¿Prevenir o reprimir?
En el Distrito Federal se dan pasos para prevenir los delitos, hay programas de apoyo a los más necesitados; atención a las unidades habitacionales para evitar lugares oscuros, matorrales crecidos y recovecos; se organizan campañas recreativas para que niños y jóvenes ocupen su energía y su tiempo en forma constructiva, como la pista de hielo, actividades culturales diversas, música, teatro, ferias del libro y otras diversas.
El gobierno de la ciudad ha optado, desde hace ya algunos años, en el combate al delito, por medidas preventivas, atendiendo a las causas que facilitan o propician los hechos ilícitos y ocupándose menos, pero sin dejar de hacerlo, de la persecución de los delincuentes a posteriori, cuando el delito ya ha sido cometido y la sociedad exige el resarcimiento. Se adelantaron en la búsqueda de mecanismo jurídicos para cancelar la propiedad que es usada para cometer los ilícitos o bien como refugio de los delincuentes; con el nombre no muy técnico de extinción de dominio se pretende destinar inmuebles que han sido usados para la venta de objetos robados, para casas de seguridad o para esconder a personas secuestradas, a otros fines que sean útiles a la colectividad.
Frente a esta actitud propositiva y encaminada a segar las fuentes de la delincuencia, el gobierno federal, asustado por el avispero que alborotó el titular del Ejecutivo, no atina si no a reaccionar con medidas de fuerza o de control centralizado. El legislador priísta César Camacho Quiroz, en apoyo de la modificación al artículo 73 constitucional, encaminada a una oportunista ley general en materia de secuestros, afirmó que “la dispersión jurídica ha generado una deficiencia policiaca y eventualmente judicial”; esta aseveración va en contra de nuestro sistema federal y ciertamente no es la diferencia entre unas leyes y otras, diferencias que por otro lado son mínimas, las que generan deficiencia policiaca. Ésta se debe a la falta de preparación y capacitación de los policías, a los salarios inhumanos que se les pagan en muchas partes del país y al constante ataque mediático que hace que el reconocimiento social hacia ellos sea mínimo y que su propia autoestima se encuentre disminuida.
Aprobar una flamante ley federal antisecuestro será tan inútil como las ostentosas reuniones nacionales provocadas por algunos delitos singulares en contra de víctimas de familias poderosas o conocidas.
Si los secuestradores han tenido ventajas, no se derivan éstas de la diversidad de leyes locales, si no de otras circunstancias que los especialistas han señalado, una de las cuales es la falta de denuncia y otra la deficiente coordinación entre los diversos cuerpos policiacos, en ambos casos el remedio se puede encontrar sin necesidad de nuevas y más complicadas leyes.
En la ciudad de México, uno de los renglones en que se ha puesto énfasis es el relativo a la capacitación y preparación de los policías, con programas en los que junto con las enseñanzas necesarias de criminología, derecho penal, criminalística, manejo de armas y defensa personal, se les imbuyan valores y se les impartan materias fundamentales como son ética policiaca y derechos humanos. Es por ese camino que se ha logrado evitar el desbordamiento de la delincuencia en la ciudad y mayor eficacia en el control de los ilícitos, sin desconocer que el problema mundial y por tanto también nacional, de crisis económica, de aumento de la violencia en general y de crisis de valores, nos afecta a todos, pero en menor medida, cuando, como en el caso de la ciudad de México, se toma el camino adecuado, de privilegiar la prevención frente a la represión.
En otro tema, Hugo Moneda fue un buen policía, con vocación y apego a su responsabilidad, muy lamentable lo que le sucedió. Mi pésame a su familia, a sus compañeros, a sus jefes y a sus amigos en la procuraduría y en el gobierno de la ciudad.