Balance de la Jornada
■ Digno cierre de un torneo mediocre
Ampliar la imagen Tanto el zaguero celeste Joaquín Beltrán como el delantero escarlata Héctor Mancilla tuvieron buena actuación en la final y ambos anotaron en la tanda de penales Foto: Víctor Camacho
Si alguien hubiera escrito el argumento, difícilmente lo habría hecho más dramático. En un final de película, el veterano Hernán Cristante se comportó como héroe y Alejandro Vela como villano, en un duelo que será recordado durante un buen tiempo por varios factores.
Y es que hubo de todo: errores arbitrales que permitieron a Gerardo Torrado terminar el juego; la salida en camilla de César Villaluz luego del claro penal que no se le marcó; la agonía de los penales; las lágrimas de Vela y el éxtasis de Cristante, quien sumó su quinto cetro y es el jugador activo con más coronas.
Toluca, por supuesto, tuvo la capacidad futbolística para conquistar su novena estrella, pero también contó con el favor de esa veleidosa suerte futbolera que se tornó de un rojo intenso cuando el penal de Miguel Almazán que iba hacia afuera le pegó en la espalda a Yosgart Gutiérrez y definió el 7-6 en los penales.
Después, Alejandro Vela, el hermano mayor del ariete del Arsenal, no soportó la presión de llevar en sus espaldas todos los anhelos de un pueblo celeste acostumbrado a los sufrimientos, y además se topó con un Cristante que coronó con esa atajada el año más brillante de su prolongada y exitosa carrera.
Rolando Hernán Cristante Mandarino (La Plata, 16 de septiembre de 1969) es, a sus 39 años, el jugador más veterano de la liga. Llegó al cuadro mexiquense en la lejana temporada 1993-94, se mantuvo en la 95-96 y debido a una lesión pudo regresar hasta el Invierno 98. Desde entonces suma 21 torneos cortos siendo una garantía bajo los tres postes escarlatas, lo que culminó en este torneo al convertirse en el guardameta con más tiempo invicto en la historia del futbol mexicano –746 minutos– y con el título, que llegó en gran parte gracias a sus actuaciones.
Toluca ha sabido trabajar en los torneos cortos, en los cuales suma seis de sus nueve campeonatos. Parecía que los triunfos se acabarían con la salida del llamado Diablo Mayor, José Cardozo, y luego con el despido de Rafael Lebrija, quien se caracterizó por contratar jugadores muy rentables.
Sin embargo, la directiva roja ha seguido con fichajes atinados. Primero, al firmar a un técnico como José Manuel de la Torre, quien en su corta carrera suma ya dos títulos, ambos por cierto conseguidos en La Bombonera, sólo que el primero fue para las Chivas, hace dos años.
Además, los mexiquenses no sólo han contratado elementos como Cristante, Paulo da Silva, el retorno de Israel López, Martín Romagnoli y el líder goleador Héctor Mancilla, sino también han trabajado en la cantera para respaldar a esas figuras.
No es casualidad entonces que Toluca esté ya en el tercer sitio de títulos, sólo abajo de los populares Chivas y América. Se queja Sinha de que no se le da el reconocimiento adecuado. Puede tener razón, ya que no está bajo reflectores permanentes, pero aquí entra la polémica: le sobran títulos, pero le faltan aficionados para ser considerado un club con arrastre nacional.
El manotazo de Cristante impidió lo que hubiera sido una coronada épica para Cruz Azul, que tuvo los logros de llegar a dos finales en un año; marcar dos goles y dejar sin respuesta al gran favorito en su propio estadio; empatar el marcador global cuando estaba en inferioridad numérica; forzar los penales en esa circunstancia y mostrar, sobre todo, que no es ese equipo frío que muchos critican y que en realidad sí tiene sangre, sangre azul.
Sin embargo –más allá de esa gran reacción digna de alabanza, de ese pundonor para luchar contra los pronósticos–, la derrota deja números que demuestran que algo anda mal en la cooperativa.
La Máquina se convirtió en el primer equipo que pierde dos finales consecutivas; sumará –si bien le va– 11 años y medio sin título; en los recientes 28 años sólo ha conseguido un campeonato (algo indigno para una escuadra que se precia de ser grande) y cayó al cuarto lugar, al ser desplazado por los propios rojos en cuanto a cetros conseguidos.
Más allá de las penurias celestes y del merecido y sufrido triunfo rojo, fue un cierre brillante que nos hizo olvidar un torneo mediocre.