TOROS
■ Pese a rumores, no se concreta aún la feria de Año Nuevo
Anoche se cerró la Plaza México y empezó la incierta espera
Anoche comenzó la incierta espera. Se acabó la temporada me-xi-ca-ní-si-ma y con ella el “compromiso” empresarial de promover sólo a diestros nacidos aquí, lo que en realidad fue un eufemismo para una sola cosa: desanimar a los poseedores del derecho de apartado, ofreciéndoles toros y toreros del montón, para que ya no renovaran sus tarjetas y perdieran sus localidades.
¿Con qué fin? Elemental, querido Watson: evitarle ulteriores demandas y juicios a la familia Cossío, cuando tire la plaza y venda el terreno para que algún archimillonario –si es que alguno queda aún para entonces– construya en ese lugar un mall, o de perdida un molito.
Ahora, a lo largo de las próximas tres semanas, todo se irá en especulaciones acerca de los cartelazos que vienen con Ponce, El Juli, José Tomás y etcétera. La devaluación de 40 por ciento del peso puede convertir ese sueño en pesadilla que los enterradores de la plaza muerta preferirían evitar. A la mejor la supuesta feria de Año Nuevo se atrasa y todo se reduce a la corrida del 5 de febrero.
Por lo pronto, en términos de balance, acerca de lo que la me-xi-ca-ní-si-ma logró para impulso y beneficio de la fiesta de nuestro país, quizá lo más interesante haya sido el tercer tercio de hace ocho días en que El Pulques y sus hijos Gerardo y José Luis Angelino dieron una lección de pundonor artístico, clavando al quiebro y al cuarteo, que ojalá repitan y mejoren, integrándola a base de ritmo y coordinación, donde quiera que se presenten.