■ Medio centenar de óleos, acrílicos y dibujos, en el Museo de Historia de Tlalpan

Descubre Isabel Leñero en el microcosmos vegetal el tema de la muestra Figuraco 27

■ Enfocó su obra en elementos celulares y patrones geométricos de la naturaleza

Merry MacMasters

El mundo vegetal y la geometría son temas que se entretejen en Figuraco 27, medio centenar de óleos, acrílicos y dibujos –estos últimos expuestos por primera vez– que la pintora Isabel Leñero Franco exhibe en el Museo de Historia de Tlalpan (Plaza de la Constitución 10, Centro de Tlalpan) hasta el 30 de enero.

“Los temas en la pintura son pocos, uno los repite o los enfoca de manera más personal”, expresa Leñero Franco, cuyo recorrido pictórico ha abarcado el paisaje, los volcanes, las ballenas; luego, las plantas y las flores, como pretexto de la sensualidad.

Su incursión en el mundo vegetal la llevó a enfocar sus formas hasta un “punto milimétrico, microcósmico”, que fue cuando aparecieron una serie de elementos celulares de la misma naturaleza que había pintado. Eso la llevó a descubrir todos esos patrones que tiene la naturaleza y enfocarse en la geometría como manera de expresar el misterio que tiene el mundo vegetal de organizarse y codificarse.

La serie (sin título) más reciente de la exposición refleja el antagonismo entre “lo orgánico y lo geométrico”, como si lo sensual se contrapusiera a lo racional. La mayoría de la obra incluida en Figuraco 27 –nombre de la calle donde tiene su estudio– es del presente año, pero también hay trabajos de 2007, 2006 y 2003.

En fechas recientes, su paleta se ha vuelto más “explosiva, con colores primarios, todo lo contrario de lo que hice antes, donde el colorido era más matizado”.

–¿Emplear colores tan vibrantes refleja mayor libertad para trabajar?

–Tal vez, porque en cuanto empecé a sentir un lenguaje más propio, donde ya me podía mover más libre, y con la geometría que te da infinitas posibilidades, también el color empezó a surgir más libre y alegre.

“A final de cuentas sí hay un elemento festivo en el color elegido. Tiene que ver con esta época del trabajo, en la cual encontré un lenguaje donde me siento mejor, donde puedo pensar y sentir más la pintura. El color surgió de manera sorprendente. Antes mi paleta era mucho más reducida.”

La curaduría de la muestra, a cargo de su prima, la museógrafa Pilar Leñero Llaca, también incluye “objetos encontrados”, como un cordón de semillas.

Si algunas de sus obras tienen un aspecto decorativo, Leñero Franco recuerda que la ornamentación es “una intelectualización de la naturaleza a través de los años. Finalmente se convive mucho con esta naturaleza procesada por los años y por el humano”.

–¿Qué artistas o épocas le llaman la atención?

–Todas. Mientras se está en el mismo trabajo todas se vuelven contemporáneas, porque es una nueva visión. Uno las va incorporando a su lenguaje, como valorar y retomar la manera en que intervinieron en el plano, cuáles son sus preocupaciones. Es un poco como el recuento de lo que se es como artista, al ver la pintura que se ha hecho.

“Es curioso, porque pienso que en la actualidad es igual: uno es contemporáneo mientras esté trabajando, no en la torre de cristal, allí escondido, sino al tanto de lo que producen los demás, los compañeros, los colegas, los artistas de otras generaciones. Eso importa más que ver si se está a la vanguardia o quiénes están rompiendo o si están rompiendo porque retomaron lo que se hace en Europa o en otros lados. Para mí, si uno está presente y al tanto de lo que sucede, eso a fuerzas se trasmite en el trabajo.”