Usted está aquí: sábado 27 de diciembre de 2008 Opinión ¿Y para el 2009?

Juan Arturo Brennan

¿Y para el 2009?

Como dirían los gritones de la Lotería Nacional, el año entrante viene terminado en nueve, lo que implica, entre muchas otras cosas, el hecho de que en nuestro medio cultural se han estado planeando ya las infaltables efemérides musicales. Con apego a esta añeja costumbre algunas de nuestras orquestas importantes han dejado entrever parte de sus primeras programaciones de 2009 y, como era de esperarse, son dos los nombres que destacan en ellas: Franz Joseph Haydn (1732-1809) y Félix Mendelssohn Bartholdy (1809-1847).

Más allá de lo que diga el Exitómetro Musical, y más allá de la calidad e importancia de estos dos caballeros en el desarrollo de la música (personalmente, prefiero a Haydn), lo cierto es que sus obras aparecen en nuestros programas sinfónicos y de cámara con menor frecuencia de lo que la celebración que se viene pudiera hacernos pensar. En el caso de Haydn, es claro que sus sinfonías debieran ser parte sustancial del pan y mantequilla cotidianos de toda orquesta que se respete; no es posible entender el desarrollo de esta forma orquestal culminante sin las 104 sólidas piedras angulares con las que Haydn contribuyó, y que por estos rumbos son interpretadas con escasa frecuencia.

Es cierto, también, que, más allá de estas indispensables obras, es relativamente poco lo que Haydn puede aportar a los programas sinfónicos: un puñado de conciertos, alguna obertura, música incidental, unas cuantas danzas y marchas, y no mucho más. El caso de Mendelssohn, en el ámbito de lo sinfónico, es más o menos análogo. Un rápido repaso memorioso permite afirmar que entre su producción orquestal sólo hay unas cuantas obras favorecidas de manera regular por nuestros directores y orquestas: su Cuarta sinfonía, alguna de sus oberturas, un par de números instrumentales del Sueño de una noche de verano, y poco más. Ocupa un lugar especial en este contexto su Concierto para violín Op. 64, interpretado con cierta regularidad, y que está apenas un grado por debajo del estatus de perpetuo caballito de batalla gracias a la presencia de los conciertos de Beethoven y Chaikovski.

Lo que es un hecho innegable es que tanto Haydn como Mendelssohn tienen en sus catálogos una muy respetable producción de música de cámara, que bien pudiera ser explorada y difundida en 2009, ya que es relativamente poco conocida. Asimismo, ambos tienen una inte- resante producción de música vocal (más abundante la de Haydn que la de Mendelssohn), que difícilmente será explorada por nuestras instituciones musicales, más allá de alguna misa o algún oratorio. Aquí cabe la observación de que, a diferencia de Mendelssohn, Haydn realizó interesantes contribuciones en el rubro de la ópera; dudo muchísimo que a lo largo de 2009 se materialicen en nuestros escenarios obras suyas como El apotecario, El mundo de la luna, La isla deshabitada o Armida, entre otras cosas porque muy probablemente serían ignoradas por un público que, hasta la fecha, no ve ni oye más allá de La Traviata.

Por lo demás, la revisión calendárica de rigor no arroja muchas efemérides musicales más. Entre ellas, una que se antoja digna de observancia es la de Isaac Albéniz (1860-1909), cuya música para piano es realmente atractiva. Valdría la pena, quizá, rescatar del catálogo de Ernest Bloch (1880-1959) alguna de sus numerosas obras de intensa inspiración judía, además de su rapsodia Schelomo. Y sin duda, otro compositor cuyo amplio, variado y espléndido catálogo daría mucha tela de donde cortar es Georg Friedrich Händel (1685-1759). ¿Alguien se atreverá en 2009 con música suya (incluyendo formidables óperas) más allá de sus músicas de fuego y agua, y sus concerti grossi? Y ahí está asimismo, para quienes quisieran asumir el reto, la muy notable figura de Henry Purcell (1659-1695), el incomparable Orpheus Britannicus. El alemán Louis Spohr (1784-1859), de catálogo amplio y variado, podría ser otra opción poco trillada; algunas de sus obras instrumentales y orquestales son ciertamente atractivas. Y entre toda la materia musical a celebrar, la que pasa más cerca de nuestro vecindario es la de Heitor Villa-Lobos (1887-1959), cuyo enorme catálogo, por sí solo, daría para varias temporadas de efemérides.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.