. Este segundo ensamble fue el que nos visitó en Jalapa (después irá a San Miguel de Allende, Querétaro y Distrito Federal) para sorprendernos con su balance y su manejo de dinámicas y matices.
El único “pero” podría ser el pianista, joven músico tan entusiasta como falto de técnica, y algunas desafinadas de trombón y trompeta que podrían entenderse ante la falta de tablas. Pero los 17 músicos de la Lab Band consiguen un sonido sólido y envolvente, con un repertorio con base en Thad Jones, Randy Brecker y Bob Mintzer, que los jalapeños aplaudieron con ganas para hacerlos regresar con un encore de Ernesto Lecuona.
Rey David Alejandre suplió al tercer trombón de la Lab Band, quien no pudo viajar a México, y Cristian Mendoza tomó el lugar de una saxofonista que se enfermó del estómago, ya en Jalapa. Los dos maestros lucieron impecables y los mismos miembros de la banda les aplaudían cada solo.
El sol empezaba a asomarse cuando tuvimos que regresar al Distrito Federal.