■ El Tri callejero no ganó el Mundial de Personas sin Casa, pero transformó su visión
La selección nacional de futbol de calle, un camino a la rehabilitación
■ Demostramos que se puede cambiar la vida, dice el capitán Praxedis
■ Trujillo se ilusiona con jugar en Chivas
■ El balompié, un pretexto para que los jóvenes recuperen la confianza: Copto
Ampliar la imagen Édgar, Juan, Ángeles y José Antonio, integrantes del Tricolor de la calle Foto: Carlos Ramos Mamahua
Una noche en casa de sus padres, Juan Praxedis estuvo a punto de morir de un “pasón”. El cuerpo se le empezó a acalambrar y la taquicardia dificultaba su respiración. –“Hasta aquí llegué, aquí voy a quedar”–, pensó mientras su cuerpo sudoroso yacía recostado en la cama.
La dependencia de la cocaína, la mariguana, las pastillas y el alcohol le habían destrozado la vida, y en el punto más álgido de su adicción empezó saquear su propia casa y a robar para comprar drogas.
“Todos empezaron a rechazarme: mis padres peleaban constantemente por mi culpa; mis hermanos me cerraron las puertas porque yo era una mala imagen para sus hijos, y de pronto todos me dieron la espalda. Terminé completamente solo”, evoca aquellos días amargos.
“Era un andrajo, sentía que no encajaba en ninguna parte y que mi vida no tenía valor y hasta un día intenté suicidarme”, recuerda.
Luego de un intenso trabajo de rehabilitación, a los 30 años, Juan Praxedis tuvo la oportunidad de alinear en la selección mexicana de futbol calle, en la que fue nombrado capitán por su experiencia y por la responsabilidad frente a sus compañeros.
El representativo nacional se integró tras un selectivo en el Zócalo capitalino, al que acudieron mil 500 niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad y de adicciones.
De ahí salieron ocho jugadores que participarían en la Copa Mundial de Personas sin Casa, en Melbourne, Australia, del 1° al 7 de diciembre, en la que los mexicanos obtuvieron el lugar 25, pero el primero de su grupo, y recibieron el trofeo The Big Issue.
Sólo cuatro asistieron
De los elegidos sólo cuatro asistieron a la Copa para representar a México, pues sin recursos ni patrocinios quedaron en desventaja numérica por la falta de banca ante el resto de los equipos en el Mundial.
“Cuando me nombraron capitán me sentí increíble, no lo podía creer. Y cuando escuché mi nombre para el representativo nacional me sentí en otro mundo, totalmente respaldado y fue como un premio por mi constancia.
“Era un orgullo poder representar a mi país y demostrar que se puede cambiar la vida, además de que podemos llegar así a la juventud como un ejemplo contra las drogas y el alcohol”, comenta emocionado.
Así, Praxedis voló a Australia con sus compañeros Juan Félix Buenrostro, Néstor Rodríguez y José Antonio Trujillo, así como con el mánager, Daniel Copto, para cumplir con la responsabilidad de representar a México en la copa de futbol calle.
La curiosidad de conocer otro país, otras culturas y otras personas le emocionaba intensamente, pero también le generaba ansiedad y cierto temor ante lo inesperado de la misión.
“En el primer partido jugamos contra Escocia, que era el campeón mundial, con el estadio lleno y la gente gritando, la verdad que me temblaban mis piernitas, pero cuando escuchamos el Himno Nacional... pues dije: ‘va por mi país.’”
Con esa actitud enfrentaron el resto del torneo y consiguieron lo que otros representativos nacionales no pueden: vencer a Argentina.
“Los de la albiceleste llevaban una barra que hacía mucho escándalo. En cambio nosotros sólo éramos siete mexicanitos; hasta el coach de ellos nos fue a decir: “Esperamos que México meta muchos goles... pero más Argentina”.
