■ Considera urgente que se realicen diagnósticos, pues se trabaja con datos de hace 20 años
Los programas sociales se basan en estudios obsoletos, dice el Coneval
■ Algunos de esos planes agudizan problemas de salud pública como la obesidad: Hernández Licona
Ampliar la imagen El exceso de calorías que reciben algunos menores por los programas sociales mal enfocados son una de las causas de los índices de obesidad Foto: Alfredo Domínguez
Los programas sociales carecen de diagnósticos actualizados, lo que propicia que se desperdiguen recursos y se contribuya a agudizar problemas como la obesidad, ya que la realidad de la nutrición de los niños de hace dos décadas es diferente a la actual, señaló el secretario ejecutivo del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), Gonzalo Hernández Licona.
Al presentar en el Coneval la evaluación del diseño, planeación, operación y resultados de los programas sociales, el funcionario explicó en entrevista que es evidente la ausencia de diagnósticos actualizados que permitan orientar la gestión y evaluar los resultados. Ejemplificó que, en el caso de la obesidad, el problema de hoy es diferente al de hace 20 años, cuando el reto era cómo dar más calorías a los niños en el programa de desnutrición típica de peso en relación con la talla o la edad, y por lo tanto “se diseñó un conjunto de instrumentos para darles calorías. Muchos desayunos escolares tienen ese elemento. Hoy se debe volver a hacer un diagnóstico sobre la situación nutricional del país y de los niños, porque tal vez los instrumentos que hoy tenemos ya no son los adecuados”.
Dijo que si hay “desayunos, paquetes nutricionales o despensas de alto contenido calórico, lo que hacemos es aumentar la obesidad de los niños, porque el diagnóstico de hoy tiene que ser distinto al del momento en que se instauró el programa”.
En este caso, dijo, también está el Procampo, que maneja la Secretaría de Agricultura, el cual también debe ser revisado para continuarlo o mejorarlo, ya que correspondía a la realidad de hace 15 años. “El objetivo inicial partía del diagnóstico de que México se abriría al Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) y quien potencialmente perdería sería la población dedicada a productos que se iban a liberalizar”, explicó.
Se apoyó a esa población con recursos gubernamentales para que pudiera mejorar sus productos o cambiar a cultivos que en el contexto del TLCAN tuvieran potencial de exportación. Esta transición no era fácil, “la idea original de Procampo era apoyar a los productores a reconvertir (los productos) ante la nueva realidad del mercado. Hoy debemos preguntarnos si esa situación prevalece o hace falta cambiar de programa para atacar una problemática distinta”.
Puntualizó que en el centro de esta discusión está que “no se vale que el ciudadano pague impuestos y esos recursos se asignen a un conjunto de programas que atacan una realidad ya superada. Se deben actualizar para que respondan a los retos vigentes. Con ese programa o con otros”.
Puede haber programas de hace 20 años o recientes en los que “al ciudadano le debe quedar claro el problema a resolver, el tamaño y si el programa le hará frente. Sin un diagnóstico claro no se sabe cuál es el objetivo del programa; la población potencial y el objetivo se debe definir mejor”.
También, dijo, “si no queda clara la población objetivo, podríamos estar desperdigando recursos; no es lo mismo gastar un peso en una población que en otra. Entonces si pudiéramos mejorar la población objetivo, ese peso gastado se podría multiplicar mucho más. Por ejemplo, la leche Liconsa se puede entregar a municipios y localidades que tienen mayores problemas de desnutrición. Los objetivos pueden mejorar mucho en nutrición y en ingreso, si la población se cuantifica mejor y se dirige adonde se debe orientar, en el caso de que sean programas dirigidos”.
En el caso de Oportunidades, se encontró que no funciona igual en las zonas rurales que en las urbanas. Hernández Licona explicó que se trata de un programa que se diseñó para cortar o romper el círculo intergeneracional de la pobreza y que los niños con adecuadas capacidades en nutrición, salud y nutrición puedan enfrentar mejor el mercado laboral.
El programa, abundó, destina recursos para cubrir lo que los niños aportarían con su trabajo, y las evaluaciones muestran que ha tenido importantes resultados en matriculación, salud y nutrición, sobre todo en áreas rurales, pero se ha encontrado que “en áreas urbanas no ha ocurrido en esa magnitud. Con un mejor diagnóstico hay que adecuar el programa a la realidad urbana”.
El diseño de Oportunidades impide que llegue a las familias donde no hay centro de salud ni escuelas, porque para dar el beneficio en dinero bimestral se pide a las madres que manden a los hijos a la escuela, los lleven a los centros de salud y reciban el apoyo alimentario para salud y alimentación. Por eso desde su inicio deja fuera a muchas localidades que pueden ser muy pobres, que no tienen escuela ni centro de salud, detalló.
Las familias de las localidades aisladas serán atendidas con el Programa de Apoyo a las Zonas de Atención Prioritaria (Pazap), que a partir de enero manejará Diconsa y tiene el objetivo de atender a la población que Oportunidades no llega, con lo cual los niños que viven ahí “al menos tendrán la parte nutricional y en ello se equipararán con los niños de Oportunidades, pero queda pendiente la educación y salud”.