■ Presentó su disco concepto El ídolo en el Lunario del Auditorio Nacional
La sordidez tiene un lado sublime que me encanta, dice Adanowsky
■ Soy su espermatozoide, una parte de su hígado; no pesa ser su hijo: es un orgullo, expresa el músico francomexicano en entrevista al referirse a su padre, Alejandro Jodorowsky
Ampliar la imagen Adanowsky durante su performance en el Lunario, al cerrar su gira Foto: Chava Rock
“Soy su espermatozoide, una parte de su hígado. Para mí, no pesa ser su hijo: es un orgullo”, dijo en entrevista con La Jornada Adanowsky, músico y performancero francomexicano, el menor de los hijos del prolífico Alejandro Jodorowsky. Decidió cambiarse el nombre para que no se le relacionara con el de su famoso padre. Hace unos días cerró una gira que comenzó en Francia e incluyó España, Argentina y Chile, para concluir en el Lunario del Auditorio Nacional.
Adán, como es su nombre real, vivió lo que algunos artistas desearían: que les enseñara el mundo Alejandro Jodorowsky, que George Harrison les diera lecciones de guitarra, que James Brown fuera quien les enseñara a bailar; además, que a los ocho años actuaran en una película, como Santa Sangre.
Adanowsky presentó su disco-concepto El ídolo, editado en México, en el que recuerda al viejo cabaret. Poco antes de subir al escenario se le preguntó cómo entró al mundo de la música.
Respondió: “Entré a los seis años tocando piano y a los 12 la guitarra y la batería de mi hermano. En el sótano de mi casa me instalaron un estudio de música; allí empecé a trabajar tres horas diarias. Luego conocí en una fiesta a un amigo y, como yo sabía tocar el bajo, me propuso entrar a un grupo: Los Hellboys”.
Especie de leyenda
–En su Myspace menciona que lo enseñaron a tocar y bailar grandes músicos como George Harrison. ¿Es cierto, o es parte del personaje que maneja?
–Parece leyenda, pero no. Creo que tenía 7 años cuando fui a la casa de George Harrison y con su guitarra me enseñó un blues; fue mi primera lección de guitarra. Me dijo: “estás lejos”, nunca supe si estaba lejos, iluminado, o lejos de ser un buen guitarrista, pero me dijo eso.
–¿Es francés, chileno o mexicano?
–Nací en Francia, en París. He viajado por todo el mundo. Venía a México seguido. Me iba a ver las prostitutas con mis hermanos; sólo a mirarlas, a ver la decadencia, toda la crisis, para inspirarme en eso y después hablar de ello.
“La sordidez tiene un lado sublime que me encanta. México me inspiró mucho. Me gusta el arrabal, la gente que va en busca de amor, los obsesionados sexuales, la gente que mira, pero que no entra a coger. Todo eso. Me gusta observar a ellas, cómo seducen, cómo atraen a los hombres.”
–¿Cómo sintetiza eso en un escenario?
–En mi espectáculo hay un strip tease. El show es muy sensual; es una partida de seducción. Es performance. Tengo una base y después improviso alrededor de esa base; trato de hacer un espectáculo en el que yo soy un personaje, soy un ídolo. Este disco es el principio de una trilogía, van a ser tres álbumes en los que cambiaré de personaje. Juego a ser ídolo, llego a escena, brillo, les doy besos a las muchachas; es un juego, en realidad, y la gente juega, porque sabe que estoy jugando. Los otros dos personajes irán hacia algo más luminoso, quizá menos decadente, pero siempre con una dosis de sarcasmo.
Adanowsky tocó con la banda francesa Gush. “Son familia entre ellos, pues dos son hermanos y otros dos son primos. Son los mejores músicos que he tenido. Traen una imagen de los años 70; son simpáticos, buenos músicos y guapos. Tengo un showman, Nicolas Ullmann, quien presenta el show, hace el stip tease, la hace de monstruo, hay una ceremonia vudú.
El performancero afirmó estar influido por “las películas que he visto, la música que escuché. Mira, en mi primera película (Santa Sangre) vi payasos, circos, una mujer sin brazos, una que se colgaba del pelo. Eso lo vi a los ocho años. Imagínate entonces lo que tragué de información”.
–Obvio que la educación paterna no ha sido convencional.
–Por supuesto que no, pero no trato de ser como mi padre. Él me ha inspirado. Me he cambiado de nombre, hago música, él no hace música; yo hago mis cosas, por lo que compararme con él es imposible; es otra época, ya no hay esa cosa de provocar. Sí creo en la poesía, eso sí tenemos en común. Soy lo que soy: Adanowski.
–¿Cuál es su intención al hacer música?
–Expresarme, dar a la gente y aprender a recibir. Eso es muy importante, que la gente no sabe recibir a veces, sólo está allí para dar, dar, dar, pero recibir también es importante. También hacer lo que me gusta, sin tener miedo de lo que va a pensar la gente, de cómo va a reaccionar; no me importa, hago lo que quiero y ya. El arte es para expresarse, entonces saco lo que tengo adentro.
“Quiero regresar a México. Me gusta mucho. Soy mexicano. Tengo un pasaporte mexicano y otro francés. De aquí me gusta la alegría de la gente. Eso es lo que más me atrapa. En las crisis, en los momentos más duros, la gente es alegre, eso es lo que me gusta. Te dejó tu mujer, pero te bebes un tequila, estás feliz y gritas.”
Curiosidad por ver al descendiente del cineasta
Adanowsky llegó al escenario como dandy, bailó y se contorsionó al típico movimiento de Elvis con pelvis. Las alrededor de 400 personas lucían expectantes, la mayoría para ver que hacía el hijo del escritor y cineasta.
Primero invitó a que se acercaran las mujeres que desearan darle un beso en la boca. Algunas nuevas fanáticas entregaron con algarabía sus jóvenes labios. Así se mostró El ídolo, su personaje complaciente y seductor, auxiliado por un showman, que lució más llamativo al momento de encarnar a una grupi, que besó con intensidad al guitarrista, y después lo intentó con El ídolo.
En ese momento del concierto concierto el Lunario era un burdel grotesco y colorido. Concluyó esta parte con un beso en la boca del travesti a Adanowsky.
Con unas cuantas canciones el músico tuvo bajo su control al público, que le festejó todo, inclusive cuando se prestó a ser parte de un ritual, que consistió en permanecer sentado o hincado para después brincar y gritar desorbitadamente. El más pequeño de los Jodorowsky dejó un buen sabor de boca a algunas personas, un buen espectáculo visual a otras, y unas ganas inmensas de una nueva y pronta visita.