Los tricolores iban perdiendo un partido que se jugaba con entrega. En los últimos minutos Praxedis empató el marcador 8-8, y gracias a un golazo de José Antonio Trujillo se definió el marcador final 9-8 en favor de los mexicanos callejeros.
Precisamente el más desmadroso del equipo, como se asume el propio José Antonio, apenas empieza a asimilar esta experiencia y no quiere despegar los pies del suelo:
“Hay gente que por un simple viaje se sube a una nube, pero yo no –dice tajante–. Regresé, veo mi realidad y no quiero perder la cabeza”, dice el defensa de 19 años.
Después de vivir bajo un puente en Periférico y luego de su paso por diversas instituciones sociales, José Antonio es cauteloso y prefiere tomar las cosas con calma. “Soy medio rebelde y me enojo fácilmente, pero en el equipo he aprendido a trabajar con todos. Se podría decir que ellos son como mi familia”, reconoce.
Ahora se concentra en seguir su trabajo en el selectivo para el próximo año en Italia y planea empezar una etapa como entrenador de futbol calle con jóvenes en situación de vulnerabilidad o con problemas de adicciones.
Mientras tanto, se concentra en sus compromisos inmediatos, como su trabajo en un café Internet de Tepito, pero sueña con probarse algún día en el equipo de sus amores: Chivas.
Otros como Édgar Uriel Cortés no tuvieron la fortuna de defender la camiseta de su país por la escasez de recursos, pero el simple hecho de formar parte de este combinado fue razón suficiente para mejorar sus condiciones de vida, como señala el jugador de 18 años, quien no pierde la esperanza de asistir el próximo año a Italia, donde se realizará la siguiente edición de la Homeless World Cup.
Otra historia áspera
La historia de Édgar es igual de áspera. Sólo guarda unos cuantos recuerdos borrosos de sus padres. Apenas era un bebé cuando lo abandonaron en su natal Tamaulipas, y desde entonces su vida transcurrió en casas de asistencia social.
En su expediente sólo se indica que llegó al DIF por abandono, que fue adoptado por unas personas que lo maltrataron –por lo que regresó a la casa hogar–. Después todo fue problemas y traslados de una institución a otra.
Así resume su escueta biografía este joven de 18 años, hasta que un amigo lo invitó a participar en un torneo de futbol calle, de donde se seleccionaría al equipo que representaría a México en Melbourne, Australia:
“Desde que estoy en este programa me siento mejor persona, más humano, y ahora trato de aprovechar lo máximo de cada oportunidad que se me presenta. Me causó tristeza no poder ir a Australia, pero me quedé tranquilo porque sabía que mis compañeros que viajarían iban a hacer su máximo esfuerzo.”
Édgar construye una nueva historia personal gracias a que el futbol calle le permitió vivir experiencias que nunca antes había imaginado, entre ellas la del abanderamiento como seleccionado nacional por parte del jefe de gobierno capitalino, Marcelo Ebrard Casaubon, en la Plaza de la Constitución.
“No lloré porque soy hombre, pero fue tanta la emoción de estar ahí en la ceremonia y donde todos me felicitaban que... en realidad sí se me salieron las lágrimas”, admite.
“Híjole, cuando nos dijeron que éramos seleccionados, fue frente a Palacio Nacional y estaba el señor Marcelo Ebrard, fue una felicidad enorme. Participé porque lo soñé y creí en todo esto, y ahora estoy muy orgulloso”, confiesa.
Pese a las adversidades financieras, este equipo ya cumplió con su meta, pues aunque no ganaron el Mundial, la vida de cada uno de los integrantes tuvo una transformación importante.
Hoy no sólo forman parte de la selección mexicana de futbol calle, sino además son agentes de cambio en cada una de sus comunidades, explica Daniel Copto, mánager del equipo y responsable Street Soccer AC, y agrega:
“El futbol aquí es un pretexto para que estos jóvenes recuperen la confianza y dejen atrás una condición en la que siempre han vivido como marginales”.