■ Cuatro momentos revelan la profundidad de la crisis, de la rabia acumulada
La revuelta en Grecia, obra de los jóvenes que vieron asesinado su horizonte
■ Fuerzas políticas y grupos pequeños se esmeran en manipular el enojo para conseguir militantes
Atenas, 12 de diciembre. Todavía es una imagen. Una imagen que empieza a pintarse desde el sábado en la noche, cuando por toda Grecia corrió la noticia del asesinato de Alexis Grigoropoulos. Una imagen que sigue tomado forma con el paso del tiempo. La imagen, según se dibuje, puede llegar a captar el fondo, aunque no siempre podamos verlo, pues no tenemos aún la capacidad de capturar lo que hay detrás de los colores superficiales que llegan a nuestros ojos.
Aún es muy pronto para valorar lo que sucedió y sigue pasando en Grecia. Cada quien puede explicarlo desde lo obvio y decir cosas triviales, como que la explosión nació de la crisis económica, de la falta de horizontes en los jóvenes, de la represión, de la impunidad. Y por supuesto de ahí surgió, pero la manera en que todos estos elementos se expresaron en Grecia son únicos. Se trata de un preámbulo, de una anticipación de lo que va a suceder en otros países de Europa.
En La cámara lúcida, Roland Barthes dice que en cada imagen hay un punto donde se concentra, según la interpretación de cada uno, toda la fuerza y la tensión de la imagen, de la foto: el punctum. En la imagen que se pinta desde hace seis días en Grecia hay cuatro momentos punctum que muestran la profundidad invisible de esta rabia pendiente, que de repente estalló.
Primer momento: domingo tarde-noche. Desde Internet y teléfonos celulares se trama un invisible tejido de comunicación entre miles y miles de estudiantes de secundaria en toda Grecia. Nadie se da cuenta. El hecho es que el lunes en la madrugada las secundarias están cerradas. Sin asambleas, sin cualquier centro organizativo, sin la intervención de organización política alguna, los jóvenes están autorganizados en las calles. Bloquean calles y carreteras, y enfocan toda la rabia que les provoca el asesinato de Alexis contra las sedes policiacas. No queda casi ni una comisaría que no esté bloqueada por los alumnos, lo mismo en ciudades pequeñas, pequeñísimas, que en barrios de Atenas y de Salónica, que no han conocido a lo largo de su existencia manifestación alguna o algo parecido. Y amanece con hijos e hijas fuera de las sedes policiales quemando patrullas o tirando naranjas, piedras, huevos y pinturas a los edificios de las fuerzas del orden. Son jóvenes de 13, 15 o 16 años que enfocan su rabia hacia ese objetivo.
Segundo momento: martes en la noche. Los noticiarios de la televisión ya no saben qué decir primero y qué después. Todos los centros de las ciudades de Grecia son devorados por las llamas. Una información sobresale: en un suburbio de Atenas, donde viven gitanos, 600 de ellos ocuparon el cuartel policial, le prendieron fuego e hirieron con escopetas a dos gendarmes.
Tercer momento: martes en la noche. En 23 cárceles del país todos los presos se niegan a cenar, en apoyo y solidaridad a la revuelta.
Cuarto momento: después de las palabras provocadoras del abogado que defiende al policía asesino, diciendo que Alexis murió a causa de una bala perdida, los estudiantes de secundaria vuelven a cerrar las escuelas. Cercan 25comisarías de Atenas y 20 más del interior. Cortan el tránsito de 20 avenidas. Ocupan 190 secundarias en Grecia. En la mayoría de las universidades no hay clases. En unas 20 ciudades los bancos y las tiendas de lujo son devoradas por el fuego.
Cuatro momentos punctum que muestran la profundidad de la rabia acumulada, que aguardaba su momento, que va más allá del asesinato de Alexis, de las llamas que iluminaron Grecia y que la hicieron visible en los últimos días. Pura rabia. Rabia justa.
Muchos equiparan lo sucedido con los hechos de Los Ángeles y París. La comparación no es adecuada. No son los reprimidos de siempre quienes expresaron su rabia prendiendo fuego a los centros de las ciudades. No. Son nuestros hijas e hijos. Son aquellos que vieron en el asesinato de Alexis sus horizontes ultimados. En pleno incendio, al calor de las llamas, también encontró su lugar la rabia de los marginados. El asesinato de Alexis fue la mecha que encendió esa rabia. Y la rabia caminó en las calles de Grecia y lo arrastró todo. La rabia es, además de todo, ciega.
El fuego se extendió en el pasto seco de una clase política absolutamente gris. Antes del estallido, los escándalos por corrupción ocupaban la primera fila del espectáculo político nacional. La oposición era prácticamente inexistente. El color del paisaje era de turbia negritud. Ahora, la izquierda pisa en dos barcos y se tambalea. Algunos grupúsculos, organizaciones de izquierda radical y anarquistas ven la oportunidad de crecer. Los fascistas salen a las calles a defender “la propiedad”. Y todos, absolutamente todos, se esfuerzan por manipular la rabia y conseguir militantes.
La imagen se hace turbia, pero quedan los cuatro momentos punctum. En ellos está la esperanza.