No es el muro, señor Michael Chertoff
El secretario de Seguridad Interior, Michael Chertoff, afirmó que el número de personas que intentó entrar sin documentos a Estados Unidos cayó vertiginosamente gracias al muro en la frontera con México, “pues por primera vez en una década el flujo de migrantes indocumentados cayó a 500 mil entre 2005 y 2008 en lugar de los 800 mil que ingresaban” (La Jornada, 19/12/08). Y Ramón Rivera, coordinador de la Patrulla Fronteriza en McAllen, Texas, señala que hasta ahora se han construido unos 800 kilómetros del muro en la frontera con México, de un total de mil 100 kilómetros que se tiene programado concluir en 2009, y que “no es una solución por sí misma, pues se requiere la combinación de más elementos tecnológicos como cámaras de vigilancia, sensores y unidades aéreas” (Ibid).
Estas declaraciones ponen de relieve varias cosas. En primer lugar que las autoridades del vecino país siguen pensando que un fenómeno laboral se puede manejar criminalizándolo, pues un muro, que sin duda podemos conceptuar como el de la ignominia, no va a detener el flujo de trabajadores, por muchos sensores y cámaras que pongan.
En segundo lugar, se trata de una estrategia que va dirigida, como señala el propio Chertoff, al pueblo estadunidense; por lo tanto, no importa el resultado –muertes en la frontera, travesías por lugares ahora más riesgosos, etcétera–, sino la percepción que tenga la opinión pública de que el presupuesto asignado es efectivo y que el gasto para reforzar la patrulla fronteriza, que duplicó sus efectivos desde 2001 hasta totalizar más de 18 mil miembros en la actualidad, están muy bien invertidos.
Habría que hacer algunas precisiones al señor Chertoff: el muro no ha detenido el flujo migrante en estos años, sino más bien Estados Unidos es hoy menos atractivo para los migrantes, pues la posibilidad de acceder a los trabajos es mucho menor debido a que ese país se encuentra en recesión, lo que supone pérdida de empleos en aquellos sectores en los que estos trabajadores han sido altamente demandados. Si bien el flujo ha disminuido, no se ha eliminado porque a pesar de la recesión siguen necesitándose los trabajadores. Y eso lo pude comprobar ahora que estuve en Estados Unidos para continuar mi investigación y conocer cómo están enfrentando los trabajadores migrantes este momento tan difícil.
Las llamadas nurseries (invernaderos) siguen empleándolos en labores muy duras y demandantes, tanto que pocos son los nativos que dispuestos a aceptar estos trabajos. De hecho, nos explicaba un empleador, que si un estadunidense acepta el empleo al segundo día de trabajo ya no se presenta. Por otro lado, la construcción no ha desaparecido del espectro económico, aunque ha disminuido.
En algunos de los condados que visité y se encuentran en lo que se ha denominado “nuevos destinos migratorios”, se sigue construyendo, sobre todo departamentos para jubilados. Y por supuesto que allí están los migrantes llevando a cabo todo tipo de trabajos. También se encuentran en las grandes industrias de pollo, por cierto las más riesgosas, porque hay una enorme rotación de trabajadores, y son las que han estado más en la mira de las autoridades para realizar desde ahí la deportación. Debido a ello algunas de estas industrias han tenido que utilizar a reos que purgan condenas pequeñas para suplir el trabajo del migrante, lo cual es por supuesto ineficiente.
Sin embargo, la crisis está afectando a estos migrantes, y una forma en que la resienten es que a la mayoría se le han reducido las horas de trabajo, aunque pocos han perdido el trabajo por completo. Para enfrentar esta situación dejan de comprar, de salir a divertirse, tratan de ahorrar lo que pueden y envían menos dinero a México, porque simplemente no les alcanza.
Se respira una sensación de temor generalizado entre ellos, pues la deportación está presente, aunque también se trata de otra estrategia para consumo interno y, por lo tanto, muy selectiva; recordemos que hay más de 12 millones de indocumentados en Estados Unidos.
La maniobra es verdaderamente inhumana, pues lo que suelen hacer es llevarse al jefe de familia, por lo que la esposa y los niños se quedan desamparados y con terror para salir de su casa y trabajar. De esta forma las autoridades presionan a la familia para irse por “su propia voluntad”, acción verdaderamente ruin, sobre todo si tomamos en cuenta que estos trabajadores cumplen con todas las obligaciones como es la de pagar impuestos que van directamente al fondo de retiro de la seguridad social, lo que beneficia a los jubilados, no a ellos.
Lo que tienen que entender las autoridades estadunidenses es que sin los latinos estas industrias estarían quebradas, tal como nos señalaron muchos empleadores. Y si realmente quieren detener el flujo de indocumentados tienen que reconocer que los refuerzos fronterizos los promueven. Por lo tanto, señor Michael Chertoff, el muro no sólo es una bofetada a su socio mexicano, sino una estrategia absolutamente equivocada.