Usted está aquí: miércoles 4 de febrero de 2009 Cultura La dúctil solidez de un ombú

La dúctil solidez de un ombú

AMC

Ampliar la imagen Foto: Cortesía de la Asociación Manuel Álvarez Bravo, AC

El árbol sigue ahí, bien asentado y creciendo en la vereda Jacarandas de Los Viveros de Coyoacán. Manuel Álvarez Bravo transitaba por la novena década de su vida cuando lo convirtió en objeto de un ensayo fotográfico, acaso atraído por los troncos o ramas que parecían representar un cortejo o un abrazo. Han pasado cerca de tres lustros desde que el fotógrafo retrató, en blanco y negro, en decenas de ocasiones y desde distintos ángulos, aquel ejemplar de la familia Phytolaccaceae, al que le daría el hermoso nombre de “El árbol de nunca acabar”. ¿Qué veía Álvarez Bravo en ese árbol, entonces joven, que mostraba las huellas de sus podas y el poder expansivo de sus raíces?

El lugar nativo de los árboles fitolaca se localiza en Sudamérica, donde brindaron compañía a los gauchos de la pampa argentina y aún son conocidos como ombúes, vocablo guaraní que honra la belleza de su sombra. Los botánicos dudan en considerar árbol, arbusto o hierba, a esa “planta arborescente” que alcanza grandes dimensiones y requiere de poca agua para sobrevivir. Es de suponerse que ni las noticias de ese origen ni esta incierta clasificación estaban en juego cuando un fotógrafo de edad avanzada, consciente de su declinación física, quiso celebrar la trascendencia de la vida retratando la dúctil solidez de un ombú, de cuya inmovilidad no estaba excluida la danza.

Álvarez Bravo sabía que, en el cumplimiento de su destino vegetal, “El árbol de nunca acabar” iba a trastocar las apariencias registradas por su cámara. En su ascenso hacia la luz, el ombú ha dejado atrás esas imágenes como otras hojas o frutos que se desprendieron de su fronda. Hoy sus ramas principales han embarnecido y aquello que parecía un cortejo o un abrazo ha dado lugar a fusiones y nuevos equilibrios. En el lugar en que Álvarez Bravo buscó brazos y ojos de espíritus ancestrales, un joven enfundado en una camiseta deportiva ha trazado los signos de una declaración amorosa: TKM ISAK, “te quiero mucho Isaac” de acuerdo con el código impuesto por el uso del chat cibernético y los mensajes telefónicos.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.