MUAC: espacio experimental
El llamado Espacio Experimental de Cons- trucción de Sentido (escribo el título con mayúsculas, tal y como se ostenta) hoy consiste en un pizarrón dividido en tres secciones, una de los cuales admite adherencias escritas en pequeños papeles. Hace la delicia de niños y púberes, con algunas incursiones de sus progenitores o de otros asistentes. Actualmente es erróneo anunciarlo como algo constructor de sentidos, a no ser que “hola, je je je, está muy padre el museo”, o “está bien chido”, digan algo. El enunciado “Te amo, Edy” sólo pudiera crear sentido en el destinatario de la declaración , si es que la lee. De modo que más que construcción, lo que hay de momento son expresiones más libertarias y descontextualizadas que las que ocurren en las libretas de otros museos, que intimidan al visitante, porque lo escrito se conserva. Selecciono algunas entre las menos juguetonas: “es un museo muy coqueto”, “lo diferente es que no aburre”, “me gustó que pongan películas”, “diferentes exposiciones, pero espacio desperdiciado”, “ojalá así se destinaran recursos para las escuelas donde se realiza el arte”. Hay una que destaco, escrita con buena caligrafía juvenil: “Qué atractivo les parece lo nazi, ¿verdad?”
Está referida, por supuesto, a la sección de Miguel Ventura, que es la más visitada de todas. Ostenta una orden introductoria: Los niños que la visitan deben hacerlo bajo responsabilidad del adulto que los acompaña, y en verdad sólo así realizan el tránsito partiendo del ingreso. En cualquier forma, escuché numerosas voces escolares que inquirían ¿por qué tantas esvásticas? Pocas personas leen la advertencia que le da ingreso, debido a que el mismo tránsito de los visitantes lo impide, dado que está en el suelo de la compleja instalación: “La iconografía nazi presente en esta obra no es una apología, por el contrario, con ella y sus asociaciones el artista representa y denuncia los crímenes de esta ideología”.
Hay otras cédulas explicativas, que dada su colocación no son de fácil lectura a menos que los visitantes se inclinen o se acuclillen con objeto de leerlas, cosa que no suelen hacer, según mi percepción sabatina hacia las 13 horas. Pero entre todo lo que puede verse, tanto los “cantos cívicos” como el Nuevo Consejo Interterritorial de Lenguas, es decir, la totalidad del trabajo de Ventura, es la exhibición que mayormente defiende de momento el espacio inaugural. Ya están las ratas, que son “manipuladas” con delicadeza, por una sonriente joven que permanece en silencio. El letrero: “no molestar a las ratas” es oportuno.
Esta nota tiene carácter de reporte, por lo que recogí exclamaciones, comentarios y hasta expresiones de ciertas personas del público que ocasionaalmente se me dirigieron. Dos integrantes de la AICA (Asociación Internacional de Críticos de Arte) mostraron franco descontento. Un matrimonio que escuchó comentarios respecto a la alta cuota de manutención que el edificio exige por parte de la UNAM observó: “si hay para otras estupideces, tiene que haber para mantener esto, es formidable y magnificente”.
Empero, la observación de que los espacios están desperdiciados, fue lo que más se escuchó v.gr.: “la obra arquitectónica predomina. Hay demasiado vacio”.
No tuve oportunidad de recoger comentario alguno respecto a la ubicación. Pero sí puedo decir lo siguiente. Esta es la primer visita que realizo partiendo de la entrada al Centro Cultural Universitario, pues antes lo había hecho, bien por detrás (ingresando por el primer registro) o a partir de la explanada. La zona, que me parecía entrañable, ve comprometido su contexto, la arquitectura es intrusiva, rompe con la tónica y con el color de las demás construcciones y se extraña la perspectiva de la explanada.
En lo personal no paro mientes en que la edificación se parezca a otras (hay autoridades que afirman que se trata casi de una réplica), pues sabemos que buena parte de los edificios construídos en un mismo lapso, se parecen bastante entre sí. En cambio alcancé a percibir que a un mes, casi exacto, de la apertura ya se percibe cierto deterioro. Eso es resultado, en parte, de la afluencia de visitantes, con todo y que el ingreso está controlado. Pero también se debe a que el espacio, como espectáculo, provoca actitudes “cafres” con todo y la presencia impecable de custodios y cuidadores. Pudiera se que el ingreso absolutamente gratuito a todo tipo de público no sea benéfico. Habrá que esperar.