¿Pakistán?
Con los cruentos sucesos ocurridos en la ciudad india de Bombay, mirar hacia Pakistán es lo primero que se hace, tanto por experiencias pasadas –el movimiento talibán nació en Pakistán en los años 90; Islamabad apoyó a los talibanes en Afganistán para obtener “profundidad estratégica” y utilizó a otras redes islamitas en Cachemira para debilitar a India– como porque actualmente existen elementos interesados en desestabilizar al gobierno civil del presidente Ali Asif Zardari (quien remplazó al gobierno militar del general Pervez Musharraf cuando éste dimitió en agosto). Sin embargo, la situación actual parece más compleja.
Uno de los hombres capturados durante los atentados en Bombay es un ciudadano paquistaní que dice pertenecer a Lashkar-e-Taiba. Esta organización jihadista paquistaní se hizo visible desde los años 1990 con sus cruentas emboscadas contra el ejército indio en la región de Cachemira. Sus ataques casi llevaron a Nueva Delhi e Islamabad a un enfrentamiento armado en 1999, año en el que por un golpe de Estado Musharraf accedió al poder. Desde el 11 de septiembre de 2001 Lashkar-e-Taiba está en la lista negra de Estados Unidos; en diciembre de 2001 transfirió su infraestructura a Cachemira y en enero de 2002, bajo presiones del gobierno estadunidense, Musharraf prohibió su existencia. Desde entonces el presidente paquistaní exageró la amenaza islamita en su país para conservar el apoyo de Estados Unidos; al dividir a la oposición creó un vacío político que permitió a los partidos religiosos ocupar el espacio. Esos partidos son miembros del Parlamento y representan a una parte de la población.
En cuanto a los grupos extremistas, es cierto que muchos son creación de los servicios de inteligencia militar de Pakistán; el apoyo logístico que el ejército y los servicios secretos paquistaníes ofrecieron a los talibanes sobrevivieron y, aunque el general Musharraf intentó romper con esa estrategia, nunca organizó una purga verdadera en el ejército o los servicios. Sin embargo, desde hace un tiempo esos grupos parecen actuar con mayor autonomía, como lo ilustra el movimiento cachemiro. En las zonas tribales, especialmente en Waziristán, región fronteriza con Afganistán donde los talibanes y Al Qaeda lanzan ataques contra las fuerzas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (ISAF), es difícil para cualquier gobierno paquistaní asegurar el control (además, la “talibanización” no se limita a las zonas tribales sino que se extiende a toda la provincia de Peshawar).
La infiltración de redes islamitas en la frontera afgana-paquistaní se ve facilitada por las características del terreno: la frontera entre los dos países es muy porosa, y algunas zonas fronterizas contienen población pashtu sobre las que el régimen talibán ejerció una fuerte influencia. Otros focos de inestabilidad regional son la provincia-frontera del noroeste y el Baluchistán, buena parte de cuyo territorio escapa a la autoridad del Estado. El radicalismo islámico en todas esas zonas es ante todo la traducción de reivindicaciones socioeconómicas, aunque se expresan en términos religiosos.
Si el ejército paquistaní no combate a los grupos islamitas radicales con la firmeza o eficacia requerida también podría interpretarse en parte como una reacción ante la influencia creciente de India en la región. Las declaraciones de algunos militares paquistaníes revelan la amenaza que Islamabad percibe en la política de Washington de favorecer la consolidación de India como la potencia dominante en el sur de Asia. Para Pakistán se trata de una amenaza estratégica que desde hace unos años se concreta, además, en la creciente presencia india en Afganistán mediante apoyo militar, en infraestructura y activismo diplomático.
Las divisiones sociales y políticas en India son otro factor que no debe soslayarse en la explicación de los atentados que han ocurrido en India en los últimos meses. La discriminación de las que los musulmanes en ese país son objeto (y de las vejaciones en Cachemira), así como los efectos que ha tenido el discurso sobre el “terrorismo islamita” repetido por la derecha hindú y el Partido Bharatiya Janata (Partido del Pueblo Indio) en el poder, lleva a varios especialistas de la región a confirmar que detrás del terror de Bombay están indios musulmanes pertenecientes al Movimiento Islámico de India que se iniciaron en las técnicas terroristas gracias a los paquistaníes de Lashkar-e-Taiba, pero que desde 2007 se han emancipado de sus mentores.