■ “Lo que realmente me agota es estar parado”, dice el cineasta
Manoel de Oliveira cumple mañana 100 años, mientras filma en Lisboa
Madrid/Lisboa, 9 de diciembre. “No tengo ningún secreto, son caprichos de la naturaleza”, responde Manoel de Oliveira cuando se le pregunta por su edad. “Ella nos da a algunos lo que les quita a otros”, añade el longevo cineasta portugués. Y mientras eso sea así, el director más veterano del mundo aprovecha cada minuto para dedicarse a su gran pasión.
Y así, estará detrás de la cámara también el día de su cumpleaños número 100, este jueves, ya que filma en Lisboa su nueva película, Singularidades de uma rapariga loura (Excentricidades de una chica rubia).
Oliveira es una auténtica leyenda viva y, pese a llevar ya casi ocho décadas en la profesión, sigue haciendo películas con un poder creativo que para algunos resulta inclusive desconcertante. Si se le pregunta cuál es su motivación, el decano del cine mundial no vacila un segundo en responder: “Mi juventud, que me hace decirme constantemente: ‘Tienes poco tiempo. Camina, camina’”.
Su energía, añade, se la debe al trabajo. “Lo que realmente me agota es estar parado”, dice este cineasta, convencido de que “la muerte mata la eternidad, pero también la concibe”. Por ello, reconoce que “si dejara de filmar, dejaría de vivir. Me gustaría morir filmando”, confesó hace ya algunos años.
Las primeras películas de Oliveira datan de los tiempos del cine mudo, pero, pese a que la crítica coincide en elogiar la brillantez de su obra, colocándolo a la altura de insignes directores como Jean-Luc Godard, Luis Buñuel o Federico Fellini, para el gran público el realizador luso es casi un desconocido.
Al patriarca del cine europeo eso no le preocupa: “Simplemente intento fijarme en la complejidad de las cosas, aun cuando no me reporte beneficios”, señala, y subraya que el éxito y la celebridad no le interesan, como tampoco le interesa el cine comercial. “Yo hago resistencia”, afirma.
Considerado “poeta visual”, Oliveira demuestra su carácter al filmar una película por año. La más reciente, un cortometraje titulado Do visível ao invisível (De lo visible a lo invisible), la lo presentó en el pasado Festival de Venecia. Cuatro meses antes, en Cannes, recibió una Palma de Oro en honor a su larga trayectoria.
Entre los filmes más conocidos de su producción reciente figura Viaje al comienzo del mundo, galardonado en 1997 con el Premio Fipresci de la crítica. Es la última película que Marcelo Mastroianni protagonizó, en la que encarna a un envejecido cineasta: el alter ego de Oliveira.
“Coincido con Marcelo en que hay que trabajar para olvidar que la muerte acecha”, dijo el director luso durante el rodaje, sin imaginar el significado que sus palabras adquirirían una vez finalizada la cinta. Oliveira, quien aparece en algunas de sus películas en pequeños papeles, también ha trabajado con estrellas como Catherine Deneuve, John Malkovich, Michel Piccoli o Irene Papas.
Nacido el 11 diciembre de 1908 en Oporto, en el seno de una familia de la burguesía industrial, Oliveira es completamente autodidacta, porque cuando en los años 20 comenzó a interesarse por el séptimo arte, en su ciudad no había más que un estudio de cine mudo ya abandonado.
En 1931 rodó su opera prima: Duero, faena fluvial, el primero de toda una serie de documentales, y en 1942 llegaba a los cines su primer largometraje, Aniki-Bobo. Este melodrama, una historia de amor ambientada en el mundo de los niños, causó gran revuelo en Portugal, ya que en sectores conservadores fue considerado amoral.
La falta de medios y la represión de la dictadura de Salazar obligaron a Oliveira a dejar la cámara durante muchos años, en los que, entre otras cosas, se dedicó a las carreras de automóviles y a gestionar la empresa familiar.
Su carrera en sí no comenzó hasta 1963, cuando llevó a la pantalla grande O acto da primavera, sobre el calvario de Cristo, rodada con los habitantes de un pequeño pueblo. En opinión de muchos críticos, fue con sus filmes de los años 30 y 40 el precursor del neorrealismo, algo que el director luso rechaza.
Afirma: “Yo perseguía la realidad como si se tratara de un fantasma que aparece de repente para enseguida desaparecer”.