■ La alcaldesa del municipio yucateco se queja de falta de apoyo del gobierno estatal
En el otro Quintana Roo, ya ni las cantinas son negocio
Ampliar la imagen Familia maya del municipio Quintana Roo, Yucatán, una de las comunidades más rezagadas del estado Foto: Luis A. Boffil
Quintana Roo, Yuc., 28 de diciembre. Para muchos el nombre Quintana Roo es sinónimo de prosperidad, turismo y dinero; sin embargo, el municipio yucateco del mismo nombre es la antítesis: pobreza, marginación y migración.
Cancún y la Riviera Maya reciben cada año alrededor de cuatro millones de visitantes.
En contraste, el municipio ubicado a 100 kilómetros de Mérida, tiene una población de mil 300 habitantes, que de lunes a viernes se reduce a 500, pues 800 trabajan en el vecino estado de Quintana Roo.
Cada año emigraban entre 100 y 200 personas hacia Estados Unidos, pero recientemente han preferido ir a Cancún, por la cercanía y para evitar pagar a polleros.
La alcaldesa de “Quintana” –como los pobladores llaman a este municipio–, Alba Aguilar May, de extracción indígena, pide ayuda urgente al gobierno estatal, pues la comuna no recibe inveresiones, no hay empleo y los cultivos de maíz, frijol y vegetales son prácticamente de autoconsumo.“Es un pueblo fantasma”, resume la munícipe priísta.
Tres de los cinco regidores varones de la comuna trabajan en Cancún. Sólo se presentan (y no siempre) cuando hay sesiones de cabildo.
Aguilar May cuenta una anécdota de 2007: “Un grupo de extranjeros, al parecer gringos, llegaron en dos camiones de turismo; descendieron a las puertas del palacio municipal y preguntaron dónde estaban los hoteles, las playas, los bares y las discotecas. Tuvimos que responderles que estaban perdidos, a más de 500 kilómetros del estado de Quintana Roo. Se fueron sorprendidos. Quizá los choferes se confundieron o alguien les jugó una mala broma”.
Lo cierto es que “Quintana” parece olvidado por la gobernadora Ivonne Ortega Pacheco. “A pesar de que soy priísta, no hace caso de mis peticiones de ayuda”, lamenta Aguilar May.
Según el Consejo Estatal de Población, el municipio tiene una población flotante y migratoria de casi 90 por ciento; hay solamente tres escuelas primarias y cinco cantinas; su principal actividad es la agricultura y carece de obras de infraestructura importantes.
“Si algún inversionista quiere colocar una maquiladora, que venga y hasta le damos el terreno gratis. El objetivo es que haya empleos”, señala la alcaldesa.
El poblado consta de 650 viviendas. Sólo la mitad tiene baño y los habitantes de las otras usan letrinas o defrecan al aire libre.
De los mil 300 habitantes, 450 terminaron la primaria, y la lengua maya es predominante, con 850 hablantes.
La pequeña clínica del programa IMSS-Oportunidades no da atención a diario, y menos los fines de semana.
La desesperanza
La poca gente que visita los maltrechos parques es amable, pero mira con desconfianza. Otros platican, andan en bicicleta o beben cerveza. Ni siquiera hay elevados índices de alcoholismo, debido sobre todo a que durante la semana la población disminuye.
“Aquí ni las cantinas son negocio. No hay dinero para que la gente se emborrache. Cuando mucho llegan a los bares, se toman dos o tres caguamas (botellas de cerveza de casi un litro) y se van”, dice Normando Ceh, uno de los pocos cantineros locales.
Mario Pool, veterano peluquero de la comunidad, se queja: “Me falta equipo suficiente para trabajar. Tengo que cortarle el pelo a los pocos clientes fuera de mi casa. Que venga la gobernadora para que vea la miseria”.
Los fines de semana, cuando los hombres regresan de Cancún, la comunidad recobra un poco de vida y se llena de alegría en las festividades de la Virgen de Guadalupe, en febrero y diciembre.
Hasta las actividades religiosas son esporádicas. Un párroco visita la localidad una vez a la semana, oficia una misa rápida y se va. “Ni siquiera en la religión tenemos consuelo”, dice Efraín Miss Chan, auxiliar, “cuando se puede”, del cura y la parroquia del siglo XIX dedicada a la Guadalupana.
La alcaldesa sostiene que Quintana Roo trata de resurgir. “Hay algunos cenotes, y con la promoción adecuada, los visitantes pueden dejar algunos centavos. Pero mientras haya indiferencia gubernamental, poco podemos hacer”, apunta.
Mientras, la vida de los pobladores del Quintana Roo de Yucatán transcurre sin mayor esperanza que la de subsistir.