Congruencia
De acuerdo con las condiciones actuales puede preverse que el ritmo de la actividad productiva en México decrezca en el orden de 2 por ciento en este año. Por supuesto que estas proyecciones deberán revisarse de manera constante durante los próximos meses, pues los síntomas del deterioro económico general se agravan.
En prácticamente todos los países ha habido intervenciones gubernamentales en diversas escalas para intentar frenar la recesión en curso. El programa fiscal de la administración de Obama es especialmente relevante por su magnitud y el significado de la economía estadunidense en el entorno global. Para México es de gran relevancia por el efecto de arrastre o de freno que tiene sobre esta economía.
En el debate del Congreso en Washington se advierte una enorme resistencia para apreciar la magnitud de la crisis. Esto tiene que ver tanto con los términos técnicos de la gestión pública como con las implicaciones de la ideología conservadora.
En primer término la disciplina de la economía está en general pasmada en un modo de pensamiento cada vez más irrelevante, debido al surgimiento y las repercusiones de esta crisis.
En segundo lugar, ideología conservadora que prevaleció en ese país durante los ocho últimos años, pero que ha sentado el tono del debate político y social desde los años 80 con el gobierno de Reagan, se ha agotado y se abre un periodo de recambio aun incierto.
La economía de Estados Unidos creció el año pasado 1.2 por ciento. Pero de desaceleración se fue agravando en el segundo semestre. Este año la tasa de expansión productiva será negativa en alrededor de 2 por ciento, según las tendencias actuales, que pueden cambiar para mal rápidamente.
El plan de gasto masivo para estimular la economía va a tardar en surtir algún efecto a partir de que empiece a ejercerse. Los republicanos y otros conservadores critican su asignación con una miopía muy grande. Quieren reducción de impuestos para que la gente gaste, pero en el entorno que prevalece ése no es el estímulo que se requiere.
Éste no es momento de seguir pensando de manera convencional, ese tipo de sabiduría está ahora rebasada por la realidad de los mercados. También lo está el modelo de organización social impulsado desde Chicago a partir de los años 70. Es momento de recrear las nociones clave de algún reordenamiento de la vida colectiva.
Todavía en este momento se oyen reminiscencias de la tesis de que el mayor gasto del gobierno tiende a inhibir el gasto del sector privado. ¡Vaya!, pero si eso es precisamente lo que no hay: los bancos no prestan, las empresas no invierten sino que acumulan inventarios y las familias no gastan. La política monetaria se hace cada vez más ineficaz y no hay muchas opciones más que un revivido keynesianismo que debe ser reformulado para las condiciones hoy vigentes.
La enorme cantidad de dinero inyectada por los gobiernos mediante los ministerios de Hacienda y los bancos centrales no ha conseguido reencender la marcha de los mercados que están noqueados. Si no se dejan de lado los prejuicios sobre la magnitud de la crisis no habrá la congruencia necesaria para hacerle frente.
Aun persiste el riesgo de una deflación, el crecimiento negativo de los precios. Esto complicaría las cosas frenando aún más el gasto en los mercados. La experiencia de Japón durante casi toda la década de 1990 es ilustrativa. Pero ahora se trata de prácticamente todas las economías más desarrolladas y con mecanismos de transmisión muy fuertes hacia el resto.
Se está haciendo política económica en un marco muy incierto. Y lo que se observa es, precisamente, mucha incongruencia. Ése es el mismo escenario que existe en México. Este año se perderán producción y empleo, habrá mucha presión sobre el fisco y sobre el valor del peso.
Tampoco se ve mucha congruencia interna, lo que perjudica la posibilidad de fijar una estrategia y acciones consistentes con la situación. La discrepancia entre las previsiones de Hacienda y del Banco de México son grandes y muy llamativas.
Esto crea confusión y resta capacidad de liderazgo al gobierno. En el extremo se encuentra la Secretaría de Economía en la que su titular cree que México es el centro del mundo y será el país que saldrá más fortalecido de la crisis. Entre los grandes bancos comerciales aún se piensa que todo va muy bien para ellos. Los empresarios organizados no aciertan a fijar una posición mínimamente consistente.
La discrepancia entre lo que se propone desde el gobierno y lo que se experimenta entre la gente tiende a crecer, y si no se entrega lo que se ofrece, como bien puede ocurrir, las fricciones van a crecer. Una mayor consistencia y claridad son necesarias.
Ésta no es la crisis de 1995 ni es como las anteriores desde 1976. Además, los escenarios previstos pueden cambiar rápidamente. Entre los funcionarios públicos encargados de las finanzas no se aprecia ninguna voluntad de adaptación a estas nuevas condiciones. Más allá de eso no parecen tener la capacidad de adaptación requerida, hacen de anclas.
No se olvide que como pícaramente dijo Einstein: “La razón de la existencia del tiempo es que las cosas no pasen todas de una sola vez”. El curso de la crisis es hoy el centro del quehacer y del debate políticos en el país. ¿Lo entenderán los políticos? A todos nos quedan muchas dudas.