Economía Moral
■ Crisis del capitalismo mundial / V
■ Keynes muestra que desempleo y recesión son ‘normales’
Aunque sólo he abordado algunas de las ideas más generales de la teoría de las crisis de Marx (entregas de enero 23 y 30), dejo pendiente profundizar en su análisis y exploro a partir de hoy las ideas de John Maynard Keynes, el otro autor central en el esclarecimie
Es muy importante entender que la experiencia de una depresión prolongada cambia, para todas las personas. muchas cosas por mucho tiempo. Quienes vivimos la larga depresión de la economía mexicana de los años 80, sabemos eso en carne propia. La experiencia traumática del mundo desarrollado durante la gran depresión de los años 30 ha sido captada por John Kenneth Galbraith en el capítulo “La psicosis de la depresión” de American Capitalism (1952 y 1956):
La gran depresión de los años 30 nunca llegó a su fin. Simplemente desapareció en la gran movilización de los años 40 [provocada por la Segunda Guerra Mundial]. Para una generación entera se convirtió en la vida normal en tiempos de paz en EU: lo que hay que temer y esperar. Medida por su huella permanente en las acciones y actitudes, la depresión se sitúa junto con la Guerra Civil como uno de los dos eventos más importantes de la historia de EU desde la revolución [de independencia]. La depresión no sólo contribuyó profundamente a la inseguridad con la que los estadunidenses ven su economía, sino también tuvo una importante influencia en la conducta económica.
Esta depresión podría haber quedado sólo como un accidente si las ideas no hubiesen situado la depresión como el patrón normal de comportamiento del capitalismo no administrado, continúa Kenneth Galbraith. Las ideas las proveyó Keynes, añade Kenneth, quien iguala la influencia de la Teoría general a las de la Riqueza de las naciones, de Adam Smith, los Principios, de David Ricardo, y El capital de Marx.
Keynes destruyó los argumentos de la famosa Ley de Say que sostiene que la oferta crea su propia demanda, que los ingresos generados y distribuidos por la producción siempre permiten adquirir exactamente la producción, por lo cual la sobreproducción y las crisis son imposibles. Éste era el credo dominante entre los economistas neoclásicos en los años 30, a pesar de la evidencia empírica de las crisis y de que Marx había mostrado el absurdo de la Ley de Say en el capítulo III del Libro Primero de El capital en 1867 (¡69 años antes que la Teoría general!):
“… lo que se pretende probar es que el vendedor lleva al mercado su propio comprador… Nadie puede vender si no hay quien compre. Pero no es necesario comprar inmediatamente después de haber vendido. La circulación [que utiliza el dinero como medio] derriba las barreras temporales, locales e individuales del intercambio de productos [trueque] y lo hace precisamente porque escinde, en la antítesis de venta y compra, la identidad directa existente aquí [en el trueque] entre enajenar el producto del trabajo propio y adquirir el del trabajo ajeno … Cuando cosas que por dentro forman una unidad, puesto que se completan recíprocamente, revisten al exterior una forma de independencia, y ésta se agudiza hasta llegar a un cierto grado, la unidad se abre paso violentamente por medio de una crisis… Por eso estas formas entrañan la posibilidad, aunque sólo la posibilidad, de crisis. Para que se convierta en realidad tienen que concurrir un conjunto de condiciones que no se dan todavía dentro de la órbita de la circulación simple de mercancías. (Combino las traducciones del Fondo de Cultura Económica y de Siglo XXI editores.)
Marx distingue el trueque, la circulación simple de mercancías, que utiliza el dinero como medio, pero persigue el propósito de satisfacer necesidades, y la circulación capitalista de mercancías cuyo único sentido es el lucro. Las crisis corresponden sólo a esta última forma. Marx hace notar que James Mill, Say y, en general la “economía apologética” igualan las tres formas, ocultando sus diferencias y, por tanto, derivando la falsa conclusión de la imposibilidad de la crisis.
John Strachey (El capitalismo contemporáneo, Fondo de Cultura Económica, 1960) dice que este pasaje de Marx contiene el germen del concepto de preferencia por la liquidez que Keynes utiliza para explicar las crisis en su aspecto monetario. Lo hizo así porque observó que la teoría monetaria había sido una parte insatisfactoria y separada de la economía ortodoxa, lo que estaba asociado a su incapacidad para explicar las crisis.
En el modelo neoclásico el ahorro y la inversión se equilibraban a través de la tasa de interés. Si las intenciones de ahorro son más altas que las de inversión, la tasa de interés bajaría desestimulando el ahorro e incentivando la inversión, hasta que ambas se igualaran. Dice Kenneth Galbraith que Keynes proveyó una teoría de la tasa de interés que no la hace depender de la oferta y demanda de ahorros, sino que está basada en el deseo de mantener dinero líquido (la preferencia por la liquidez) y que, aunque esta nueva teoría de Keynes no es del todo plausible, al argumentar a su favor logró persuadir a muchos de que la teoría neoclásica era inadecuada. Y que fue este ataque el que destruyó la vieja fe en el equilibrio con pleno empleo. Rota la conexión entre la tasa de interés y los ahorros, explica, un aumento en el ahorro (que no se traduce en inversión) podría resultar en una insuficiencia del poder adquisitivo para comprar el volumen de bienes producidos. Keynes pensaba que al aumentar el ingreso subía la propensión a ahorrar y bajaba la propensión a consumir en las sociedades (véase gráfica). Otra razón por la cual la economía no necesariamente genera pleno empleo en su visión es la rigidez a la baja de los salarios nominales. Strachey explica cómo la dinámica de la crisis según Keynes se puede originar en una disminución en la propensión de los ricos a invertir (expectativas de ganancias a la baja serían la explicación); esta disminución desencadena los siguientes acontecimientos: aumenta la preferencia por la liquidez y una parte de sus ingresos de los ricos no se gasta ni en consumo ni en inversión, es decir, los ricos intentan atesorar. Pero esta operación se autoanula porque disminuyen la demanda y la producción, comienza una depresión y los ingresos caen a tal nivel que los ricos, que intentaban atesorar, ya no pueden hacerlo. Gastan en consumo o inversión su, ahora, más bajo ingreso. Se igualan ahorro e inversión, pero a un nivel más bajo de ingreso y empleo.