Usted está aquí: viernes 6 de febrero de 2009 Cultura La burladora de Toledo

José Cueli

La burladora de Toledo

Con placer he leído el libro La burladora de Toledo, de Angelina Muñiz-Huberman, que narra la vida de lo que hoy llamaríamos un transexual masculino, en la España de la segunda mitad del siglo XVI.

Esta lectura me ha inspirado algunas reflexiones. Un tema central del libro es el problema de la identidad en sus múltiples formas y la necesidad de respeto a las diferencias. Juan Gelman se preguntaba si el sufrimiento es derrota o batalla. Angelina nos dice que la vida de Elena-Eleno de Céspedes fue un duro batallar, porque sufrió en carne propia la marginación por cuestiones de raza, de condición social, de religión, de educación y de género.

Siempre sorprende la facilidad con que los seres humanos nos olvidamos de esa idea antigua que Machado llamaba “la esencial heterogeneidad del ser”. Montaigne, citado por Angelina, nos recuerda que “la semejanza es siempre menos perfecta que la diferencia”.

Han tenido que transcurrir cinco siglos para que en el seno de la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas se discutan por primera vez las violaciones a los derechos humanos por orientación sexual y diferencia de género, y se haga un exhorto a los países miembros para derogar toda sanción penal que afecte a personas por la única razón de tener una preferencia diferente a la heterosexualidad.

Otro tema fundamental en el libro de Angelina es el problema del exilio, sobre el que ella ha reflexionado en múltiples ocasiones. Todos sabemos que la sociedad margina al diferente, pero que “en el exilio es posible oir lo inaudible y cantar el silencio”. Todos los seres humanos, por el hecho de nacer, somos expulsados del paraíso e impelidos hacia el exilio y la indefensión originaria que describió Sigmund Freud.

Es terrible que los hombres intransigentes creen instituciones, como la Inquisición, que, con sus dogmas y su ceguera, persiguen al que no piensa igual. Cioran escribió en su libro De lágrimas y de santos, lo siguiente: “Rusia y España: dos naciones embarazadas de Dios. Otros países se conforman con conocerlo sin llevarlo en su seno”. Por desgracia, en pleno siglo XXI, todavía hay demasiadas Iglesias e inquisiciones que piensan que “lo otro es la mayor amenaza (...) lo otro es el peligro”.

Yo agregaría, evocando a Freud, que “lo otro” nos enfrenta a lo ominoso que nos habita, es decir, a todo aquello que nos resulta siniestro por ser familiar y arcaico en nuestro siquismo.

Muñiz-Huberman desarrolla en La burladora de Toledo una técnica literaria polivalente, que ya había iniciado en Morada interior. Los lectores nos encontramos simultáneamente con una novela, un trabajo de investigación histórica y un ensayo filosófico escrito en forma de prosa poética porque Angelina, antes que nada, es una gran poeta.

En resumen, el libro de Muñiz-Huberman es un hermoso tahalí donde guarda las afiladas palabras creadas por su imaginación.

 
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