Las izquierdas mexicanas hoy
Cómo y para qué volver los ojos a la coyuntura nacional y en especial a los desafíos de las izquierdas frente al inicio de año que fue marcado con la agresión militar del gobierno israelí a la población civil en Gaza, la asunción de Barack Obama como presidente de Estados Unidos, que, si bien no representa un cambio de fondo, sí genera expectativas de matiz, si se quiere, pero de gran contraste con respecto a George W. Bush.
En otro terreno, el Foro Social Mundial, realizado la semana pasada en Belem, Brasil, se desarrolló siguiendo una amplísima agenda, con gran riqueza y diversidad de movimientos, destacando los indígenas en defensa de sus territorios. Llamó especialmente la atención la participación de los presidentes de Bolivia, Ecuador y Venezuela, junto al de Brasil, en un espacio con hegemonía de los movimientos sociales; “el tsunami político” que su presencia generó fue narrado por Luis Hernández Navarro (La Jornada, 31/1/09). Los factores anotados deben leerse en el contexto de la muy grave crisis económica mundial, cuyo impacto en nuestro país pasó de un simple catarrito a pulmonía.
Para imaginar alternativas posibles resulta necesario colocar el análisis en nuestro país, sobre todo en el fenómeno de las izquierdas realmente existentes. Bien sabemos que en este tema hay posturas diversas, que van de los partidos políticos a los movimientos como el zapatismo abiertamente anticapitalista, algunos sectores sindicales como el electricista, el magisterial, los organismos civiles de derechos humanos y el que representa el lopezobradorismo, muy vinculado con partidos, pero que constituye en sí mismo un movimiento.
Una característica muy presente es la escasa o nula relación entre las izquierdas. Y ello se puede entender cuando se abordan las radicales diferencias de enfoque, pues mientras unos se colocan abierta y explícitamente en posición antisistémica, otros se mueven dentro de marcos institucionales, sean elecciones o defensa de derechos económicos, sociales, políticos, lo cual no les impide mantener posiciones críticas al neoliberalismo.
A mi juicio y sin ánimo ecléctico, la cuestión de fondo está en reconocer que una y otra posturas son necesarias, pues la destrucción del capitalismo también pasa por la mediación de movimientos y organizaciones que desde distintas trincheras le hacen frente. Las luchas contra la privatización del petróleo, por la defensa de los derechos laborales, como la que está en curso contra la Ley del ISSSTE o la que enfrenta a la llamada Alianza por la Calidad de la Educación hacen sentido en una lógica anticapitalista.
El grave problema que se tiene es el de los partidos llamados de izquierda, cuyas prioridades y métodos con frecuencia no les distinguen respecto de otras tendencias ideológicas y prácticas políticas, muestran signos de abierta descomposición. Sin embargo, se mueven en una vía que, como la electoral, es una opción de participación para amplias capas de la ciudadanía. No es la vía la que se ha pervertido, y sí sus reglas, vicios, patrimonialismo, nepotismo y demás prácticas que tan duramente fueron criticadas cuando el príismo imponía su hegemonía. Por ello tiene sentido el esfuerzo que pueda desplegarse por algunas tendencias para revertir ese proceso de deterioro. Y en ello el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador juega un papel importante, pues si bien no tiene el centro en la cooptación de espacios electorales, tampoco los desestima, al proponer candidaturas con perfiles y trayectorias más cercanos a las causas sociales que a la dinámica de las llamadas tribus o corrientes de los partidos.
La más reciente concentración en el Zócalo capitalino resultó de nueva cuenta una expresión de fuerza social, aun frente a los embates de todo signo, y puso en el centro la defensa de la economía popular, principal damnificada de la crisis económica. Ello después de dar la batalla contra la privatización del petróleo. No es poca cosa la incansable labor de cercanía y presencia en la gran mayoría de los municipios del país, si ello se traduce en votos para otro perfil de candidatos a puestos de elección popular, qué bien, pero lo importante es que se consolide la organización de las grandes mayorías de este país, que en el día a día resienten el incremento en los precios de servicios y productos básicos.
El ¡Ya basta! de 1994, la documentación y denuncia del despojo mediante el Fobaproa, entre otros, están en la memoria colectiva. La lucha por alcanzar un mundo donde quepan muchos mundos pasa por las luchas cotidianas de los que no tienen voz, de los que desde sus comunidades se ven sin oportunidades reales de una vida digna, de los que en las grandes ciudades y desde la periferia resienten la inseguridad, el desempleo. Y para ello, como decía el revolucionario guatemalteco Mario Payeras: “en política no basta con tener la razón”.