REPORTAJE /Titánica labor de 70 años
Turismo cultural, “un bastión”
El turismo cultural es una de “las nuevas prácticas” presentes “en los espacios propios de la economía y el mercado”, a la que le han apostado las dos recientes administraciones federales panistas.
Si con Vicente Fox se echó a andar en el seno del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA) se echó a andar una Coordinación Nacional de Patrimonio Cultural y Turismo que intentó algunas “estrategias” para impulsar el diseño de algunos productos turístico-culturales, el sexenio de Felipe Calderón ha puesto toda la carne en el asador en este rubro.
El propio Sergio Vela, presidente del CNCA, afirmó frente a legisladores en marzo pasado que el turismo cultural es el bastión principal del Plan Nacional de Cultura 2007-2012 (PNC). El documento plantea que en el quehacer cultural hay que involucrar a otras dependencias gubernamentales que antes se mantenían al margen, “a los protagonistas reales de la sociedad civil y de la iniciativa privada”.
Si bien los administradores del país reconocen que el vínculo entre cultura y turismo no siempre es armónico, pues “mientras el turismo suele enfatizar el factor económico de la actividad alrededor del patrimonio cultural, el sector de la cultura acentúa el aspecto de su conservación”, no han cejado en sus intentos por vencer los obstáculos que han dificultado “el diálogo entre las entidades del sector cultural y el sector turístico y entorpecido una relación de cooperación que permita alcanzar beneficios mutuos, estableciéndose una competencia entre ambas áreas.
“El sector turístico debe reconocer que la cultura y los bienes patrimoniales tienen valores legítimos intrínsecos, más allá de su valor como productos, con un significado para toda la población, y no sólo para los turistas, y que la sobrexplotación no planeada de los bienes culturales puede dañar la misma esencia que los hace atractivos para el turista.”
Y enfatizan, a través del PNC: “El sector de la cultura debe a la vez aceptar al turismo como una realidad social y económica, y al turista como un usuario legítimo, capaz de convertirse en un aliado y no un factor de riesgo para la conservación del patrimonio cultural”.